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¿La pandemia está llegando a su fin? Difícil descifrarlo. Tantos meses de alarmismo, de exageraciones de partes de unos y de los otros y con algunos protagonistas que sacaron rédito con la existencia de este “enemigo invisible”, le destrozaron la psiquis a la población. Quién sabe: tal vez la enfermedad pase, pero el miedo no. Esperemos que no sea así.

De todas maneras, comienza a percibirse cierto optimismo. Ya pasaron las peores horas en varias ciudades del planeta. Llega el verano en el hemisferio norte, donde muchos países eliminaron la obligación de portar barbijo en la vía pública. La gente resiste allí donde siguen queriendo imponer restricciones que eran tolerables en marzo de 2020 y ahora ya no se toleran. Además, comienzan a repartirse más dosis y a probarse más vacunas, que han sido objeto de competencia entre las principales potencias mundiales.

Las estrategias de vacunación variaron según los estados, ciudades o países de todo el mundo. ¿Cuántas dosis tengo pedidas? ¿Cuántas me llegarán en el corto plazo? ¿Cuántas precisan de una segunda dosis especial? ¿A quiénes priorizo en la campaña? ¿A qué grupos se puede inocular? Montones de preguntas que deben hacerse casi todos y que reciben, naturalmente, respuestas diferentes.

El país que más provecho le ha sacado a esta situación es Estados Unidos. A pesar de que muchos agoreros creyeron que la pandemia nos igualaba a todos o que era el fin del capitalismo como lo conocíamos, algunas cosas o no cambiaron o se parecen mucho a como eran antes.

En su último año como Presidente, Donald Trump se vio obligado a destinar una parte del presupuesto a financiar las investigación y el desarrollo de las vacunas, y posteriormente a la compra de las dosis que producían, y producen, Pfizer, Moderna o J&J, entre otros. Es cierto que Estados Unidos cuenta con la ventaja de ser el país que impulsa y modera la divisa internacional por excelencia, el dólar, y es además la primera economía mundial. Ahora bien, a pesar de los vaivenes, los problemas, o mismo las diferencias entre el Presidente actual, Joe Biden, y el anterior, hay cosas que no cambian.

Rusia, China, India, Gran Bretaña, ahora al parecer ¡Cuba! (veremos…) y Estados Unidos son los que tienen la pócima que tanto anhela la gente para olvidarse de este "garrón". Los estadounidenses le dieron una vuelta de rosca a la cuestión. No solo se vacunó a una parte importante de los ciudadanos. No solo sus empresas comenzaron a vender dosis alrededor del mundo. También tienen dosis que sirven como carnada para reactivar la economía en sectores que se vieron golpeados por la pandemia.

¿Cuántas actividades económicas se vieron afectadas por las restricciones y los confinamientos? Montones. Entre ellas, el turismo y la hotelería ¿Qué hicieron en los Estados Unidos, y principalmente en los estados más conectados con Latinoamérica? Aprovechando la falta de dosis, o la desconfianza en las vacunas de países ajenos a nuestras civilizaciones, comenzaron a repartir, de manera gratuita, dosis de Pfizer, Janssen o Moderna en las terminales de los aeropuertos, en centros neurálgicos y puntos de interés ¿El precio? El pasaje de avión, la estadía y los gastos del día a día.

Respiran los hoteles, los bares, los boliches, las aerolíneas, los centros comerciales y muchos negocios que durante un año y medio no veían luz al final del túnel. El latino que logró sumar el dinero necesario, o que tiene un alto poder adquisitivo, puede viajar a Florida, Texas o Nueva York, inocularse a la media hora de haber pasado migraciones y sentirse protegido y libre por unos días gracias a la caída de las restricciones y a la sensación de que la vida vuelve.

Creeríamos que todos quieren volver a la vida normal.

Es preferible no cantar victoria antes de tiempo, ni dejarse llevar por lo que repiten una y otra vez los pesimistas. A esta historia le quedan algunas páginas por escribirse, pero mientras tanto, algunos aprovecharon sus ventajas comparativas o su inteligencia para vender pañuelos a quienes lloran en las crisis.
Fuente: El Entre Ríos

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