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Toda profesión además de basarse en principios para su correcto ejercicio se compone de tareas que deben llevarse a cabo para ser eficientes y eficaces.

Planificación y definición de objetivos es la primera tarea de cualquier profesión para ser eficaz, más aún cuando nos referimos a la conducción y liderazgo tanto en el sector privado como en el público, por ello es sorprendente (¡¡o no!!) que todavía estemos discutiendo si nuestro país necesita o no de un plan con objetivos de corto, mediano y largo plazo.

En cualquier organización o empresa privada, sea esta una familiar, una Pyme o una multinacional no hay posibilidad alguna de gestionar sin una
plan y sin objetivos, ¡¡¡mucho menos aceptar que el responsable máximo afirme que no es necesario!!!

Una planificación razonable requiere en primer lugar de un diagnóstico o relevamiento de la situación en que nos encontremos, cuáles son los
recursos con los que contamos y cuáles necesitaremos para alcanzar los objetivos planificados.

Podríamos afirmar que quienes sostienen que no es necesario planificar y definir objetivos ocultan o justifican su incapacidad para liderar o conducir.

“Si un hombre no sabe que puerto busca, cualquier viento es bueno” (Séneca)

Inaceptable para el liderazgo en todo tipo de organización o institución.

Otra razón para planificar y establecer metas u objetivos es que solo se puede mejorar lo que se mide.

Algunas premisas a tener en cuenta para elaborar un plan, tal vez la más importante es definir o decidir qué es lo que hay que dejar de hacer de lo que estamos haciendo. Les aseguro que cuando analizamos en profundidad los procesos de gestión encontraremos varios eslabones que no solo no aportan sino que afectan negativamente los resultados.

“Si quieres algo nuevo tienes que dejar de hacer algo viejo” (P. Drucker)

Esto que parece relativamente simple no lo es, implica dejar de hacer cosas que se hacen habitualmente de manera natural, automática. Desaprender para volver aprender formulado en los principios de la Gestión como Profesión reafirma la importancia de esta tarea.

Otro aspecto a considerar es cuántos deben ser los objetivos. Como ya lo hemos planteado en columnas anteriores, deben ser pocos, pero trascendentes, acotados en el tiempo, no más de un año, cuanto más importantes más frecuente debe ser el seguimiento, salvo rara excepciones,
siempre se deben documentar y firmar.

Con cierta frecuencia, se desarrollan modelos de planificación y definición de objetivos en los que la ejecución y aplicación del modelo suele ser más importantes que el fin buscado. (Sugiero prestar atención a este punto)

La vieja discusión sobre si los objetivos deben ser consensuados o impuestos dependerá entre otros factores de cada organización o institución, situación, cultura y finalmente necesidades. No se justifica filosofar sobre este aspecto.

Antoine de Saint Exupery sostenía que “una meta sin un plan es solo un deseo”.

Finalmente, pretendo cerrar esta columna para referirme a la experiencia que transitamos en estos tiempos en nuestro país.

Hace algunos años estaba atravesando una situación profesional complicada, no tenía en claro qué camino escoger, las alternativas eran diametralmente opuestas, una era muy atractiva desde la comodidad y de lo ya conocido, la otra era dejar de hacer lo que estaba haciendo para hacer algo nuevo. Finalmente me atreví a compartir este dilema con un amigo y consejero al que respetaba profundamente. Luego de escucharme
atentamente me respondió:
“¡¡Es difícil estar en misa y en procesión al mismo tiempo, tú sabrás!!”

Siento que uno de los dilemas por los que atraviesa nuestra conducción política en el país aplica con esa definición.

¡No se puede estar en misa y en procesión al mismo tiempo!

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