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La pérdida de Diego Armando Maradona, el mayor jugador de fútbol de todos los tiempos, acaparó la atención del mundo entero durante más de 72 horas. La repercusión que tuvo su muerte y el intenso repaso de su vida y obra demuestran, una vez más, que el fútbol no fue lo único que lo ocupó. Cantante, bailarín, relator de anécdotas, hábil declarador, líder, bandera de los desposeídos, santo y hasta Dios de su propia iglesia (la iglesia maradoniana), Maradona fue la última leyenda de Occidente.

El Diez comanda aquel (¿selecto?) grupo de deportistas que supieron trascender el mundo del deporte para convertirse en algo más. “A Maradona lo quiero como persona… el fútbol es un valor agregado” decía, allá por julio, Andrés Calamaro desde su cuenta de Twitter. Este sentimiento es compartido, aunque no por todos, desde Buenos Aires hasta Dubái; desde Nápoles hasta Daca, Bangladesh.

Diego fue mucho más que un mago en el verde césped. No son muchos los casos que se parecen, o intentan parecerse, al suyo. Aquí haremos un breve repaso de algunos de los que también merecen un reconocimiento por lo que hicieron fuera de una cancha.
Didier Drogba
Luego de la agónica clasificación de Costa de Marfil a la Copa Mundial de Fútbol de Alemania 2006, donde se enfrentaría a la Argentina, Didier Drogba, el histórico delantero marfileño, daría un discurso que ayudaría, y mucho, a lograr la paz en su país.

A partir del año 2002, Costa de Marfil sucumbió en una guerra civil que enfrentó al presidente, que controlaba el sur, con las facciones rebeldes del norte. Entre idas y vueltas, el conflicto se mantenía en 2005.

Ese mismo año, esta excolonia francesa, ubicada en África Occidental, tenía la posibilidad de sellar el pase a la cita máxima del fútbol por primera vez. Lo logra, ganando su partido en Sudán y gracias a que Camerún, otra de las grandes selecciones africanas, no había podido vencer a Egipto.

La selección marfileña contaba con grandes jugadores, como los hermanos Touré o Emmanuel Eboué, pero ninguno como Drogba. En un vestuario discreto, diferente a los que uno acostumbra a ver en las grandes ligas europeas, el astro del Chelsea tomó el micrófono, en medio de la celebración, y dijo las palabras justas y necesarias para colaborar, desde su condición de ídolo, con la paz de su tierra natal.

“Hombres y mujeres de Costa de Marfil, del Sur, del Norte, del Centro y del Oeste”. Así comenzó Drogba, que dijo que aquella celebración debía servir para demostrar que “el país con más riquezas de África” podía subsistir en paz. Llamó a dejar las armas y a celebrar elecciones, además de bailar y cantar junto a sus compañeros.

¿Fue este el punto de quiebre en la guerra civil? Difícil de comprobar, pero los revisionistas admiten que sirvió, y mucho, que los jugadores y la gran estrella llamasen a que ambas partes acordaran. Y acordaron.

Drogba también fue más que un futbolista. Fue un líder, un símbolo, la figura de su país en el mundo. Como lo fue, y sigue siendo, Maradona para la Argentina. Al igual que Diego, siempre recordó sus raíces, su país, a pesar de haber emigrado a Francia con apenas 5 años. Como si fuera poco, tiene su propia Nápoles: el coqueto barrio de Chelsea en Londres, donde los hinchas lo eligieron como el mejor jugador de la historia del club luego de haber ganado todo.

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Drogba fue uno de los promotores de la paz, pero no se estancó allí: entre otras cosas, destino parte de sus ganancias a construir un hospital en Abiyán, su ciudad natal y capital de Costa de Marfil; como Embajador de Buena Voluntad de las Naciones Unidas desde 2007, se impuso como referente de un continente que tiene muchos desafíos y problemas por superar; a pesar de que la Federación Marfileña de Fútbol le negó la candidatura para presidir dicha entidad, el día que la presentó fue recibido por una multitud agolpada que lo quiere no solo como futbolista, sino también como líder y embajador del país en el mundo.
George Weah
En la costa oeste de África, limitando con Costa de Marfil, se encuentra un país poco conocido por los argentinos: Liberia. Allí nació George Weah, apodado como Mufasa o King George por el mundo del fútbol, de gran porte físico y una habilidad invaluable. Triunfó en la década de 1990´, jugando para el AC Milan y el Paris Saint-Germain, entre otros equipos. Weah ostenta, además, un récord muy especial: es el único jugador africano en haber ganado el Balón de Oro.

El fútbol fue tan solo una etapa más en su vida. Es, desde 2018, el Presidente de Liberia. Pero su camino como político y activista humanitario comenzó mucho antes.

Haberse criado en la pobreza y el subdesarrollo lo convirtió en referente y en una luz de esperanza para sus seguidores, quienes estaban orgullosos de ver a su compatriota triunfar en la escena internacional. Además de contar con un gran apoyo, Weah siempre ha sido un liberiano incondicional, un hombre que nunca olvidó sus raíces.

Desde que fue adquirido por el AS Mónaco de Francia, en 1989, hasta su retirada del fútbol, en 2003, su país sufrió dos guerras civiles (1989-1996;1999-2003) ¿Cuál fue su rol durante una guerra que se cobró la vida de más de 250.000 personas? Pagó el traslado de la selección de fútbol cada vez que jugaba en el exterior; visibilizó la guerra civil que había en su país y pidió una intervención internacional que cesara las hostilidades; se encargó de ciertas instituciones (un club de fútbol, por ejemplo) con el fin de inculcar valores y estimular la educación de los niños, mientras la guerra continuaba; lideró campañas de concientización en la lucha contra el VIH/Sida y de vacunación, en un continente donde la exposición hacia las enfermedades suele ser mayor; su pasión por la música lo llevó a que, junto a UNICEF y otras figuras africanas, sacara un disco llamado Lively Up Africa, con el objetivo de recaudar dinero para programas para niños en diferentes países del continente.

