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No todos los desarmaderos de automotores son propiedad de personas inescrupulosas, pero de cualquier manera la mayoría de ellos son, cuando menos, sospechosos de ser lugares “donde hay algo raro”.

De allí que no puede sorprender el contenido de una reciente nota periodística en la que se señala que desde abril del año pasado hasta el mismo mes del actual se clausuraron, en operativos llevados a cabo en la provincia de Buenos Aires, 3 mil desarmaderos clandestinos y se apresaron a mil sospechosos acusados de integrar grupos delictivos que se dedicaban a robar automóviles y vender los repuestos en el mercado ilegal.

En todos los casos se trataba de locales en los que se comercializaban autopartes cuyo origen no se podía demostrar. Pero de cualquier manera allí no terminan las cosas, ya que también hallaron mil automóviles que tenían pedido de secuestro porque habían sido robados.

Se trató de inspecciones que surgieron por investigaciones propias o debido a denuncias de los vecinos. Y a modo de ejemplo de casos de denuncia, se señala el de una, efectuada por alguien a quien le había llamado la atención la gran cantidad de vidrios que los encargados del desarmadero sacaban entre la basura. Esos cristales rotos pertenecían a las ventanillas o parabrisas de los automóviles que eran desarmados y que, debido a que estaban grabados, no podían ser vendidos y, por tanto, eran descartados.

Entretanto allí no concluye lo que debe considerarse la buena noticia que significa una Policía trabajando activamente contra el delito, sino también el hecho que, como consecuencia de ese trabajo, traducido en una estrategia de inspecciones sistemáticas, descendió en una quinta parte el número de robos de automóviles en esa provincia.
Situación explicable, ya que como consecuencia de esos controles disminuye “la demanda” de automotores "para desarmar".

Pero es posible ir más allá en el análisis, empezando por la adjetivación que en letra cursiva hemos utilizado en el encabezamiento para referirnos a ellos, cual es la de “clandestinos”, denominación que dice mucho de nosotros. Porque clandestino es lo oculto o secreto, e indudablemente en este caso, como en otros similares en que aplicamos el calificativo, se trata de una actividad que se desarrolla a la vista de todos, incluso la de las autoridades, las que revelan una pasividad que no siempre es incuria, sino que es consecuencia de motivos o explicaciones “no santas”.

Y como sucede en tantas ocasiones en que si no lisa y llanamente nos portamos mal, no lo hacemos al menos “demasiado bien”, como consecuencia de nuestro descuajeringamiento social, retorcemos el sentido auténtico de la palabra destrozándolo, para hacer referencia a actividades que se llevan a cabo fuera de la ley, consecuencia, en los casos más benignos, por actuar “flojo de papeles”. O como alguien diría a la vista de todos, sin estar habilitados -dejemos de lado los casos del ejercicio de una actividad prohibida-, fabricando o vendiendo o cobrando lo fabricado o vendido, pero “sin dar factura”.

Todo ello, y conviene aclararlo, que presumimos -dado que no nos hemos puesto a investigarlo en serio- que está la posibilidad de la existencia de desarmaderos que funcionen lícitamente y con “todos los papeles en orden”, porque no se trata de una actividad en principio ni inmoral, ni delictiva, en el caso de ajustarse a las normas legales correspondientes.

De cualquier manera hemos dejado para el final una afirmación que no solo es polémica, sino que nos alcanza a todos los que integramos nuestra sociedad, cual es la de que al menos uno de los males que explican el estado de cosas que atravesamos, es que vivimos “robándonos entre nosotros”, dicho esto con la laxitud a la que nos referimos.

Para decirlo en forma más explícita, ¿existirían tantos robos de automóviles, si no se diera el caso que los que los roban, pueden “colocarlos” en esta clase de desarmaderos? Y a la vez, y es esto lo que en esta oportunidad queremos remarcar, ¿se daría la existencia de tantos desarmaderos, si no se contara con locales que vendan repuestos usados a precios más bajos que los de liquidación? Luego de lo cual llegamos al final: ¿existirían estas casas de “ventas de saldos”, si no contaran con personas que concurran a ellas para adquirirlos, conociendo o resistiéndose conscientemente a conocer el origen de ellos, en por lo menos un gran número de casos?

Se trata de una situación, que de una manera que cabe considerar exponencial, se repite en el caso de los teléfonos celulares, en cuyo caso la situación es todavía “más clandestina” y sus consecuencias más extendidas, en la medida que no solo es más fácil robar celulares que automotores, sino que también existe en la calle una archisabida abundancia de ellos.

Y la tragedia se hace aquí también presente. No comúnmente con la dimensión irreversible que es frecuente que tenga en el caso de los automotores, aunque se sabe de casos de adolescentes que han sido arrojados desde los altos de un pasaje sobre elevado a las vías de un ferrocarril, como una consecuencia, casi con certeza azarosa, del apoderamiento de esos adminículos. Pero aunque así no fuera, no puede desconocerse el estado de impotente desamparo que deja una marca en el que ha sufrido este tipo de maltrato. Por lo que de nuevo otra pregunta: ¿se les pasa alguna vez por la cabeza la representación de una circunstancia de este tipo a quienes adquieren un teléfono celular de ese origen, en lo que eufemísticamente se conoce como “mercados secundarios” de este tipo de artículos?

Nos hemos extendido, al menos en apariencia, en demasía en estas consideraciones. Pero estimamos que no está demás, y por el contrario se trata de una cuestión de docencia buena y correcta -ya que también hay de la otra- explayándonos, a partir de lo que era tan solo una nota policial, respecto a algunas de las consecuencias en que ese tipo de comportamientos tienen y en las que podemos llegar, casi sin pensarlo, a quedar involucrados.

Porque el vivir como si la ley no existiera parece fácil y hasta placentero, en cuanto las más de las veces no lo es, en apariencia, costoso. Dado lo cual, como contrapartida viene a mostrar la complejidad del esfuerzo a llevar a cabo para revertir ese estado de cosas.

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