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La historia es vieja, ya que la contaba mi bisabuelo, a quien le causaba una gracia que no entiendo y que sigue vivita y coleando en la familia. Y la oigo repetir a menudo de “entre casa” cuando se habla de personas no valoradas; haciendo referencia a “yo ya sabía que iban a llegar tan lejos”, y muertos de risa repiten una y otra vez, como si de esa forma se refirieran a alguien que les provoca picazón.

Resulta que en frente nomás de la casa donde en ese entonces vivía mi bisabuelo, tenían un taller de bicicletas dos simpáticos muchachones, trabajadores al mango y fanáticos ciclistas, que además vivían arreglando bicicletas para todo el mundo. Su apellido -su nombre de pila no lo supe nunca, pero tampoco viene al caso- era Ruso.

Y también es el caso que mi bisabuelo, cuando en uno de esos días en que se producían los primeros “Sputniks”, esas cosas, hoy satélites, que entonces parecían prodigiosas, debe hacer como 70 años, y que ahora nadie les lleva el apunte, se le ocurrió ir a visitar a una comadre. Es que al parecer en esa época todos lo que lo eran se trataban no solo de “usted”, sino también de “compadre” y de “comadre” (si no saben lo que significan esas palabras, pregúntenle a sus abuelos). Y allí fue donde salió el tema de los satélites de ese nombre, y mi bisabuelo pudo escuchar de boca de su comadre, decir entusiasta mientras movía la cabeza asertivamente y agitaba una mano que “yo sabía que los Ruso tan inteligentes y empeñosos iban a llegar muy lejos”.

Y no sé por qué reviví la historia, cuando escuché hace poco de que se candidatea para las próximas elecciones una dupla “Fernández-Fernández”. Aclaro que no fui yo, sino un amigo que estaba conmigo, el que acotó que “era una lástima que en lugar de una dupla, esa fórmula no pudiera ser un terceto, porque en ese caso hubiera quedado un lugar para sumar a Aníbal Fernández”. Y agregó que el terceto “Fernández-Fernández-Fernández” se volvería imbatible porque sería lo mismo que hablar de “los tres mosqueteros”, tan arrojados y temerarios ellos.

En ese momento, levanté los ojos, miré seriamente a mi amigo y le pregunté si acaso sabía que Fernández es un apellido de origen alemán y que significa “viajero valiente”. “Sí -me respondió-, pero no es bien así, porque el verdadero origen está en una palabra que utilizaban los visigodos, cuando esos bárbaros conquistaron España, y ellos a la palabra valiente la entendían, más que con el significado que actualmente le damos, ‘como imprudentes temerarios, que por arrojados que son no le hacen asco a nada’”.

Fue entonces, tan bien que estábamos, cuando se pudrió todo con la llegada de mi tío, el sabelotodo, que enterándose de lo que conversábamos, se le dio por rebajar a los Fernández, diciendo que ocupan el cuarto lugar entre los apellidos que hacen roncha entre nosotros -igualito que en España- y detrás de los González, los Rodríguez y los Gómez, en ese orden y mirando por encima del hombro a los Díaz que le siguen inmediatamente más abajo.

Pero mi tío cuando empieza no para. Es por eso que no me extrañó cuando siguió dale que dale diciendo que es una barbaridad que jorobándose como se joroba con los cupos y las leyes que tienen que respetarlos no haya una que se ocupe de los cupos de apellidos o patronímicos en las listas de candidatos a cargos públicos, ya que el resultado es que nos encontramos con un Fernández ubicado al lado, no se sabe si abajo o arriba, de otro Fernández.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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