Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
El 27 de septiembre estallaron las hostilidades entre Azerbaiyán y Armenia, dos países ubicados en la región del Cáucaso, al sur de Rusia y de Georgia y al norte de Irán. Los conflictos armados continúan 11 días más tarde, y han sido noticia a nivel mundial debido a que ambas partes están dispuestas a luchar hasta el final, de ser necesario, y porque, como suele ocurrir en casi todas las guerras, hay terceros que tienen intereses compartidos con alguno de los dos países o intereses opuestos a los del otro.

El conflicto armenio-azerí no es una novedad. La discusión acerca de qué hay que hacer con la región de Nagorno-Karabaj, tampoco. Entonces, ¿por qué es tan importante Nagorno-Karabaj? ¿A qué se denomina Artsaj? ¿Qué es lo que verdaderamente ocurre allí? ¿Qué roles juegan Armenia y Azerbaiyán? ¿Y Turquía?

Para comprender más allá de lo que se ha visto en los medios a lo largo de estas semanas, me comuniqué con Luciana Minassian, abogada, docente auxiliar de UBA Derecho en la Cátedra Libre de Holocausto, Genocidios y lucha contra la discriminación. Minassian, de origen armenio, conoce la coyuntura en su totalidad y sigue los acontecimientos desde hace ya mucho tiempo.

El conflicto bélico que se desató a fines del mes pasado gira en torno a lo que ocurre con Nagorno-Karabaj. Para entender esto hay que remontarse varios siglos hacia atrás. Karabaj (denominación azerí) es un territorio ubicado dentro de Azerbaiyán, que se encuentra próximo a la frontera oriental de Armenia. El punto es el siguiente: esta región, en ocasiones dividida entre la parte alta y la parte baja, estuvo en manos de diferentes reinos e imperios. Cuando se desató la revolución rusa en 1917, los protagonistas de esta historia, Azerbaiyán y Armenia, se independizaron y lucharon por quedárselo, pero a ambos países les llegaría la hora de quedar bajo la órbita de la Unión Soviética.

Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imágen

Agrandar imagen
Ahora bien, entre todas esas idas y venidas, la mayoría de la población (más del 99%) de Karabaj pertenecía (y pertenece) a la etnia armenia-cristiana. El problema, claro, es que este enclave armenio fue nombrado como Óblast (Óblast Autónomo de Nagorno Karabakh), es decir como entidad administrativa subnacional, pero dentro de los límites de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán.
La historia de la URSS es conocida. La decadencia soviética se vería reflejada en sus estados satélites y en los brotes nacionalistas que surgirían en éstos. Nagorno-Karabaj no fue la excepción. La región se convirtió en el foco de un conflicto interétnico, que llevó a que se hostigase a los armenios en las regiones azeríes y a los azeríes en la región de mayoría armenia. Todo esto desembocó en la Guerra de Nagorno-Karabaj, que es la que recobró lugar en estos días.

¿Qué pasó entre 1988 y 1994? Muchas cosas. En 1988, por decisión de los ciudadanos del Óblast a través del voto, Nagorno-Karabaj se uniría a Armenia y se separaría de Azerbaiyán. La intervención de Moscú, con la URSS vigente, y la negación del gobierno soviético azerí de permitir esto, privaron a la región de avanzar con lo decisión que había tomado.

El Óblast se diluye en 1991 al mismo tiempo que la URSS, con Armenia y Azerbaiyán ya independientes. Esto llevaría a una nueva acción de parte de los habitantes de Karabaj, que, con el apoyo de Armenia, votaron por crear una nueva república autónoma allí. Esto terminaría en un desastre plagado de sucesos hostiles. 30.000 muertos fueron los necesarios para que hubiese un acuerdo, negociado en Moscú en 1994 ¿Las condiciones? Armenia no reconocería la independencia de Karabaj. Aun así, persistiría el Estado autoproclamado de la región, que además cooptó territorios que lo rodeaban. La mediación para negociar la terminación pacífica de este problema quedó bajo la dirección del Grupo de Minsk, compuesta por Rusia, Estados Unidos y Francia. Los esfuerzos que hicieron, si es que hubo, no sirvieron para nada más que decorar las oficinas de las instituciones internacionales.

Desde 1994 en adelante, hubo indicios de que este conflicto, étnico y territorial a la vez, nunca terminó. Simplemente estaba en stand-by. En 2016, las fuerzas armadas de Armenia y las azeríes se cruzaron en la frontera, y el conflicto se trasladó durante unos días al enclave en disputa. En 2017, la República de Nagorno-Karabaj se cambió el nombre por la República de Artsaj, en conmemoración al nombre que llevaba la región en los tiempos del Reino de Armenia. En 2020, antes de la guerra en cuestión, hubo algunos choques efímeros y una manifestación en Bakú, la capital azerí, donde la gente pedía tomar y controlar definitivamente la zona de influencia de Karabaj, que ocupa una quinta parte del territorio de Azerbaiyán.

