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Crédito MARTIN BARRAUD / GETTY
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Un tipo peculiar de relatos

El relato, según una de sus variantes, es una narración estructurada en la que se representan sucesos mediante el lenguaje. De donde los relatos pueden ser ficcionales o representar personajes o sucesos históricos. Y a la vez entre los que son ficción, se encuentran algunos que cuando no son una expresión de ella, tienen que ver con la especulación filosófica, sociológica o jurídica.

Por Rocinante

Ello lleva a la necesidad del análisis de conceptos que permiten agrupar los múltiples relatos con estas características, a la vez que la manera en que pueden llegar a incidir, si es que lo hacen, en la forma que adopten nuestras sociedades.
La ucronía
Comienzo con la referencia a este tipo de relatos, que si bien son materia para una especulación entretenida, son los que menos incidencia tienen en la vida real.

Es que como ucronía, se conoce un subgénero literario que se propone una reconstrucción alternativa de la historia, basándose en eventos que, si bien nunca sucedieron, pudieron haber ocurrido si los acontecimientos hubieran tomado otro sentido. Dicho de una manera más simple, en todos los relatos de este tipo se parte de la pregunta ¿qué hubiese pasado si…? lo que significa que se parte de un evento real, o de una sucesión de eventos de carácter histórico, que se desarrollarán en un sentido diferente al que conocemos.

Se destaca así, que temas comunes de la especulación ucrónica son la hipotética historia de los derrotados de una guerra en caso de haber resultado vencedores, o cómo habría sido el mundo si el devenir político hubiera tomado rumbos distintos.

Un ejemplo famoso de una especulación de este tipo es lo que hubiera sucedido en el caso de que Napoleón hubiera triunfado en la batalla de Waterloo. O para aludir a situaciones más cercanas, lo que hubiera pasado si Perón hubiese muerto en 1942, o si en 1980 se hubiera visto a Firmenich hacerse del poder.

Como ven, nos encontramos ante ejercicios fantasiosos fascinantes pero sin ninguna aplicación práctica, salvo como argumento para una película o una serie.
El enorme despliegue a que da lugar la utopía
En su origen la palabra cronos quería decir tiempo, mientras que la u era una partícula negativa. De donde que por ucronía se debe entender lo que no existe, aunque agregaría, que pudo haber existido, si no fuera que…

La utopía es otra cosa, y está lejos de ser una especie de divertimento. El origen de la palabra se encuentra en el término griego topos que significa lugar y como ya señalé la incidencia de la u antepuesta, ello viene a señalar a un no lugar. Para hacer más complicada las cosas, existen quienes afirman que habría que hablar de eu-topía (el significado original del término eu es bueno, de donde se trataría de un lugar bueno y no de un no lugar), pero a decir verdad, y sin que haya en mis palabras ni siquiera un dejo de ironía, me quedo con utopía, si se tiene en cuenta lo difícil que resulta encontrar un buen lugar…

En tanto Utopía es el nombre de una obra escrita por Tomás Moro, quien para muchos es más conocido por haber sido el ministro del rey inglés Enrique VIII, a quién éste mandó decapitar por haberse negado a legitimar su matrimonio con Ana Bolena por estar ya casado. Algo que a decir verdad es una exageración porque al utilizar la expresión utopía o utópico, no nos acordamos, ni de Moro y su obra ni de los personajes vinculados con el hecho que hubiera perdido su cabeza.

Pero lo cierto es que Tomás Moro tituló así a su obra, porque ya previamente había bautizado con ese nombre a una isla idílica, ubicada cerca de las costas (entonces inexploradas) de América de Sur, cuyos habitantes habían logrado el Estado perfecto: un Estado caracterizado por la convivencia pacífica, el bienestar físico y moral de sus habitantes y el disfrute común de los bienes.

Así es como nace el nombre de utopía, lo que no significa que no tuviera antecedentes -aunque no así denominadas- como es el caso de La República de Platón, un subgénero literario del que se publican libros y más libros, por autores de las más diversas familias.

Tal el caso de la doctrina del comunismo, ya que Marx concibió el fin de la historia, o más precisamente su consumación, con la instauración de una sociedad sin estado ni clases sociales, en la que cada cual debía aportar de acuerdo a sus capacidades y recibir de acuerdo a sus necesidades.

Y créase o no, hasta existen utopías capitalistas o de mercado libre, que conciben una sociedad donde todos los habitantes tengan acceso a la actividad productiva, y unos cuantos (o incluso ninguno) a un gobierno limitado o mínimo. Allí los hombres productivos desarrollan su trabajo, su vida social, y demás actividades pacíficas en libertad, apartados de un Estado invasivo y expoliador. Se relacionan en especial al ideal del liberalismo libertario.
Los pros y los contras del pensamiento utópico
Se me ocurre que las utopías son dignas de respeto a pesar de su carácter de especulación ficticia. Así quienes las han estudiado encuentran en ellas diversas funciones. Una función orientadora ya que pueden encontrarse en los textos de este tipo ideas acerca de posibles reformas a instrumentar por quienes gobiernan. También una función valorativa, ya que en algunas de esas obras es posible reconocer los valores fundamentales de una comunidad en un momento concreto y, también, los obstáculos que éstos encuentran a la hora de materializarse. Se agrega a ellas la función crítica, ya que por contraste, pueden admitirse limitaciones y falencias en materia de justicia y bienestar social.
Por último, una ficción esperanzadora, si se parte de que el hombre es esencialmente un ser utópico, y no son pocos los sueños que pueden convertirse en realidades.

