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Recuerdo de la escuela primaria las fiestas de agosto. El homenaje a San Martín, con la ofrenda floral, los discursos leídos con voz quebrada, la marcha a San Lorenzo, inolvidable. Recuerdo algún plantón frente al monumento, un día de muchísimo calor, a las tres de la tarde. A esa hora era la ceremonia. Días antes, conmemorábamos en la escuela el Día de la Reconquista. Creo que hubo una época en que también el 12 de agosto era feriado; luego el turismo se lo tragó todo, con Liniers y San Martín incluidos. Tuvimos una imperceptible desaparición de las láminas de Billiken y de los libros de Capdevila.

De las ilustraciones de aquellos días, creo que la que más recuerdo es la que mostraba el coche con el que huía el virrey Sobremonte con el tesoro a cuesta. Mal precedente, pues de niños aprendimos que los máximos gobernantes podían ser ladrones.

El tercer marqués de Sobremonte no merece esto, pues Rafael de Sobremonte y Nuñez (1745-1827) fue probablemente un muy buen virrey. Descendía de los médicos de los últimos de Austria, lo que sin duda llenó a su descendencia de paciencia. Había estado en Cartagena, Ceuta y Puerto Rico, donde fue promovido a teniente general. En 1779, ya en estas tierras fue secretario de los virreyes Vértiz y luego de Loreto, y asume después como gobernador intendente de Córdoba y Tucumán (1783-1797), donde desarrolló una gran labor: llevó agua potable por acequias, abrió un hospital de mujeres, escuelas, paseos, luminarias para ellos y numerosos fortines para defendernos de los indios, mejoró las condiciones de trabajo de los mineros, creó la cátedra de derecho civil de Universidad de Córdoba. Y tuvo trece hijos.

Entre 1797 y 1804 fue inspector de milicias y tropas veteranas, su objetivo era reforzar las fronteras del Plata contra una invasión inglesa o brasileña, fortificando en especial la Colonia del Sacramento.

A la muerte del Virrey del Pino y Rosas asume el Virreinato del Río de la Plata, fortifica Montevideo y nombra a Santiago de Liniers comandante del Puerto de Ensenada.

Lo demás es historia conocida, salvo que Sobremonte no huyó a Córdoba. Tenía órdenes expresas de que en caso de invasión trasladara allá el gobierno y el tesoro. Este quedó en Lujan y cayó en manos de los ingleses. El tesoro,?ocho cofres llenos de plata, fue paseado por las calles de Londres, cuando ya los ingleses habían sido rechazados de estas tierras (algún día podríamos reclamarlos, como reclama Grecia los mármoles Elgin, en manos del museo británico).

Ya en Córdoba, Sobremonte nombra a esta ciudad capital provisoria del Virreinato y organiza un ejército de casi 3000 hombres que lleva hasta Montevideo para defenderla de una nueva invasión, pero fue rechazado por sus habitantes y los soldados desertaron. Fue apresado en San Fernando y regresó a España en 1809 para someterse a un Consejo de Guerra. Absuelto en 1813, es promovido a Mariscal de Campo y Consejero de Indias. Liniers declaró a su favor.

Pese a tan magníficos títulos murió en la pobreza, en Cádiz, en 1827.

Aquí nos quedó:

¿Ves aquel bulto lejano/que se pierde tras el monte/es la carroza del miedo/con el marqués Sobremonte?

Fue bisabuelo de Miguel Primo de Rivera, dictador español (1923-1930).
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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