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Guzmán mejoró 50% la oferta inicial por la deuda
Guzmán mejoró 50% la oferta inicial por la deuda
Guzmán mejoró 50% la oferta inicial por la deuda
La gente parece saber mejor que el Gobierno qué debe hacer; ¿no sería mejor que el Gobierno se apartara de lo que no sabe hacer?

La credibilidad del Gobierno está por el piso. Ni siquiera el Gobierno se cree a sí mismo. Las amenazas de “incurrir en la responsabilidad penal por estar favoreciendo el contagio de la enfermedad" para quienes incumplen con el aislamiento social obligatorio suenan huecas.

Alberto Fernández ha dilapidado todo el capital político ganado con la cuarentena temprana. Su popularidad regresó en picada hacia las cifras que ostentaba antes del inicio de las sucesivas cuarentenas, y la tendencia no parece estar a su favor. Pero aun así, en el Gobierno pareciera no haber una idea clara de qué fue lo que falló. No entienden que los 135 días (todo el otoño y la mitad del invierno) ahora se desnudan como una mentira que no frenó los contagios, aumentó la inseguridad, y forzó el cierre de miles de negocios y la pérdida de cientos de miles de empleos.

La palabra de Alberto Fernández y la del Gobierno están más devaluadas que el peso, y no sólo cuando hablan de salud.

Está devaluada en la negociación de la deuda. La sucesión de “últimas ofertas” hace que cada amenaza suene más fingida. Guzmán y Fernández cantan truco con un cuatro de copas y se les nota. A su última amenaza, los acreedores le respondieron con un comunicado en el que informan que ahora tienen más del 50% de los bonos sujetos a canje. Pueden bloquear la transacción. El ministro Guzmán es un problema insoluble para Fernández: el protégé de Stiglitz y Cristina Fernández ya tuvo que mejorar 50% la oferta inicial, y todavía no le alcanza para cerrar porque insiste con una estructura que los acreedores no permitirán que se convierta en norma de las finanzas globales. Algunos argentinos no pueden con su genio y quieren seguir aleccionando al mundo. Como si fuéramos tan exitosos.

Tampoco tiene credibilidad el Gobierno cuando habla de reformar la Justicia. Sin escalas ha pasado de las buenas intenciones de diciembre de 2019 a un esquema en el que la sociedad no ve más que un tosco plan de impunidad urdido por la Vicepresidente. Sí: poco creíble y, además, tosco.

Están también devaluados el Banco Central y la Comisión Nacional de Valores, que pretenden mantener a raya al dólar con cientos de Resoluciones. Sin éxito, claro. Las expectativas les juegan en contra, y la habilidad del mercado para encontrar huecos es legendaria: 3,3 millones de personas compraron los US$200 pagando el impuesto solidario en julio (la mitad del balance comercial), los fondos de inversión dólar-linked (una apuesta a que el dólar se devalúe) manejan más activos que a fines de 2015, cuando la devaluación era cantada, y en el mercado de futuros el único vendedor es el BCRA. Haya más o menos normas, el veredicto del mercado es claro.

Con todo, son los anuncios en materia de salud los que más han horadado el valor de la palabra gubernamental. Los 135 días y las 10 conferencias de prensa, pletóricas de mentiras, miedo, ignorancia, errores y ninguna mejora sanitaria, derrotaron a la cuarentena. La gente, sobre todo la joven, está agotada. Por eso no respeta las reglas ni teme las amenazas huecas. Ve más peligro en perder un derecho humano fundamental, la libertad, que en contraer la enfermedad.

El Google Mobility Report (un informe de movilidad preparado por Google en base al seguimiento de los teléfonos móviles) indica que al 27 de julio, en el país había 55% menos tránsito a negocios y lugares de ocio, 19% menos a supermercados y farmacias, 80% menos a parques, 53% menos a estaciones de transporte, 25% menos a lugares de trabajo y 16% más en zonas residenciales, en comparación con el promedio previo a la cuarentena. En el Departamento Colón, salvo la movilidad a los lugares de trabajo, las cifras son aún menores. No son las reglas: la gente cumple o incumple por propia voluntad. ¿No habrá llegado la hora de terminar con el desgaste innecesario de los permisos y dejar que cada uno se cuide como se le canta?

Los argentinos son sobrevivientes. Viven a pesar de sus gobiernos, haciendo lo que los gobiernos no saben hacer. Por eso compran dólares, eluden la cuarentena y abren los negocios de manera clandestina. No por ser locos, ni marginales, sino por un instinto natural de supervivencia, desarrollado bajo diferentes gobiernos. Su umbral de desconfianza es bajo y saben que deben luchar para evitar ser arrastrados al fango en que tan propensos son los gobiernos a hundirse.

El Gobierno Nacional, y los gobernadores e intendentes tienen más miedo que la mayoría de la gente. Son más incompetentes, más ignorantes, más corruptos y más culposos. No sólo no hacen su trabajo bien, sino que muchas veces ni siquiera imaginan cómo hacerlo.

Quizás, la mejor solución para Argentina fuera poner al Gobierno en cuarentena. Igual, no debería preocuparle: ¡sólo duraría hasta el 16 de agosto!
Fuente: El Entre Ríos

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