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“Con la vacuna vamos a evitar la segunda ola de coronavirus que está viviendo Europa”, dijo el Presidente allá por octubre de 2020. A pesar del yerro de Alberto Fernández, es cierto que podíamos observar el caso europeo, o el estadounidense, para anticipar lo que iba a ocurrir, meses después, en nuestro país. Hoy, asoma el verano y la esperanza en el hemisferio norte. En cambio, el frío arriba a estas tierras, donde solo hay incertidumbre, desinformación, medidas apresuradas y, sobre todo, urgencias.

Más allá de las medidas elegidas por los presidentes, gobernadores o intendentes (vale aclarar que la mayoría de los líderes del Primer Mundo también tomaron medidas drásticas e inconcebibles, aunque fueron más eficientes para hacerlas cumplir), que fueron y son estudiadas hasta el hartazgo, estamos viendo los efectos que provocan los cambios de estación y los procesos de vacunación.

En Argentina, las cosas se han hecho esencialmente mal. Confinamientos eternos, restricciones insólitas, probadas violaciones a los derechos humanos, polémicas en torno a los acuerdos para conseguir vacunas de un lado o del otro, vacunados vip y contradicciones constantes entre lo que promovían los dirigentes y lo que ellos mismos hacían (no son especialistas en predicar con el ejemplo). Todo eso en medio de tres crisis, la sanitaria, la social y la económica. Que ahora nos encuentran con el frío y con las elecciones legislativas por delante.

Ahora bien, observemos qué ocurre al otro lado de la línea ecuatorial. Mucho se ha hablado del fin del capitalismo, o de que esta situación nos pegaría a todos por igual. Evidentemente no. En Estados Unidos no solo está llegando el verano, lo cual es una ventaja para enfrentar enfermedades respiratorias, sino que además llegan bien parados al mismo. Las millonarias inversiones para crear vacunas contra el COVID-19, parecieran tener éxito. Baja todo lo que tiene que bajar: casos, internaciones, muertes y restricciones.

Más de 130 millones de estadounidenses se dieron todas las dosis que tenían que darse. 300 millones son las que se repartieron en total. Un montón. Pero lejos están de conformarse: las autoridades motivan a los escépticos a vacunarse. Van a vacunarlos a las playas, sortean premios entre los que deciden cambiar de opinión y se inmunizan, eliminan más restricciones para los que se dieron todas las dosis, etc. La inmunidad de rebaño está a la vuelta de la esquina y no faltan vacunas, falta confianza en ellas. Es tal la oferta que ya están siendo enviadas a otros países y repartidas entre los turistas, que acuden a Miami o Nueva York -mecas del capitalismo- para hacer “turismo sanitario”. Van, incluso, aquellos que se proclaman antiimperialistas, maoístas o patriotas. Nadie los culpa… ¿quién no iría a Miami a pasar unos días en la playa y de paso borrarse de la mente este disgusto?

En Europa, la situación es diferente, pero el clima también ayuda. Los que dieron cientos de pasos hacia adelante fueron los británicos, que vacunaron a más de un tercio de su población con ambas dosis. Los franceses, españoles y alemanes, con el pasar de los días, aceleran sus procesos de vacunación y creen que llegarán al verano con mucho aire. En Francia, por dar un ejemplo, se vacunaron por completo alrededor de 10 millones de personas, y se abrió la inscripción para todos los mayores de 18 años.

Dejando de lado el número de inmunizados, comienzan a bajar los casos y las muertes en el Viejo Continente, donde la gente vuelve a vivir como a mediados de 2020. Esta vez, cuentan con la experiencia propia y saben que para el próximo otoño deberían tener a buena parte de su población con una o dos dosis si quieren evitar cierres de 4 meses, como ocurrió durante los meses del invierno septentrional.

Creería uno que los gobiernos darán todo por recuperar el tiempo de vida perdido. Mientras tanto vuelve a haber gente sin barbijo en las tribunas (basta con ver los últimos partidos de la Premier League Inglesa, o el PGA Championship de golf jugado esta última semana en Carolina del Sur), poco a poco vuelven la gran mayoría de las actividades recreativas, reabren todos los comercios y el turismo, los boliches están comenzando a organizar eventos y los ciudadanos van por todo, ya sea a puertas cerradas o al aire libre.

Observar lo que ocurre en Europa, en Estados Unidos, o en Israel, debería servir para esperanzarnos, para entender que el camino son las vacunas y que no debe haber intereses que interfieran en su compra. Los encierros y las restricciones distorsivas solo sirven, como vimos allí y aquí, para posponer algunos problemas mientras se desatan muchos otros.

Servirá de guía y ejemplo lo que ocurra en los patios de nuestros vecinos. Chile, Brasil y Uruguay han vacunado en grandes cantidades. Paraguay, finalmente, logró llegar a un acuerdo con Pfizer, al igual que los países recién mencionados, lo que alimentará el interrogante sobre qué pasó con la Argentina.

Más allá de todo deseo, habrá que esperar para ver una situación similar a la de Europa. La falta de herramientas para sortear los problemas de estos tiempos asusta a muchos e indican que mucho de lo vivido durante el 2020 puede repetirse. Habrá que ver cómo reacciona la ciudadanía, como actúa el gobierno frente a los distintos desafíos y ver si alguien nos da una mano. Habrá que pasar el invierno y mirar qué pasó y qué pasa más allá de nuestras fronteras para aprender y anticiparse.
Fuente: El Entre Ríos

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