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Quien ha observado las imágenes que mostraba la televisión, acerca del accionar de los autodenominados “movimientos sociales”, y a los que en el lenguaje coloquial se los designa como “grupos piqueteros”, no pudo menos – o al menos debió haberlo hecho- que mostrar su preocupación al observar a nuestra ciudad capital, virtualmente bloqueada por aquéllos. En lo que se exhibía como una doble barrera, cual era la conformada por los nombrados, cara a cara con fuerzas de seguridad que le impedían el paso por puentes y otras vías de acceso.

La situación no es nueva, pero su continuidad en el tiempo, es ya un síntoma que la misma no puede sino agravarse, sobre todo si se tiene en cuenta que muchos de esos movimientos han dejado de identificarse con el actual gobierno, el que antes, y aun después que los actuales funcionarios accedieron a sus cargos, buscaron manipularlos, como si se trataran virtualmente de regimientos, en procura de sus propios intereses, escondidos detrás de preocupaciones valederas de los reclamantes.

Y atendiendo a la gravedad que está asumiendo el estado de cosas descripto, ello nos lleva a temer que, más allá de las intenciones respetables de reclamantes que se limitan a poco más que hacer sentir su presencia, perturbando pasivamente y de una manera indirecta, a quienes transitan por avenidas y calles, y de la prudencia que exhiben las fuerzas de seguridad, nos encontremos ante una situación explosiva. De esas que aun por circunstancias fortuitas y hasta de una mínima entidad, y sin que nadie pueda llegar a verse como responsable de que ocurra, pueda llegar a desbandarse.

No alcanza para aventurar una mirada más positiva, el hecho que esos grupos movilizados hayan comenzado a variar el sentido de sus reclamos de los iniciales de “planes sociales” y de “ayuda alimentaria” por el de “trabajo genuino”, cual es el del que comienza a aparecer en los carteles que alzan los caminantes, y en las consignas que se vuelven rítmicas al batir de los bombos.

En tanto, aquello que cabe considerar como valioso, es que el cambio de consigna puede ser interpretado como que los movilizados han comenzados a percatarse que, aun con más planes sociales de un monto mayor, y con ayuda alimentaria enriquecida en cantidad y calidad, no es suficiente para seguir estancados en ese “limbo infernal”. Al que basta describir con términos contrapuestos en los que actualmente están estancados, y en el que resulta imposible que germine ni siquiera una esperanza de futuro.

Trabajo genuino. No se pueden encontrar en cualquier sociedad muchas aspiraciones más que las contenidas en esa consigna. E incluso consideramos que la misma no puede dejar de ser compartida por ninguno de los integrantes cuerdos y honestos de nuestra sociedad.

Pero la cuestión pasa por el hecho –tan frecuente también en otros ámbitos sociales- que al momento de enunciar y comenzar a aplicar “el cómo hacerlo”, se hace presente un vacío que se lo llena con un gran signo de interrogación.

Ya que de lo único que estamos ciertos, en una sociedad preñada de rigideces de todo tipo que favorecen la consolidación de grupos de intereses sectoriales –los que no dejan un espacio para la reflexión y la acción vinculada con el bien común- en el que la pobreza, el desclasamiento y la marginalidad social crecen, donde se ve medrar a la corrupción, y desparramarse por todos los intersticios y fuera de ellos a la droga como una mancha venenosa, el esfuerzo para ser exitoso tiene que ser mayúsculo y la cirugía eficaz y equitativamente invasiva.

Para lograrlo, debemos decidirnos a poner todo nuestro empeño –el que no puede sino estar signando por “desprendimientos”- a una reacción reconstructiva del orden social, donde el trabajo genuino venga acompañado con la seguridad de invertir. Sin olvidar que, si ello es importante, lo son en mayor medida todos los otros condicionamientos que posibilitan nuestro desarrollo personal.

Es que lo contrario de ese empeño, está en el camino que estamos transitando. Al final del cual se encuentra –y esto en el mejor de los casos, una sociedad igualada por la pobreza, y con nuestros compatriotas, sino los más valiosos, al menos más “busca vida”, radicados fuera de nuestras fronteras.

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