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La Iglesia dialoga con China
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La Iglesia dialoga con China
Junto con el derecho a la crítica y el respeto por la opinión diferente.
Una curiosamente cruel manera de reeducar
Podría haber buscado cualquier otro ejemplo para encabezar esta nota. No sé por qué se me ocurrió prestar atención a la situación por la que atraviesan los uigures, uygures o uiguresson, un grupo étnico que vive en las regiones del noroeste de China principalmente, en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang, donde constituyen cerca de la mitad de la población.

Por Rocinante

Los iugures tienen su propio idioma, con muchas similitudes con la lengua turca y su escritura es una versión modificada persa del alfabeto árabe. De religión musulmana, existen entre ellos grupos partidarios que buscan una separación imposible de China; grupos que, en una parte al menos, han sufrido un proceso de radicalización similar al que se da en otros países con población predominante de aquella religión, cual es el caso de los árabes.

Ahora es noticia en el mundo que grupos importantes –se habla de más de un millón de ellos-están siendo llevados a los que en ese régimen comunista son sus campos de reeducación política. Es que en la Región mencionada se ha dictado una ley provincial contra el extremismo religioso, que contemplan que las autoridades locales utilicen centros de instrucción vocacional para educar y cambiar a aquellas personas influidas por el extremismo.

Por su parte las organizaciones defensoras de los derechos humanos vienen acusando a Pekín desde hace meses de retener en estos centros a centenares de miles de uigures para adoctrinarlos y desradicalizarlos. Y, como en un cuerpo enormemente gigantesco como es el de la China nada se concibe como pequeño, no resulta extraño que, según algunos cálculos, los reclusos podrían llegar a un millón, en una región de 24 millones de personas, de los cuales la mitad de los chinos en situación de adoctrinamiento, serían precisamente iugures.

Demás está decir que esa situación ha provocado denuncias, reclamos y rechazos. Es así como se ha escuchado decir a un alto funcionario de otro país, haciendo referencia a esa situación que los supervivientes de esos campos han descripto sus experiencias como un intento deliberado de Pekín de estrangular la cultura uigur y eliminar la fe musulmana, llegándose a calificar la situación aludida como de crisis de derechos humanos.

Una postura cuando menos comprensible si se tiene en cuenta que el objetivo que se procura alcanzar en esos “centros de formación y adiestramiento ocupacional y otros organismos de educación y transformación, es el de educar a los allí alojados en la lengua nacional, el mandarín, de manera que en ellos se implementarán, organizarán y desarrollarán planes de educación ideológica contra la radicalización, y se acometerá la rehabilitación psicológica y corrección del comportamiento para promover la conversión ideológica de los alojados”.

Y si he traído a colación esa situación trágica, es porque sirve para ilustrar dos perspectivas desde las cuales abordar situaciones de este tipo sobre las cuales resulta útil avanzar. Desecho la primera, no por carecer la misma de importancia sino porque es indispensable en estos momentos referirme a la segunda de las alternativas indicadas.

Todo ello sin dejar de señalar mi profunda sospecha, teñida de aversión, cuando se habla de reeducación, porque esa palabra huele a adoctrinamiento, algo que es lo opuesto a educar, y no es otra cosa que un lavado de cerebro. Es cierto que como forma de atenuar el carácter lapidario del juicio se podría, sin éxito, señalar un preocupante fenómeno al que se asiste en lo que en su momento se conoció como el mundo libre, cual es la desinformación de la que se valen tantos medios de comunicación social y abundantes contenidos de los que circulan por las redes sociales para tratar de anular en sus seguidores de todo tipo, el desarrollo de su pensamiento crítico; argumento que a lo sumo sirva para encontrar ambas cosas como responsables.

La pregunta: ¿resultan éticos los intentos del diálogo, con potenciales interlocutores por quienes son tratados como enemigos, a la par que dan cuenta de una historia de vida reprobable?

