Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Mucho se ha discutido por aquí el tema de la situación de Bolivia por estos días. Se ha vuelto incluso tema central de atención, y por un instante ha hecho que el foco se corra de la economía. Probablemente nuestro presidente electo haría bien en concentrarse en los futuros menesteres económicos y no dedicarle tanta atención, por ejemplo, a donde se dirigía Evo Morales cuando dejara Bolivia, pero eso es tema para otro día. De lo que hoy se trata es de analizar la salida de Evo desde un lugar superador y que evite esa discusión estéril respecto de si se trató de un golpe de estado o si fue el fraude electoral lo que terminó condenándolo.

Tal vez la mejor manera de sortear esa posición reduccionista de limitar a golpe o fraude lo sucedido en el país vecino sea describir el camino institucional que vino recorriendo Evo desde el 2009, cuando empezó a trabajar en su primera reelección.

Nadie puede discutir los importantes logros de su gestión a nivel económico, particularmente en sus primeros años, pero si uno repasa el accionar de Morales y del MAS -su partido político- durante todo este tiempo no puede sorprenderse demasiado cuando ve que las cosas terminaron como lo hicieron, con una salida traumática del poder.

Esta historia arranca entonces con la reforma constitucional del 2009, la que le permite ir por su primera reelección de la mano de una cláusula transitoria. En el 2013, ya cerca del final de su segundo mandato, Morales apela al Tribunal Constitucional, con miembros nombrados por el mismo y que le eran totalmente fieles, para que confirme que contra lo que decía la cláusula transitoria su mandato original, el primero, no debía ser computado para la reelección, abriéndole la posibilidad de presentarse para un tercero.

"Si uno repasa el accionar institucional de Morales desde la primera reforma constitucional -que allanó su reelección allá por 2009- puede entender con claridad porque todo terminó como lo hizo"

Llegado al 2015, y sabiendo que tenía que irse después de su tercera presidencia, otra vez Evo va por una reforma constitucional -la reforma de la reforma- para lograr así desactivar esa limitación y poder acceder a otro mandato, el cuarto. Como lo pedía la Constitución, somete esa nueva reforma a un referéndum el que se realiza a principios del 2016. Evo Morales pierde y por un momento parece que va a aceptar esa decisión del pueblo boliviano y retirarse.

Pero Evo vuelve a la carga -otra vez- y con las elecciones a la vista decide presentarse otra vez frente al Tribunal Constitucional solicitando revise -una vez más- su situación. El Tribunal accede al pedido y finalmente establece que la reelección es un derecho humano y que Morales puede presentarse nuevamente. Otra vez gana cómodo las elecciones presidenciales e inicia el mandato que vencía en enero del próximo año y al que decidió renunciar el pasado fin de semana.

Pero aquí no se acaba la cosa. Ya con la corriente en contra, Evo Morales va a estas últimas elecciones sin la certeza de las ocasiones anteriores, sabedor de que le iba a resultar muy difícil superar al segundo por más de diez puntos porcentuales en una primera vuelta electoral. Sabía también, que en un ballotage corría las de perder frente al principal candidato opositor Carlos Mesa. Con buena parte de los votos contados, y ganando Evo por menos de diez puntos, lo que lo llevaba a una nueva elección, se produce inesperadamente un apagón informativo. Superado horas después, Morales aparece entonces como claro ganador superando con holgura los diez puntos de diferencia con respecto a Mesa.

"A estas alturas, lo mejor sería que el vacío de poder se resuelva siguiendo los mecanismos institucionales y que estos sean respetados como corresponde"

Para terminar la saga, la OEA, al mando de Luis Almagro, ex canciller del gobierno de José Mujica en Uruguay, certifica innumerables irregularidades en el acto electoral -incluso utiliza la palabra fraude para describir la situación- y recomienda se llame a una nueva elección. Mientras tanto, líderes progresistas de la región denuncian al frenteamplista a cargo de la OEA sugiriendo que le hace el trabajo sucio a los Estados Unidos.

Saque el lector sus propias conclusiones. A estas alturas, solo cabe esperar que el vacío de poder generado por la salida de Evo y su exilio en México se resuelva siguiendo mecanismos institucionales y que estos sean respetados como corresponde. En la situación que estamos, la mejor salida parecería ser un llamado a lecciones para que un presidente democráticamente elegido asuma lo antes posible. Así el resto de nosotros -particularmente nuestros políticos- podríamos volver a nuestra agenda de todos los días, en el caso de nuestros líderes a seguir trabajando en la resolución de temas centrales -principalmente económicos- que hoy le están demandando toda su atención. Nuestra emergencia amerita que ese sea el caso, por lo menos el nuestro.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

Enviá tu comentario