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La balanza comercial ha comenzado a revertir su déficit de manera acelerada

El comercio exterior arrojó un superávit de US$ 1.369 millones en diciembre. Esto fue bastante mejor de lo esperado, y resultó la mejor cifra mensual desde mayo de 2014. Con el cambio de signo que comenzó a partir de septiembre del año pasado, el año cerró con un déficit de US$3.820 millones, menos de la mitad del que se había registrado en 2017.

La mejora que vienen mostrando las cifras del comercio exterior, si bien son bienvenidas, no son el reflejo de una dinámica del todo positiva. Obedecen, sobre todo a la caída a pique de las importaciones producto de la recesión y del debilitamiento del peso frente a otras monedas.

De hecho, las compras al exterior durante 2018 fueron menores a las que hubo entre 2011 y 2014, cuando al frente de la Secretaría de Comercio se encontraba el inefable Guillermo Moreno, experto en trabar importaciones con artificios como las DJAI, y las compras de divisas estaban limitadas por el cepo cambiario.

En 2018, cayó 38% la importación de bienes de capital y 23% la de piezas y accesorios para bienes de capital; señales de que la inversión en capital fijo se retrajo fuertemente. El ajuste en las inversiones no fue para nada gradual.

Por el lado de las exportaciones, la cosa se ve parecida: en 2011 el país generó exportaciones por US$ 83 mil millones, casi 35% más que en 2018. Es cierto que el año pasado hubo una sequía inusualmente fuerte, y que los precios de las materias primas que exportamos fueron inferiores a los de aquel entonces. Pero estas causas no explican todo el problema.

El país sigue siendo poco competitivo en sectores no vinculados con la explotación de materias primas y la provisión de algunos servicios de tecnología. La mayor parte de la industria manufacturera sólo puede competir en el exterior si el tipo de cambio está por las nubes.

Con la vista puesta en 2019, los economistas esperan que la balanza comercial sea fuertemente superavitaria: se espera que las exportaciones superen a las importaciones en unos US$12.000 millones. ¿Las razones? En primer lugar, en algunos rubros importantes, como el automotriz, el tipo de cambio alto debería permitir que se sostenga el superávit con Brasil.

En segundo lugar, debería continuar la mejora en la balanza comercial de combustibles, que ajustó su déficit a la tercera parte de los casi US$6.500 millones registrados en los últimos años del kirchnerismo. La partida del carísimo barco regasificador y el excedente que en varios meses del año habrá en la producción de gas local por el boom de Vaca Muerta auguran que la relevancia de este rubro en las exportaciones seguirá creciendo.

Con todo, el factor decisivo será el complejo agrícola, afectado el año pasado por la sequía y del cual se espera para este año una suba de entre 25% y 30% en los valores exportados. Será cuestión de rezar para que las lluvias no arruinen los pronósticos.

Para Argentina, que tiene un déficit estructural de dólares, el superávit comercial es una necesidad. Provee muchos de los dólares que faltan en la economía, aunque no todos. Para 2019 todavía se espera que haya déficit en la cuenta corriente, pues la carga de los servicios de la deuda externa excederá al superávit del comercio exterior. Ese bache deberá cubrirse con ahorro externo o con reservas del BCRA.

Visto así, se podría incluso argumentar que el tipo de cambio actual no es suficiente, pues no llega a equilibrar la demanda y la oferta de dólares de la economía.

Pero hay otra forma de mirarlo: que se necesite un tipo de cambio tan alto es culpa de la mochila que suponen la multitud de regulaciones, el déficit en infraestructura, el elevadísimo costo impositivo y otros factores que hacen al llamado “costo argentino”.

Reinstaurar las retenciones a la exportación podrá obedecer a una necesidad coyuntural, pero es ese permanente foco en las urgencias de corto plazo el que nos impide corregir nuestra falta de competitividad estructural. Todos los gobiernos han caído en el vicio de subsidiar los malos negocios y regular, o cargar con impuestos, a los buenos.

En estos reales culpables yace la razón por la que Argentina necesita de manera estructural un tipo de cambio alto y de que, cuando el tipo de cambio se aprecia y el déficit de cuenta corriente se eleva, sepamos que tarde o temprano vendrá una corrida contra el peso.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa).

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