Con la vuelta a la democracia y la paz en 2005, y siendo Embajador de la Buena Voluntad -como Drogba- se presentó a diferentes elecciones. Perdió en la segunda vuelta, ese mismo año, en la candidatura para la presidencia de Liberia. Volvería a sufrir un traspié como candidato a vicepresidente en 2011. Finalmente, sería electo como senador en 2014 y como presidente en 2017. Su asunción fue histórica: por primera vez en muchas décadas, había un traspaso de mando entre dos presidentes electos. Mejor aún, era la primera que se daba un traspaso entre dos presidentes de diferentes partidos políticos desde 1870.

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Weah pudo haber elegido quedarse a vivir en Estados Unidos, país del cual tenía la nacionalidad. Contaba también con el pasaporte francés, que le podía garantizar una vida de lujo en cualquier región del país galo luego de una gran carrera. Pero eligió volver a su primer amor, a su lugar de origen, y trabajar por su país. A fin de cuentas, lo hecho por Weah en cancha fue de yapa, porque lo que hizo fuera de ella fue tanto o más impresionante que su juego.
Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira
No podemos dejar de mencionar a uno de los futbolistas más politizados de nuestra nación hermana, Brasil. Es cierto que Sócrates no ha sido un embajador de su país en el mundo como si lo fueron Maradona, Drogba o Weah, pero fue bandera de una lucha que interpeló a gran parte del continente algún tiempo atrás: la lucha por la vuelta a la democracia.

Apodado como El Doctor, debido a que estudió para ejercer dicha profesión, Sócrates tuvo una educación y/o formación superior a la que tenían muchos de los jugadores de los años ‘60, ‘70´ u ‘80. Desde su niñez, cuando vivió en carne propia la llegada de la dictadura militar de Brasil, que duró más de 20 años (1964-1985), comenzó a interesarse por la política y a afinar su posición política volcándose a la izquierda del espectro ideológico ¿Su mayor anhelo? Que la dictadura llegara a su fin.

Le tocó vivir sus mejores días como jugador durante la dictadura. Fue una pieza clave en la inolvidable selección de Brasil que disputó el Mundial de España 1982, según quienes saben la mejor selección en no haber conquistado la Copa del Mundo, y estuvo presente en México 1986. En cuanto a su desempeño a nivel clubes, tuvo un fugaz paso por la Fiorentina de Italia a mediados de la década de 1980, pero transitó casi toda su carrera en Brasil.

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El club con el cual más se lo ha identificado es Corinthians, donde ganó algunos títulos y mostró su clase entre 1978 y 1984. Pero al igual que los otros ejemplos, Sócrates fue más que fútbol: junto a sus compañeros establecieron la Democracia Corinthiana, decidiendo cada acción y cuestión que giraba en torno al plantel. Lo hecho por el club paulista dependía de las decisiones tomadas, mediante votación, por sus miembros.

La idea era tener un estilo de convivencia contrario a la dictadura y concientizar a la gente de que era hora de que ésta llegase a su fin. Esto incluía también salir con mensajes en las camisetas o con pancartas pidiendo la vuelta a la democracia. Sócrates enfrentó como nadie a la dictadura, y es tal vez la figura más reconocida en aquellos años de lucha. Gustasen o no sus ideales, logró su cometido y se convirtió en un símbolo popular y de los movimientos prodemocracia de Brasil y del mundo.

Ídolo del Corinthians, el segundo club más popular del país, ídolo y amigo del expresidente Lula Da Silva, aprovechó su condición de futbolista para trascender a su profesión y decir lo que mucha gente no se animaba a decir en aquel momento. Por eso fue un gran líder político. Claro, también fue un gran representante de su tocayo, el gran filósofo de Atenas. Como si fuera poco, inmortalizó un gesto: el puño en alto y la mirada hacia la gente.

Sería injusto dejar afuera a otros deportistas, no solo futbolistas, que no se quedaron en el molde y que fueron más que simples hombres que obedecieron a su profesión (lo cual no está para nada mal). Tal vez lo más curioso es que destacaron sobre todo en aquellos países donde la gente precisa de estos héroes deportivos y cree que es posible canalizar las esperanzas a través de ellos, aunque también han tenido una fuerte impronta en países del primer mundo (como por ejemplo, los jugadores de la NBA en Estados Unidos y el piloto británico de Fórmula 1, Lewis Hamilton, en relación a él Black Lives Matter).

Es válido elegir si se está de acuerdo o no con la posición que tomo cada uno de estos jugadores. Ahora bien, lo que importa remarcar aquí es que siempre tendrán un lugar especial en la historia aquellos que trascendieron, aquellos que hicieron que su desempeño deportivo pareciera un simple valor agregado y no la totalidad de su repertorio. Es cierto que Diego fue el símbolo de este gremio: tomó partida en muchas causas políticas y sociales a nivel mundial; supo ser el santo de una ciudad discriminada por el norte de Italia; acompañó gobiernos de diferentes ideologías; fue una luz de esperanza para mucha gente; etc. pero no estuvo solo. La historia puede, y debe, contar las aventuras de otros que siguieron un camino similar.
Fuente: El Entre Ríos

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