Lo que inició el 27 de septiembre no fue mera casualidad. Ambos países se culpan mutuamente de haber comenzado con las hostilidades en la República de Artsaj, pero la disputa se venía fogueando desde principio de este año. En este sentido, Minassian contaba que desde hace tiempo que el asesor principal del presidente azerí, Hikmet Hajiyev, y el mismo presidente, Ilham Aliyev, venían insistiendo con que había que terminar con la influencia armenia en la región o mismo con que no había lugar para la paz, pero que a la vez acusaban a Armenia de haber preparado un ataque. Los mensajes de los líderes, las manifestaciones en Bakú y los desencuentros que hubo en las zonas fronterizas o en las zonas en disputa durante 2020, muestran que lo más probable es que el primer paso lo haya dado Azerbaiyán.

Luego de este primer paso, caracterizado por ataques y respuestas de un lado y del otro, la situación escaló de manera preocupante. La reacción de los países vecinos o los del Grupo de Minsk fue la de pedir un cese al fuego, sobre todo allí donde hubiese población civil, y la de llamar a nuevas negociaciones. Hubo una excepción, que fue Turquía. ¿Por qué? Por un lado, Turquía y Azerbaiyán son socios estratégicos y sus poblaciones están compuestas por la misma raza étnica (los turcos). Además, comenta Minassian, al presidente Erdo?an le conviene, por una cuestión política y de opinión pública, que se hable de la política internacional de su gestión y no de los desmanejos a nivel local de la política de su país.

Por otro lado, la relación entre Armenia y el país que preside Erdo?an es pésima. Vale recordar que en el ocaso del Imperio Otomano, entre 1915 y 1923, alrededor de un millón y medio de armenios fueron asesinados y varios otros deportados forzosamente de la zona de influencia turco/otomana. Minassian es una de las tantas personas que luchan por esclarecer o explicar que hubo un plan sistemático de exterminio y un genocidio (lo cual no es reconocido por todos los estados, y menos aún por Turquía). Ella agrega, entre otras cosas, que si bien esas acciones cesaron en 1923, los turcos continuaron con acciones que presionaban para borrar el legado y la identidad del pueblo armenio en la región.

En esta ocasión, el rol que ocupa Turquía es determinante, según Minassian y según los datos arrojados por diferentes medios e investigaciones: Turquía está participando de manera activa en el conflicto. No solo con apoyo diplomático, apoyo armamentístico y con accionar militar; también enviaron mercenarios provenientes de Siria y Libia, algo comprobado y denunciado tanto por Rusia, que históricamente ha sido un aliado de Armenia pero que trata de moderar en esta ocasión, y por Francia, que forma parte del Grupo de Minsk antes mencionado.

¿Cómo sigue esto? Más allá de si uno está de acuerdo con los argumentos presentados por Minassian, por quienes apoyan a Armenia en general o por el gobierno de Armenia mismo, hay que comprender que en base a estas suposiciones, los armenios sienten que su tierra y su etnia corre peligro una vez más, y entienden que los avances azeríes, con apoyo turco, sobre Karabaj/Artsaj van de la mano con la expulsión de los armenios que residen allí. Por ello es que Pashinián, el primer ministro armenio, llamó a defender a la madre patria. Lo mismo hizo el presidente de la autoproclamada República de Artsaj, Arayik Harutyunyan.

El pueblo armenio no se queda atrás, como bien narra Minassian. Hay lista de espera para ir al frente de batalla; el capitán de la selección de fútbol se fue de Grecia, donde recientemente había firmado contrato con un club, para enlistarse en el ejército; los descendientes de armenios de nuestro país han estado llamando a la embajada para hacer sus aportes, ya sea económicos o mismo para ir a la guerra; y más. La decisión del pueblo armenio explica que puedan persistir contra pueblos o gobiernos que tienen mucha determinación, como lo pueden ser el azerí o el turco, que además cuentan con mejores y más equipamientos armamentísticos.

La última intervención diplomática en el conflicto provino de parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que aceptó la solicitud de Armenia para que Turquía dejase de intervenir en el conflicto. Siguiendo esta línea, tanto las instituciones como los estados que intentan mediar la situación exigen que en el conflicto no se violen derechos humanos y que no se proceda allí donde hay civiles. En cuanto a los protagonistas de esta historia, tanto Armenia como Azerbaiyán presentaron sus condiciones para cesar las hostilidades, pero hasta el momento no hay nada definido. Lo único cierto es que si los acuerdos no llegan, el conflicto será brutal porque, como contamos en esta extensa nota, hay una larga historia detrás de Nagorno-Karabaj, hay una larga lucha entre Armenia y sus vecinos turcos y azeríes, hay una disputa étnica y territorial muy fuerte en el medio y hay intenciones de prevalecer y luchar hasta el final en caso de que haga falta.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario