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Hace tres décadas, probablemente el común de la gente se hubiese sonreído al pensar que las aulas podían tener otra forma, otra estructura o, aún más, que podían llegar a desaparecer. Y sin embargo, no sólo que eso está sucediendo, sino que lo está haciendo mucho más rápido de lo que se podrían haber imaginado aún los más visionarios.

Por Marcos Perroud

Hace cosa de un mes, tuve el privilegio de viajar a Salta para asistir al primer “Congreso Internacional de Educación a Distancia”, organizado por la UCASAL (Universidad Católica de Salta). Digo “privilegio” porque no todos los días uno tiene la oportunidad de escuchar a especialistas de Estados Unidos, España, Brasil, Uruguay, y de nuestro propio país.

Esto fue, insisto, hace casi un mes. Y si recién hoy puedo sentarme a escribir es porque sólo ahora siento que he sido capaz de organizar en mi cabeza tanta cantidad (y calidad) de ideas, números y, sobre todo, sensaciones. Y es que es tal la velocidad a la que la educación está evolucionando, son tantas y tan novedosas las herramientas que están atravesando este cambio, que uno no puede más que sentirse en una especie de montaña rusa.

¿Qué es lo que está cambiando en realidad? Digamos, en principio, que casi todo. Ya no es sólo la tecnología lo que avanza a pasos agigantados, sino también nuestra forma de relacionarnos con ella, de convivir con ella, y de cómo se está implementando en educación. En algunos rincones del mundo con mayor velocidad que en otros, eso está claro. Pero aquí, en Argentina; aún más, aquí en Entre Ríos, no estamos siendo ajenos a este fenómeno.

El sistema de educación a distancia de la UCASAL, pionera en la materia, se inició hace 30 años. En Concordia, apenas unos años menos. Hace tres décadas atrás, probablemente el común de la gente se hubiese sonreído al pensar que las aulas -como siempre las concebimos- podían tener otra forma, otra estructura o, aún más, que podían llegar a desaparecer (cuanto menos parcialmente). Y sin embargo, no sólo que eso está sucediendo, sino que lo está haciendo mucho más rápido de lo que se podrían haber imaginado aún los más visionarios.

Veamos esto con algunos números. En nuestro país los últimos datos oficiales datan del 2017, e indican que unos 160.000 estudiantes cursan carreras de grado y pregrado a distancia. Esto es un 8% del total de estudiantes universitarios, no obstante ya “suena a cifra vieja”, puesto que en el último año se sumaron más de 60.000 nuevos alumnos a este sistema. Es decir, la modalidad está creciedo a pasos agigantados, y ya no hay quien la pare (ni debería haber quien pretenda hacerlo, a mi modo de verlo). No obstante ello, es curioso que en países como Brasil, donde de alguna manera esta tendencia es quizás un poco más jóven, el porcentaje es sustancialmente mayor: allí el 40% de los alumnos universitarios estudian en sistemas online. En muy escaso tiempo, “los de distancia” serán más que “los de presencial”, esto parece una tendencia irreversible.

Ocurre que, en gran parte, los que más rechazan la tendencia muchas veces son los propios actores de la enseñanza tradicional; esto es, los docentes. ¿Por qué? A mi modo de ver, fundamentalmente es por miedo. Por un lado, miedo a lo nuevo; a de pronto toparse con algo desconocido, para lo que no fui formado, y en lo que muchas veces mis propios estudiantes me sacan ventaja (leáse, por ejemplo, en el uso de la tecnología). Por el otro, miedo a que la modalidad tienda a sacar de escena el rol del docente como elemento central del proceso de aprendizaje. Y en este punto es donde debemos deternos. Como bien destaca el español Lluís Pastor (uno de los disertantes del Congreso), la función del docente como planificador del aprendizaje seguirá existiendo, al menos en el mediano plazo, pero es probable que otros roles que siempre han estado atribuidos exclusivamente al docente puedan pasar a manos de unidades de inteligencia artificial (en parte entrenadas, desde ya, por los propios docentes). Pero sí, vamos, en gran parte, hacia una educación que pone el foco en el verdadero protagonista de la historia: el alumno.

En otras palabras, los docentes no dejarán de existir, pero sí probablemente tiendan a ir desapareciendo los roles más tradicionales de estos y las formas de “estar” frente a un aula. Ejemplo de ello es algo que sucedió, precisamente, en una de las conferencias del Congreso de UCASAL. El español Lorenzo García Aretio (palabra mayor en cuanto a educación a distancia) sorprendió a todos. Hizo su ponencia desde Madrid, pero no lo hizo por Skype ni otro sistema de videoconferencia. “Apareció” en forma de holograma y parado allí, frente a todos los presentes, dio su conferencia. Quienes se atrevan a decir que “no estaba”, pues bien, lamento contradecirlos, pero están equivocados. Ese hombre estaba allí como el que más. Y, permítaseme el comentario, estaba mucho más presente que muchos docentes que he tenido en la universidad en un sistema tradicional-presencial.

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Holograma. Un experto español hace su ponencia desde España Agrandar imagen
Holograma. Un experto español hace su ponencia desde España
¿Y qué con la calidad de la educación a distancia?
Hace casi 10 años que trabajo en la sede de Concordia de la UCASAL. Debo reconocer que previo a ello tenía muchos de los prejuicios que tiene parte de la sociedad respecto a la educación privada en general, y de la educación a distancia en particular. “Es de mala calidad”, “Se reciben porque pagan una cuota”, “No es lo mismo”, “Es para gente grande”, “Es para chetos con guita”, son algunas de las expresiones que he escuchado. Pues bien, a todos esos mitos los he ido derribando con la experiencia. He visto llorar a una alumna luego de reprobar diez veces Derecho Romano, y la he visto llorar de alegría luego de aprobarla a la undécima vez (pregúntenle a ella si es “fácil” la educación privada). He visto también que gran parte de los docentes son los mismos que dan clases en prestigiosas universidades públicas y presenciales (¿O qué… acaso los buenos docentes sólo lo son en la presencialidad?). Observo, además, que gran parte de nuestros alumnos no son “chetos con guita”, sino chicos que trabajan, o bien que provienen en su gran mayoría de familia de “laburantes” que día a día hacen un gran esfuerzo para garantizar a sus hijos, precisamente, una educación universitaria de calidad. Veo todos los días, en nuestras estadísticas, que la educación a distancia ya no es sólo para gente grande (el 80% de nuestros ingresantes en 2019 son menores de 30 años, la mayoría chicos de entre 18 y 22 años).

No hay modalidades de buena calidad y modalidades de mala calidad. Sí, desde ya, hay buenas universidades y malas universidades. Hay excelentes universidades públicas con sistemas tradicionales, y hay excelentes universidades privadas con sistemas de educación a distancia. Y las hay de las otras, seguramente.

Afortunadamente, todos esos mitos y prejuicios se han ido cayendo a pedazos. La historia, tarde o temprano, siempre tiende a poner las cosas en su lugar. En educación también el futuro ya llegó. Ya no sólo estamos atravesados por las pantallas para entreternos, para comprar productos, o para buscar pareja. Las pantallas nos están atravesando también en nuestra manera de formarnos profesionalmente. Y no tiene sentido ir en contra de ello. Muy por el contrario, debemos tomar esto, hacerlo cada día mejor, cada día más accesible para todos. No hay que tenerle miedo. Tomo como referencia las palabras del Director General del SEAD de UCASAL, el Mg. Daniel Torres Jiménez: “Es fundamental ponerle rostro humano a la tecnología, darle una mirada humana que termine de formar integralmente a los profesionales".

Estamos construyendo la historia, el futuro, hoy. El desafío es enorme, y en el horizonte sólo hay recompensas.

+ Si querés conocer más sobre las tendencias actuales en educación, en el siguiente link podés acceder a todas las conferencias desarrolladas durante el Primer Congreso Internacional de Educación a Distancia en el marco de los festejos por los primeros 30 años del Sistema de Educación a Distancia de UCASAL.

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