Ese precisamente es el abordaje alternativo, que surgía de la situación al principio referida, y que es de una importancia también incuestionable en el mundo actual. Un mundo en el que mostrando los defectos menguantes de un continuo, que comienza con la vigencia perfecta total e inalcanzable del Estado de derecho, termina con aquellas sociedades en las que aquél resulta poco menos que una caricatura. Mientras que para valorarlos, lejos estoy de caer en distinguir entre ellos en buenos y malos, ya que, a lo sumo, habría que tratar de señalar cuáles son menos malos.

Una pregunta que por lo demás debe considerarse como revalorizada en una coyuntura en la que, tal cual lo ha expresado con acierto un pensador europeo, las alternativas en las que ya estamos embretados son ¿la guerra y lo desconocido o el compromiso y un régimen democrático?

Es que se hace al formularse esa pregunta y responderla de una manera afirmativa vencer una primera resistencia que no es sino una muestra de orgullo (viene el caso el dicho aquél de yo con ese no me siento en la misma mesa a conversar aunque me paguen todo el oro del mundo) alimentado y potencializado por viejos y hasta válidos rencores. Y que de no ser así se hacen presentes el escepticismo, las más de las veces incluso razonable, acerca de la posibilidad de culminar con éxito un encuentro de este tipo.

Para ilustrar la postura correcta, esos intentos preliminares de acercamiento entre el Vaticano y China que han provocado reacciones adversas entre muchos de los sufridos integrantes de la Iglesia Católica subterránea de ese estado continente, que han mantenido aun a costa del martirio su lealtad al Papa, y que ahora, ante los acontecimientos señalados, se consideran equivocadamente traicionados.

Dicho entonces de la manera más pragmática, respondiendo a la pregunta: la cuestión es sentarse a conversar, y luego se verá. Ya gran cosa que el hacerlo aumente la posibilidad de impedir de esa manera, el afloramiento o la subsistencia de las posibilidades de la violencia en el conflicto presente.
Los que se sientan a la mesa son siempre personas de carne y hueso
Lo que se acaba de indicar parece una obviedad, pero a veces se pasa por alto, incurriéndose en una confusión que los que se sientan a la mesa a conversar (ese comportamiento que le damos un nivel que no siempre se alcanza verdaderamente, cual es el del diálogo) no son ni estados ni grupos, sino personas físicas que los representan, y que inclusive no son las que tienen poder decisorio, ya que tienen que atenerse a las instrucciones dadas por alguien que se encuentra por encima de él y es el que tiene el poder de decisión.

Aunque de cualquier manera el que dialoga nunca es un buzón, ya que es alguien que interactúa con quien o quienes son sus mandantes, de manera que están en condiciones de influir para que en su caso se modifiquen las instrucciones recibidas como forma de avanzar en el diálogo.
La disposición de espíritu con la que el diálogo deber ser encarado
Imaginemos, ya sentados a la mesa, a los protagonistas del diálogo. Para que el mismo avance con éxito no está demás seguir los consejos de Steve Jobs, sobre la actitud con la que los mismos debieran abordarlo. A ese respecto él recomendaba:

– Acude a reuniones con una buena predisposición. Mostrarse abierto a escuchar y comprender al interlocutor es clave para llegar a un buen entendimiento. Tendrás que olvidarte de las prisas y dejar de lado nervios y preocupaciones. Solo así lograrás sentarte ante tu interlocutor con los oídos abiertos y la mente despierta.

– Mantén la calma: gana comprensión y seguridad. Si no estás atento al discurso de tu interlocutor, difícilmente podrás captar el contenido de la charla y responder con precisión y agilidad. Prestando atención a la conversación te sentirás más seguro en lo global y tu interlocutor sabrá que sus palabras son importantes para ti. Evita, en la medida de lo posible, que tengan que repetirte conceptos y explicaciones.

– Muestra una actitud gestual positiva. Asentir con la cabeza y sonreír de manera suave son dos gestos básicos para que el entrevistador se sienta cómodo contigo y capte que estás atento. Los gestos de aburrimiento, enfado o desinterés no causarán, en absoluto, una buena impresión al reclutador.

