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Muchas veces somos prejuiciosos y hasta injustos con los jóvenes (y ellos, a la vez, lo son consigo mismos), cuando nos ocupamos de señalar sus falencias y sus yerros, como si se trataran de vicios, los que en su mayor parte debe considerarse como una enfermedad; las diversas clases de adicciones que en gran número los lastima, y hasta puede hacerlos llegar al punto de pagar con su vida y con la destrucción de sus doloridas familias.

De esa manera venimos a olvidar aquello, que sabiamente y en forma sentenciosa nos advierte que “hay de todo en la viña del Señor”, y que lo que casi siempre es incorrecto es suponer que sobre todo existen seres humanos malos y perversos, que serían los más. Quienes así piensan, actúan de una manera hipócritamente maniquea, ya que más que efectuar distinciones objetivas discriminan, al mismo tiempo que enfáticamente proclaman que ellos no está incluidos en ese grupo, por pertenecer al de los buenos.

No es el momento de tratar de encontrar una explicación a esa “mala prensa” que tienen muchos de nuestros jóvenes, como si a todos se les pudiera meter en una misma bolsa, como muchas veces se intenta hacer con algunos de nosotros, sino tan solo de destacar el error grave en el que se incurre, con esa manía muy nuestra de generalizar, sobre todo cuando se trata de señalar lo malo, al mismo tiempo que dejan de prestar atención a lo bueno, que en nuestro entorno existe en abundancia.

De allí que se hace necesario destacar no solo lo que hay de apreciable y por lo mismo digno de encomiable en nuestros jóvenes, sino al mismo tiempo hasta pedirles disculpas por la parte que a los mayores les toca en la construcción/destrucción de este complejo mundo que es el actual, y en el nada falta para que ellos tomen la posta en el peregrinar en apariencia interminable de la humanidad.

Por eso es bueno que se atienda, y que se difunda lo que es una buena nueva, cual es la creciente toma de conciencia por parte de un número cada vez mayor de jóvenes de la necesidad de no bajar los brazos en la lucha contra el cambio climático, y en la preservación saludable del ambiente, que es como decir, y como se ha dicho, el cuidado respetuoso y hasta amoroso lo que no es sino otra cosa que nuestra “casa común”.

Un cambio de tendencia, que se debe buscar fortalecer, afianzándola; como lo muestran periodistas y encuestadores que se ocupan del tema. A la vez que esta tendencia resalta una peculiaridad que la vuelve mucho más interesante, cual es que se viene a sustituir lo que en tantas ocasiones no es sino una demostración de un falso cuando no desviado, y por ende desnaturalizado “activismo”, que se queda en la protesta hueca, para dar paso a acciones concretas que significan una cosa distinta a la mera vocinglería, y que se traducen en acciones concretas para conservar y mejorar nuestro entorno.

Un enfoque emergente que no es sino el del sentido común, ya que si no nos preocupamos del mantenimiento y embellecimiento de nuestra casa y nuestra ciudad, van a sonar a hueco todos los reclamos que se hacen de lo que ocurre en otra parte.

Por lo mismo que las cosas son de ese modo resulta remarcable la referencia a jóvenes de Concepción del Uruguay que se sumaron al desafío #Basura Challenge. De acuerdo a la información con que contamos, el mismo consiste en limpiar espacios naturales y públicos en donde haya mucha basura tirada por personas que aún no tienen conciencia ambiental.

Y a ese respecto se señala que los adolescentes se encuentran trabajando sobre los basurales clandestinos de esa ciudad, contando con asistencia institucional educativa, para ir identificando los problemas ambientales y de salud que provocan, así como también posibles soluciones para los mismos.

No parece superflua, aunque para muchos de los que se desentienden de esos problemas suene a obvio, la indicación que ellos formulan acerca de la necesidad de “concientizar a la sociedad que en estos basurales se generan líquidos a veces cargados de compuestos peligrosos o tóxicos que no sólo contaminan el suelo sino que también pueden afectar las napas subterráneas. Además, constituyen el alojamiento de plagas animales como roedores e insectos, que suelen comportarse como vectores de enfermedades”.

Por su parte cabe señalar, que en diversos canales televisivos se observa el creciente interés de grupos informales de jóvenes, con un mínimo de elementos cuales son una bolsa, guantes y un utensilio para pinchar y meter dentro de la bolsa, toda clase de desperdicios que se pueden hallar en las playas de los mares del hemisferio norte.

Experiencias las señaladas que nos llevan a preguntarnos si esa mezcla de apática holgazanería y obsesivo aturdimiento observable en muchos de nuestros jóvenes, no es consecuencia de que todos los que tienen algún tipo de responsabilidad en su desarrollo personal, muestran, como consecuencia de factores diversos, su propio fracaso porque de eso se trata, ya que se ha “fallado” a la hora de atenderlos debidamente, entusiasmarlos en la elaboración y ejecución de todo tipo de emprendimientos, que los hagan sentir parte de un proyecto común valioso, en la medida en que les permite crecer como personas, y al mismo tiempo brindarse desinteresadamente a los demás.

Y de la posibilidad de despertar el amplio espectro de los “entusiasmos latentes” en los más jóvenes; entusiasmos que han mostrado quienes en días pasados hemos tenido ocasión de ver en un programa televisivo como los chicos de una escuela de una localidad cordobesa exhibieron, de una manera notoria, que inclusive era capaz de provocar una sana envidia, su interés entusiásticamente contagioso que mostraban para comprender la naturaleza y la mejor y más cuidadosa manera de observar un eclipse total del sol.

¡Hay tantas cosas por atender y buscar entender! ¡Y tantas otras para hacer, que implican tareas a realizar y desafíos a acometer! Y es aquí donde se hace presente el interrogante ¿ejecutar la estrategia que significa lograr entusiasmar a los jóvenes, no puede llevarnos a que todos terminemos por hace crecer un entusiasmo, que tanta falta nos hace?

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