Frente a esa postura se encuentra otra, la de quienes sostienen que la utopía se fundamenta en una concepción estática de la sociedad. El cambio sólo está justificado hasta alcanzar la utopía. Una vez conseguida la sociedad perfecta, justa y feliz, ¿qué sentido tendría que ésta siguiese transformándose? A los que se agregan quienes hablan de peligros más consistentes, cual es el que pueda llevarla al totalitarismo.

Es que, según ellos, la creencia y el convencimiento del carácter ideal y perfecto de un sistema llevan irremediablemente a la intolerancia respecto a cualquier otra propuesta. Considerar esta organización la más beneficiosa produce que cualquier opinión en contra, cualquier oposición, sea vista como una amenaza para la supervivencia de la utopía y, en consecuencia, sea apartada del panorama social, para bien de la comunidad.
Como no podía ser de otro modo, apareció la distopía
En todo tiempo existen quienes descreen que las cosas puedan llegar a hacerse bien. Es por eso que en todo tiempo han existido quienes, al atacar los defectos de la sociedad en que viven, hayan escrito distopías sin saberlo. Ese es el caso de Jonathan Swift quien ya en el lejano 1726 escribe una novela donde se asiste a una mezcla utópica de sátira y parodia a la sociedad llamada “Los viajes de Gulliver”, utilizando recursos narrativos de la novela de viajes.

Es por eso que un investigador en la materia ha indicado que la distopía o cacotopía son términos antónimos de eutopía, significando una «utopía negativa», donde la realidad transcurre en términos antitéticos a los de una sociedad ideal, representando una sociedad hipotética indeseable. Y que en el Diccionario de la Real Academia Española se la defina como la representación imaginaria de una sociedad futura con características negativas que son las causantes de alienación moral.

Es por ello se las ha caracterizado bien al señalarse que la mayor parte de las distopías describen sociedades que son consecuencia de tendencias sociales actuales y que llevan a situaciones totalmente indeseables. Surgen como obras de advertencia, o como sátiras, que muestran las tendencias actuales extrapoladas en finales apocalípticos.

Es por eso que la más mencionada de las distopías políticas en la actualidad, sea el libro que escribiera George Orwell en 1948 y que tituló como “1984”, cambiando el orden de los últimos números secuenciados, en la que además de hacer una crítica al estalinismo, daba una señal de alerta a cuál podía ser el mundo de un futuro en el que todos nos veríamos vigilados por medios tecnológicos (en todas partes se veía escrita la consigna: el hermano grande os vigila), con la constante que esa vigilancia llevara a que cualquiera terminara en un campo de concentración. Tan profético como eso era la invención de un idioma conocido como neolengua, en el que las palabras de uso corriente llegaban a tener un significado opuesto al que usualmente tenían, a la vez que el mundo entero estaba lleno de guerras locales de dimensiones diversas.

De donde lo que las distopías tienen en común con las utopías es su utilidad docente, en la medida que sirven para advertir, según se ha señalado, sobre los peligros potenciales de las ideologías, prácticas y conductas sobre los cuales se erigen nuestras sociedades actuales: el socialismo, el capitalismo, el control estatal, el consumismo, la dependencia tecnológica, las trasnacionales, para señalar algunos tópicos.
Por último, la retrotopía
Nos encontramos aquí ante un término con el que el sociólogo y filósofo Zygmun Bauman titulara su última obra. Bauman propone como salida retroceder para readquirir los valores humanos del pasado. La voz “retro” no tiene raíz griega, solo latina, así que no figura como “topos” de la imaginación, sino como un lugar localizado en un mundo histórico precedente.

El optimismo ilustrado ha concluido su ciclo estrellando las pretensiones de alcanzar racionalmente el progreso colectivo contra una realidad antropológica que limita el alcance de la razón.

Si la misma complejidad del mundo obliga a afrontar sus riesgos y peligros con la tecnología, que es el artefacto que puede liberar la servidumbre humana a los condicionantes de la naturaleza, no hay modo de impedir que no sea a la vez ese mismo instrumento el que también la supedite a una voluntad de dominación inserta en la condición humana.

Bauman parte de la idea que el modelo de la modernidad, tal cual ahora se presenta ha fracasado. Se daría el caso que el individuo consiguió su “emancipación”, respecto de las normas morales y sociales fraguadas en la tradición, pero esa autonomía deja solo a cada individuo, aislado, a merced de sus propios recursos y vencido, porque es impotente para remediar sus dependencias tribales o comunitarias.

El individuo así desnudo y sin que nada lo resguarde del capricho moral que él mismo se suministra, lo que significa no la añoranza de una mítica Edad de Oro, sino la vuelta al originario tribalismo –la manada- en la que se veía a todos peleando contra todos, como consecuencia de estar movidos por una ira sin sentido, ya que se trata del enojo por el enojo mismo.

Eso es lo que sirve para que Bauman explique la vuelta a los “nacionalismos”, que se da en estos momentos por ejemplo en los países europeos, que los ve como un “regreso a la tribu”, a la división entre “nosotros” y “los otros”, los extranjeros, que pone fronteras a una emigración de vuelta de la colonización, atraída por las diferencias entre unos países prósperos y otros depauperados.

Se olvida así, sigue diciendo Bauman, que la globalización de la mirada aproxima las distancias, antes insalvables. El proceso de las migraciones pone a prueba cómo hacer compatible las identidades nacionales con la cooperación mutua dentro de un Estado multiétnico, multicultural.

Una forma de señalar dónde buscar el camino.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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