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Crimen narco en Rosario
Crimen narco en Rosario
Crimen narco en Rosario
Los centroamericanos tienen fama de ser, entre otras cosas, “bien hablados”; algo que se explica la cantidad de notabilísimos hombres de letras que han dado al mundo. Cabría suponer que esa era una condición no generalizada en lo más mínimo y que estaba acotada a grupos de seguidores inquietos de aquéllos. Pero al conocer el origen de la palabra “mara”, nombre que se aplica a las pandillas criminales que asolan especialmente a El Salvador y Honduras, y que vienen, en una medida difícil de cuantificar, a explicar las actuales oleadas migratorias desde esos países hacia los Estados Unidos, hemos llegado a la conclusión que el “genio de la palabra” está allí mucho más extendido de lo que cabría suponerse. Es que al parecer el origen de esa expresión estaría en la palabra 'marabunta', denominación corriente de un grupo de hormigas migratorias que arrasan cuanto encuentran a su paso.

Y la lectura de dos informes, uno del Centro Mundial sobre el homicidio y otro de Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, no ha podido llevarnos sino a preguntarnos, si el mundo entero, y no solo los países centro americanos, no están llenos de grupos de hombres que como esas hormigas, arrasan con todo lo que encuentran a su paso.

Aunque se las conozca con otros nombres casi arcaicos como es el caso de las “mafias”, u otros que suenen más paquetes como es el caso del “crimen organizado”, que alguno podría confundirlo como la manera en que era utilizada la expresión “grupos concentrados”, al hablar de ellos cuando estuvieron muy de moda durante la década ganada. Como ahora está la expresión “asociación ilícita”, circunstancia que inclusive ha llevado a un periodista de nota, a señalar irónicamente que, al paso que vamos, será un signo de deshonor que no se nos señale como alguien no imputado por pertenecer a alguna de dichos grupos.

Así como surge del último Estudio Mundial sobre el Homicidio 2019 de la ONU, presentado ayer en Viena, que señala la cifra de casi medio millón (464.000) de muertes violentas en 2017. Un 19% de éstas, provocadas por asociaciones criminales de todo tipo. Una cifra similar a los 89.000 fallecidos en todas las guerras activas durante ese mismo año.

Desde 2000, los grupos criminales mataron en todo el mundo a casi un millón de personas. De donde cabe decir, con un poco de exageración, que el crimen organizado mata en el mundo a tantas personas como las guerras.

Mientras tanto, es un motivo de preocupación creciente la situación latinoamericana. Es así como, esta vez en el informe de la Oficina de las Naciones contra la droga y el delito describe la situación en la región como “un hervidero de inestabilidad” ligada principalmente a factores socioeconómicos.

Latinoamérica –dice el informe- se perpetúa como la región más violenta, con 173.000 víctimas mortales, un 37,4% del casi medio millón de muertos por homicidio, seguida por África (35,1%). El informe remarca, en diversos contextos y países, la falta de oportunidades como un factor principal de la violencia. En la otra cara de la moneda, Europa, Asia y Oceanía están por debajo de la media mundial en la tasa de homicidios (2,3; 2,8; y 3,0 por cada 100.000 habitantes, respectivamente)

Uno de los datos que más ha llamado la atención es “la concentración del crimen en algunos lugares de América Latina”. Es por eso que se pone de relieve que “si los lazos sociales de la comunidad o vecindario son demasiado débiles para influir en el comportamiento de la gente, la criminalidad, en particular, es más probable”. En Ciudad de México, cuatro municipalidades registran más de un cuarto de los homicidios en la capital, mientras en Caracas, el 50% se cometen en tres zonas.

La inestabilidad política, añadida a la falta de empleo, ha tenido “un efecto general negativo” en Venezuela. El país sudamericano ha sufrido uno de los mayores aumentos de la tasa de homicidios: si en 2012 era de 13 personas de cada 100.000, cinco años después, la cifra ha ascendido a 57. No obstante, es Centroamérica quien lidera el índice de homicidios en el mundo: 62,1 por 100.000 habitantes.

Todo lo hasta aquí recogido, debería llevar a tomar conciencia plena de nuestro creciente desbarranque como sociedad. Es que durante mucho tiempo dijimos que cosas de este tipo, eran “las que les sucedían a otros”, en lo que era no otra cosa que una actitud colectiva irresponsable; apuntalada en expresiones poco felices como las del entonces gobernador bonaerense Duhalde, quien luego ocupara la Presidencia de la Nación. Eran ellas con las que se calificaba a las de esa provincia como “la policía mejor del mundo”…

Tan equivocado estaba, que muchísimos años después la actual gobernadora de esa provincia María Eugenia Vidal sigue todavía lidiando con ella, afortunadamente con un éxito creciente.

Mientras los elogios de Duhalde aparecen tan negadores y con apariencia de ingenuos, como los de su comprovinciano Aníbal Fernández, que desde sus altas funciones en el gobierno nacional, pretendía llevarnos tranquilidad, diciéndonos que el nuestro “no era un país de consumo de cocaína, sino de tránsito”. Como si ser un país de tránsito, no fuera ya por sí mismo un motivo de máxima preocupación.

Expresiones esas escuchadas cuando nos habíamos convertido poco menos que en el mayor “re-exportador” de efedrina del mundo, y que las primeras “cocinas” se empezaban a instalar en el conurbano.

Después, hemos visto al Gran Rosario convertido en una suerte de réplica en pequeño de una de esas ciudades colombianas en las que supo señorear Pablo Escobar. Y aquí estamos. Corriendo serio peligro de convertirnos esta vez en un “país de paso” de armamento con gran poder de fuego.

Tapados de marihuana y empolvados con cocaína y sin saber a ciencia cierta hasta qué punto los operativos de secuestro casi diarios de toneladas de ladrillos de marihuana, no son sino la punta de un iceberg. Dicho esto sin desmerecer los esfuerzos del gobierno nacional –y en especial de la ministra Bullrich al respecto.

Es que no puede sino darnos mala espina, ver como los “capitanejos” de la droga –todavía no podemos hablar afortunadamente de “zares” –puedan seguir manejando “sus negocios” desde las cárceles en los que están encerrados; que los “comandos” criminales brasileños, el bermejo y el capital, hayan puesto los ojos en nosotros, y todo siga, por lo visto, igual en el departamento paraguayo Amambay, con su capital José Pedro Caballero, que lo es también de la “hierba” en el Mercosur.

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