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Estamos aludiendo al sector de vías de tránsito vehicular que en la ciudad de San José es cortado por las calles Cettour (la que en un momento, en dirección al este, se prolonga sin solución de continuidad con la familiar ruta que une esa ciudad con la de Colón), y Ramírez (calle que orilla el frente norte de lo que fuera el frigorífico Vizental).

Es que en ese sector, se superponen la ruta ex26 -la verdad es que no sabemos cómo llamarla, porque no solo ignoramos su número distintivo actual, sino porque, poco a poco, como consecuencia de soportar un intenso tránsito en ese recorrido, debido a la incuria gubernamental, poco a poco está dejando de serlo- cuando se superpone con la calle Mitre, allí ensanchada hasta semejar una avenida.

De allí que es válido preguntarse si se trata de una ruta o una calle, o mejor una avenida; para dar paso a la reflexión que es en realidad las dos cosas a la vez. En tanto, esa superposición tiene su origen en el hecho que cuando fue trazada esa ruta en la época del gobernador Maya (en la última mitad de la década de los ‘40) se lo hizo superponer en ese sector con la ruta 14. Algo que viene a querer decir que se superponían en realidad dos rutas y una calle.

Fue, de esa forma, la manera de poder aprovechar la economía que significaba el más antiguo de los dos puentes que en la actualidad en esa zona cruzan el arroyo Perucho Verne. Desde ese momento han pasado unas siete décadas, que dan una idea de la manera que en esos tiempos se hacían las cosas, y que contrasta con la aparente torpeza sospechosa, con la que se construyó la ruta provincial 23. La misma que une el estratégico recorrido que va de Jubileo hasta Villa Elisa, ruta que por otra parte tiene a mal traer a sus usuarios, si se tiene en cuenta su particularidad de verla comenzar a destruirse casi al mismo tiempo en que fuera construida, ante la impasibilidad de los funcionarios viales. Funcionarios que junto a fiscales y legisladores, a ninguno de los cuales, según sepamos, se le ocurrió sospechar que en esa verdadera fábrica de pozos y de baches, cabría la posibilidad de que existiera “gato encerrado”. Aunque no es de eso de lo que nos estamos ocupando sino, aventurando la explicación de que en ese sector la ruta fue concebida como tal exclusivamente, desentendiéndose de prestar atención al hecho que había comenzado y seguiría siendo una calle, dado que las edificaciones en ambos frentes eran más que escasas, y todavía no había hecho explosión la urbanización acelerada de la zona.

La misma que siguió a la instalación del mencionado frigorífico y que no fue detenida ni siquiera por la presencia del entonces fluyente arroyo El Doctor.

Para graficarlo en pocas palabras: en esos tiempos, el de Santa Rosa no era el nombre de un club, sino de un loteo. San José se hizo más grande y la superposición que antes pasaba inadvertida se hizo patente y, si bien se ha sometido a ese segmento a “cuidados paliativos”, pueden haber existido quizás proyectos, y sucesivos “parches”, pero nunca un propósito decidido en convertirla en una verdadera avenida, de manera que desde el punto de vista urbanístico aparece como una “mancha negra” -aquí pedimos disculpas a algún frentista de esa calle/ruta que se pueda sentir dolido por la calificación precedente-, en una ciudad que es un verdadero ejemplo de prolijidad, en tantos otras aspectos.

No sabemos qué esperar al respecto de la nueva administración, ya que se trata de una obra que por su envergadura necesita de la asistencia financiera del gobierno provincial, dado lo cual podría ayudar el íntimo trato que se supone se va a dar entre ambas administraciones por estar identificadas con la misma bandería partidaria.

Aunque esta circunstancia no se puede computar como decisiva, si se atiende al caso de que esa coincidencia se dio muchas veces antes en el pasado, y de una manera apenas confusa a lo largo de las últimas administraciones.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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