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Nunca hubiera imaginado Justo Mario Núñez, apreciado vecino de Colón, responsable, dedicado y eficiente en su noble oficio de mecánico, ciudadano consciente de las responsabilidades que ese estado conlleva, radical de pura cepa, intendente de Colón cuando la década del ‘40 del siglo pasado llegaba a su fin, que su persona, y menos que su memoria, iban a llegar a ser tema de incidente alguno. Máxime teniendo en cuenta su amabilidad en el trato, a la vez que siempre se lo vio mostrando una humildad cuyo único límite era la defensa de su dignidad.

Pero la cuestión es que, como es sabido, en el vestíbulo de entrada del edificio de la municipalidad local, se inauguró un espacio que, entre otras cosas, contiene una galería de retratos de los sucesivos intendentes ungidos por la elección popular -con otras incorporaciones que rompen el criterio de selección y del que tendremos oportunidad de ocuparnos-, galería en cuya programación se cometió el error, que suena a “papelón” corregible y disimulable, de excluirlo a don Justo -con más propiedad habría que decir “no incluirlo” o “ignorarlo”- en esa instalación.

No pretendemos convertirnos en los jueces del comportamiento lícito de nadie, pero se nos ocurre que para reparar la omisión antedicha hubiera sido suficiente la información -ni siquiera un reclamo- de esa situación, con el objeto de lograr su necesaria y justificada reparación.

De allí que se nos ocurre una desmesura, posible en estos tiempos en los que todo parece peligrosamente estar a flor de piel, el envío de una nota firmada por las autoridades de la Unión Cívica Radical reclamando por la omisión, que sonaba poco menos que al izamiento de una bandera de guerra y no ayudaba a desinflar la atmósfera de exceso reinante. Y es dentro de ese mismo contexto que corresponde hacer una referencia a nuestro intendente municipal -un verdadero “personaje”, dicho esto sin ninguna intención peyorativa, y por el contrario, hasta como una muestra de una simpatía que en alguna ocasión puede sonar hasta incomprensible- que una vez más perdió la oportunidad de medir sus palabras.

Por su parte -tal como lo informamos oportunamente- en la nota admonitoria mencionada las autoridades locales del partido centenario, habían formulado reproches a la inclusión de los retratos de mandatarios “de facto” -es decir, a intendentes no electos por el pueblo, y que en tiempos en los que no estaba tan desdibujada “la institucionalidad”, se los conocía como “comisionados municipales”- en la galería de retratos de los intendentes a que nos referimos.

La repuesta a ese reproche por parte de nuestro alcalde no fue feliz a ese respecto. Es que entonces dijo: “Mi padre trabajó en turismo muchos años con Uslenghi y era muy amigo de la familia. También con ‘Chiche’ Valente tengo una muy buena relación. Entonces, para no excluir a nadie, los pusimos a todos, haciendo la aclaración. Estamos en democracia y hay que aclararlo. Fue una decisión personal. Sé que a algunos no les gustó, pero son parte de la historia de Colón, después que cada uno saque sus propias conclusiones. De Peyret a esta parte, en mayor o menor medida, todos hicieron algo por la ciudad”.

Es que cuando se trata de aplicar criterios clasificatorios en cuestiones institucionales no puede hacerse presente “el querer personal”. Sobre todo cuando primero se lo cambia un poco y después del todo. Algo que hace recordar a aquello de Groucho Marx, “yo tengo estos principios, sino le gustan, puedo cambiarlos por otros”.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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