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La mirada perdida, en el horizonte, ahí donde el mar se une al cielo, donde se pensaba que no había más que un precipicio, y luego la ciencia se encargó de demostrar que todo saber es temporario, y cada paradigma es derribado ante las anomalías que emergen. Revoluciones científicas las denominaron.

La expresión cansancio moral Jeremías Jara la escuchó por primera vez de un juez de la corte suprema, en un momento complejo de la historia nacional, tal vez su juventud no le permitía entender que alguien pueda tener cansancio moral, pero ya en 1958 Alfredo Orgaz, adujo el mismo motivo para dimitir.

Es una expresión que durante gran parte de la historia nacional estuvo presente, pero siempre este hombre mirando al horizonte pensó que era fruto del oportunismo, el escaparse, especular, para poder seguir vigente. Pero al pensar en esta rara sensación que lo va invadiendo todo, que nace en el medio de su pecho, empezó a entender a aquellos hombres y mujeres que un día decidieron retirarse, de la arena del poder, de la puja de intereses.

El cansancio de ver que nada pero absolutamente nada termina cambiando, tan sólo se modifican slogans, frases o envases, pero en definitiva la esencia sigue siendo la misma, todos respondiendo a intereses inconfesables, pero embanderados en la entelequia del pueblo.

Jeremías aún tenía en sus recuerdos a todos aquellos personajes que hicieron de la política, mejor dicho de los políticos, una clase social. Donde el estado termina siendo no sólo una gran bolsa de trabajo, sino un lugar para negocios, y con el erario público se pagan todos los gastos de los próceres – gastos desde los más insólitos, pero que sí deberían pagarlos con sus fondos privados, sería imposible- porque pareciera que estamos sobrados de próceres.

El amiguismo competía desigualmente con la idoneidad, y todo lo que ello implica, la pulverización del concepto de burocracia de Max Weber que fracasó no tanto por sus ideas sino porque en la materialización el funcionario burocrático fue reemplazado por el amigo, el hijo o con quien se tiene alguna relación inconfesable. Y el nepostismo estaba más vigente que nunca, pero la mediocridad llego a límites insospechados, al punto que ya ni vergüenza se tiene, sino la voracidad de saber que algún día tal vez se acabe, entonces no hay tiempo, se debe succionar hasta la última gota de sangre que le quede al ajetreado Estado.

El político profesional que Weber decía que vive de la política, prácticamente se transformó en aquel deglute al tesoro estatal, en una confusión del estado con los intereses privados impensable, para quienes fueron responsable de la revolución francesa, aunque los burgueses también privilegiaban sus intereses.

Jeremías sentía cansancio moral, ese cansancio que era la resignación ante la evidencia que nada cambió, que todo es lo mismo, sólo se maquillaba pero cada vez que descubría más cosas lo único que hacía era producirle nauseas éticas.

Pero el tiempo pasa, y ya no era el joven idealista, no podía seguir esperando, porque se daba cuenta que incluso aquellos más revolucionarios en lo discurso, escondían infinidad de intereses, como sí la vocación política debería retribuirse con contratos, prebendas y privilegios.

Ese idealismo provocó que este hombre de pelo canoso y mirara perdida, con cada pitada recuerde todos aquellos sueños, y todas las frustraciones al descubrir que la verdad siempre está ahí, presente, pero que se esconde detrás de las utopías.

Suena una silenciosa carcajada, es ante el recuerdo de aquellos discursos, de aquellas frases propias de los hombres y mujeres que forjaron la historia, pero él que los conocía les sabía cada detalle, cada prebenda, cada negocio, cada mentira, y el silencio de tantos que querían patear el tablero, pero no podían.

Jeremías enfocó su mirada en la computadora, apagó con un poco de bronca el cigarrillo, se acomodó los anteojos, y comenzó a tipear sin parar, no sabía si era la necesidad de hacer catarsis literaria, sí lo correcto era acallar las pasiones, y dejar que el racionalismo prime, sólo sentía como se corroía por dentro, una lenta agonía, una lucha por seguir, pero el cansancio era asfixiante.

Salió a tomar un poco de aire, despejar la mente, buscar la paz interior que no lograba encontrar, sentía el agua fría rozar sus pies, al mirarse en el reflejo del agua, podía ver el paso del tiempo, pero también esa mirada, esa que le recordaba que se vienen tiempos de cambio, tal vez faltaba coraje, quizás el esperar tanto lo dejaba en una zona de confort apetecible, pero él sabía muy adentro suyo, que no era por mucho tiempo, pues no se perdonaría morir como cómplice.

En tiempos de crisis estimado lector, muchos hoy sienten cansancio moral, y esto es transversal y se aplican a todos los partidos, a todos los espacios, y a todas las edades, la puja es entre el realismo, el optimismo y el pesimismo, ojala uno supera la respuesta, mientras tanto seguiré en este largo y escabroso laberinto, prometo compartir la respuesta sí es que la obtengo.

Hasta la próxima.

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