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A Emilio Monzó se lo sindica como uno de los integrantes de “la pata peronista” del Pro. A pesar de que se lo señala como militante de la UCD durante los años ochenta del siglo pasado, en lo que da la impresión de ser casi lo único en que su biografía coincide con la de Amado Boudou, con excepción de presidir en la actualidad la Cámara de Diputados de la Nación y en su momento Boudou haber presidido el Senado, fuera de lo cual sus trayectorias siguieron senderos diferentes. Lo que queda de cualquier manera claro es la atracción que ejerce sobre el funcionario la política y la cosa pública.

Ya incorporado al justicialismo –no hay que olvidar que el partido del ingeniero Álvaro Alsogaray, se terminó diluyendo en lo que fue una variante paqueta del menemismo- se lo vio perdiendo por apenas cien votos la elección a la intendencia de Carlos Tejedor, su ciudad natal. Florencio Randazzo lo llevó con él al gobierno bonaerense en momentos en que ocupaba una sensible secretaría del gobierno provincial. Vuelto al llano, fue concejal en Carlos Tejedor, diputado provincial en la lista del Frente de la Victoria, en 2007, donde presidió la Comisión de Presupuesto e Impuestos. Lo fue hasta el año siguiente, cuando Daniel Scioli, ya en ese entonces gobernador de Buenos Aires, durante “la crisis del campo” lo llamó para ser su Ministro de Asuntos Agrarios, cargo que ocupara poco más de un año. De nuevo en la Legislatura bonaerense formó un mono bloque, apoyando durante unos meses a Francisco de Narváez hasta que finalmente, en 2010, se unió al PRO.

Actuando en esa agrupación el entonces Jefe de Gobierno de la ciudad, Mauricio Macri, lo designó al frente del nuevo Ministerio de Gobierno para su segundo mandato y junto con Elisa Carrió fue uno de los “tejedores” de Cambiemos. Electo por la lista bonaerense de esa coalición diputado nacional en 2015, llegó a la presidencia de esa Cámara con el voto conjunto de Cambiemos y del Frente para la Victoria, cargo que ocupa actualmente y que ya ha anunciado dejará a fin del año, consecuencia de su determinación de no volverse a postular como candidato a diputado. Todo ello luego de su paso exitoso por dicho cargo si se tiene en cuenta que fue uno de los principales artífices de encausar la labor parlamentaria, en un cuerpo legislativo en el que la coalición de gobierno era minoritaria.

Y si nos hemos detenido en delinear una escueta historia de vida de Monzó, es en primer lugar por ser ella una muestra de la errática manera en que se mueven muchos de nuestros compatriotas con ambiciones políticas en un estado de cosas en el que es ostensible la disgregación de los partidos políticos, y en el que el “transfuguismo” ha dejado de ser en ese ámbito una expresión descalificante, cuya aplicación en ese sentido queda solo acotada a los casos de quienes dan cuenta de una falta de consecuencia con valores y principios que dejan de ser receptores de su comportamiento y que convierten esas ida y vueltas en una indecorosa pirueta plasmada en sucesivas volteretas.

Mientras tanto, debemos señalar que lo que en la ocasión nos llevó a focalizar la mirada en Emilio Monzó fue la noticia de una exitosa “poda” que impulsara con el objeto de avanzar en la reducción del nivel escandaloso –al que inclusive habría que calificar como de obsceno- de los gastos del órgano legislativo que integra, dando cuenta de una situación que lamentablemente se ve repetida en la mayoría de ellos.

Es que de acuerdo a esa información, en la Cámara de Diputados de la Nación se ha logrado achicar uno de los innumerables canales de fuga de recursos, cual es el del “esquema, por no decir negocio, de los pasajes de transporte y anexos” a los diputados.

Así nos encontramos con la novedad que el pasado año esa Cámara ahorró un total de 50.000.000 de pesos en concepto de pasajes de legisladores. Y que la “economía” se logró gracias a la eliminación del canje de boletos no utilizados por dinero en efectivo. La información detalla que ello fue consecuencia de que Emilio Monzó, luego de trabajosas reuniones con los presidentes de los diversos bloques del cuerpo, firmó en abril una resolución estableciendo un nuevo mecanismo.

“Por el mismo se decidió que se le otorgarían a los 257 diputados un total de 10 pasajes aéreos o terrestres nominados -es decir, intransferibles- de la Cámara de Diputados de la Nación”. De esa manera se ahorró el año pasado esa enorme cantidad de pesos en el ajuste de pasajes de legisladores.

El monto fue precisado por la Secretaría Administrativa, a cargo de Florencia Romano. La polémica había estallado en marzo del año pasado y, luego de numerosas reuniones con representantes de todos los bloques, Emilio Monzó firmó en abril una resolución estableciendo el nuevo mecanismo. Haciendo cesar la posibilidad tanto de negociar o transferir esos pasajes en forma gratuita como la posibilidad de optar por otras opciones, tales como cobrar el plus por movilidad de forma no remunerativa. Y también según la misma información se modificó el procedimiento para la solicitud de viajes al exterior, el cual suma informes previos y posteriores al viaje, lo cual promueve una mayor transparencia.

Se dirá que de esa forma lo que se hizo no fue otra cosa que extraer una pequeña gota de lo que no es sino un mar de despilfarros. Pero lo importante es marcar una línea, a lo que es necesario que se persista en ella en forma acelerada, porque de lo que se trata es que a la hora de “apretar clavijas” no solo se mire a Juan Pueblo.

Es que tenemos que ser conscientes de otras conductas corruptas en nuestra sociedad. Como los que en su momento eran “aguantaderos”, lugares en que arropaban a quienes salían a delinquir cuando allí volvieran a los que se los vino a acompañar con “cuevas”, donde se hacían negocios no santos, sin que los delincuentes tuvieran necesidad de salir de ellas.

Y lo peor del caso es que ese tipo de focos de latrocinios y corrupción se han infiltrado en nuestras instituciones políticas y las de la sociedad civil de las que tenemos tantos ejemplos de que muchas de ellas se han vuelto aguantaderos y cuevas.

Una situación que se da en los cuerpos legislativos, donde se corre el peligro cierto de que la invocación de los fueros parlamentarios los convierta hasta cierto punto al menos en aguantaderos, y manipulaciones turbias que se hacen con sus recursos los lleva a tener cierto aire de esas cuevas a las que nos referíamos.

De donde la necesidad de ser cada vez más conscientes e intolerantes con la presencia de esas “instituciones”, llámense como se llamen, en todos los ámbitos de nuestra sociedad.

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