– Participa en la conversación. Es importante no tener miedo a intervenir para aclarar ciertos puntos o comentar temas que sean de interés mutuo. Al final de la entrevista, puedes proponer un resumen de las cuestiones más importantes. De esta manera, el interlocutor se dará cuenta de que has entendido su mensaje y el tiempo del encuentro habrá sido provechoso para ambos.

– Escucha para saber más. Prestando atención a las personas, ya sea en el momento de la entrevista o en el de una reunión de trabajo, ganarás tú. Permitir que otro exponga sus argumentos te ayudará a descubrir rasgos fundamentales sobre sus opiniones y su personalidad.
La invitación al diálogo
No está demás, para hacer un reclamo que es, hasta cierto punto, una exigencia de una mayoría de nuestra sociedad traer a colación reflexiones de un politólogo sobre este respecto.

Es que nuestro autor señala que el diálogo puede ser considerado como un deber ético-político del conjunto de ciudadanos que integran la comunidad política. En una época saturada de contrastes, resulta de fundamental importancia considerar que más allá del deber de entrar en la lucha, existe el derecho de no aceptar los términos de la lucha así como han sido puestos, sino que, por el contrario, es necesario discutirlos y someterlos a la crítica de la razón”.

Lo que resulta fundamental en un periodo donde florecen los mitos consoladores y edificantes es el compromiso para iluminar con la razón las posiciones en conflicto.

En otras palabras, resulta fundamental poner a discusión las pretensiones de unos y otros para restituir a los hombres armados de ideologías contrapuestas la confianza en el coloquio, restableciendo, junto con el derecho de la crítica, el respeto por la opinión diferente.

La invitación al coloquio se dirige a los diversos interlocutores y busca que éstos no renuncien a ejercer una actitud crítica, anteponiéndola a las certidumbres dogmáticas».
Frente a nuestra patéticas miserabilidades de las que ya hablaba Hipólito Irigoyen
Sumerjámonos en nuestra realidad, donde se ven, como lo hemos dicho tantas veces, en realidad varias realidades.

Al hablar de la posibilidad de diálogo en ese contexto, se debe partir de un hecho positivo, cual como pasa con los hijos ante la perspectiva del divorcio de sus padres, por lo general (existen circunstancias que la vuelven no solo imposible sino hasta indeseable) conservan hasta el último momento la espereza de reconciliación, que avance hacia una consolidación estable, pasa lo mismo con una mayoría abrumadora de los miembros de nuestra sociedad.

Dado lo cual es una responsabilidad de todos ellos, entre los que me incluyo, exigir de quienes tienen responsabilidad de conducción o de consejo sobre ellas que se abran al diálogo. Y una vez puesto en marcha ese desafío, se mantenga el nivel de exigencia para que el diálogo pueda avanzar y culminar de una manera exitosa O sea llegar a la comprensión de que se debe acabar con las declaraciones llenas de dulces palabras pero huecas de contenido y ajenas totalmente a verdaderas buenas intenciones al respecto, para comenzar a efectuar una presión social que vuelva efectiva esa exigencia y que al mismo tiempo condene socialmente a los que se rehúyen al diálogo, o que se sumen a él para sabotearlo.

Y en ese orden de ideas, no solo repudiamos la actitud malévola de los que adoptan posiciones claramente antisistema, sino que nos provoca molestia y nos hace sentir impotencia un diálogo desvirtuado al convertirse en negociación, lo que suena a negocio, en el que se hace presente un toma y daca, en el que más que mostrar un cinchar justos en prosecución de una meta compartida en cuanto todos los actores la han hecho suya, da la impresión de que lo que se está repartiendo son cuotas de poder.

Es lo que hay, es lo que frecuentemente se escucha decir a modo de disculpa. Aunque por mi parte, pienso que para bien de todos hay que levantar la mira.
Fuente: El Entre Ríos