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Muy pocos de nuestros dirigentes políticos parecen entender lo que nos espera el día después de la pandemia

El buen jugador, sobre todo el experimentado, no saca nunca el ojo de la pelota. Y por estos días, quienes nos gobiernan, han preferido y siguen prefiriendo seguir posando la mirada sobre solo una, la pelota de la salud. Mientras tanto, a la pelota de la economía, todo en un sentido figurado claro, la siguen por el rabillo del ojo, sin darle el nivel de atención que se merece. Una actitud descuidada que, pasada la montaña de la pandemia, que ya está sobre nosotros, tendrá consecuencias catastróficas para nuestras vapuleadas economías.

En nuestra provincia, funcionarios provinciales y municipales siguen abocados a la problemática sanitaria -bienvenido sea considerando la precariedad de nuestros servicios de salud- y dedicados a restringir, incluso a impedir la circulación de gente. Preocupa por otro lado el casi desprecio frente a la crisis económica ya desatada, y que amenaza agigantarse a límites no vistos ni el 2002, ya que ni siquiera la incertidumbre de cómo se van a atender los sueldos del sector público parece sacarlos de eje. Con la pandemia como obsesión, pareciera que se hubieran olvidado que la idea original era aplanar la curva y evitar colapsar los sistemas de salud; no esta nueva de matar al virus haciéndonos hibernar medio año a todos en casa.

En otras latitudes, donde es cierto que la cuarentena arrancó más al borde de la montaña -lo que les impidió enfrentarla bien pertrechados- la vida ya ha retomado ciertos visos de normalidad, y, con capacidad de respuesta a nivel fiscal y monetario las recesiones que allí se viven parece no serán demasiado prolongadas. Por aquí, como si fuéramos Suiza, elegimos seguir encerrados, evitando que todos los que no son grupos de riesgo salgan a dar pelea, con casi sesenta días de encierro detrás y la capacidad de contagio del virus sensiblemente deteriorada.

¿Será que las autoridades de cercanía recibirán el reproche popular solo si se desmadran los contagios y no si colapsa la economía? Difícil decirlo. Sí está claro que el presidente Alberto Fernández tendrá que asumir el costo político de una economía en ruinas una vez la enfermedad pase o retroceda. Tal vez incluso termine afectando colateralmente la imagen del gobernador Bordet como corresponsable de la crisis. Sea o no este el caso, y tal vez por su reconocida prudencia fiscal, el gobernador ya parece estar tomando nota de lo grave, que será gravísimo, de la situación económica y repasando cursos de acción posibles, aun cuando los caminos no sean muchos.

La situación del sector privado en la provincia es delicada y siendo el principal motor de la economía habrá que pensar cuáles son las formas en que el estado puede ayudar, más allá de colaborar de manera temporaria en el pago de sueldos. Recordemos que cualquier inyección de fondos en la actividad privada hoy es simplemente resultado de la emisión monetaria y que eso habrá que pagarlo más temprano o más tarde con más inflación. Tal vez bajas de impuestos y una menor cantidad de regulaciones y obstáculos burocráticos ayuden a llevar a buen puerto a un sector que quedará diezmado por el coronavirus, en particular pequeños empresarios, comerciantes, profesionales independientes y cuentapropistas.

A nivel del sector público, con una gran planta en los tres estratos, municipal, provincial y nacional, será necesario hacer un ajuste importante. Las diferencias en los niveles de compensación se han hecho ahora aún más notorias, a favor del empleado público claro, y en función de los recursos disponibles, tanto municipios como la misma provincia tendrán que iniciar una dura tarea de recortar y de hacerlo drásticamente. Como sueldos y salarios se llevan una parte importantísima de la torta presupuestaria, debería comenzarse por eliminar cargos políticos jerárquicos innecesarios y redundantes, -quién no conoce a alguien descansando en ese tipo de posiciones-, y eventualmente analizar hasta dónde se puede llegar con los recortes tratando de afectar lo menos posible a los niveles más bajos de los distintos escalafones.

Es entendible que esta situación inédita que estamos viviendo nos haya puesto alertas y nos haya angustiado a la vez. Ponernos en posición fetal y sentarnos a esperar a la divina providencia seguramente nos salve del coronavirus impidiendo que nos contagiemos, pero poco servirá para las urgencias que se vienen. Como se escuchó por ahí, si continuamos en el camino que estamos, no nos vamos a morir de covid-19 sino de hambre. Cruda y triste realidad.
Fuente: El Entre Ríos

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