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La dimisión de Giuseppe Conte como presidente del Consejo de Ministros de Italia (Primer Ministro) abre un nuevo capítulo de incertidumbre política en un país donde la estabilidad y solidez gubernamental parecieran ser una anomalía.

La alternancia en el poder es algo deseado en las democracias liberales. Obliga a los políticos a rendir cuentas frente a los ciudadanos, que en la teoría son la fuente de poder. Ahora bien, Italia ha llegado al extremo de no poder tener un jefe de gobierno lo suficientemente aceptado por el Congreso o la población como para liderar al país en diferentes circunstancias.

66 gabinetes hubo en Italia desde que se redactó la nueva Constitución en 1948. El promedio de duración de todos ellos es de 13 meses, aproximadamente. Quien aguantó más tiempo en el cargo, sin interrupciones, fue il cavaliere, Silvio Berlusconi, que estuvo casi 5 años al mando entre 2001 y 2006 (aunque ocupó el cargo como presidente del Consejo de Ministros en otras ocasiones).

Recordemos: a diferencia de la gran mayoría de los países americanos, Italia cuenta con un sistema Parlamentario. La gente no elige directamente al Poder Ejecutivo, es decir el gabinete y el jefe de gobierno, sino que esa elección recae sobre el Poder Legislativo y depende de su conformación. En muchas ocasiones, y más aún en la actualidad, el caudal electoral de los partidos no alcanza para tener mayorías propias y formar un gobierno sin la necesidad de gestar coaliciones. Coaliciones que pueden ser efímeras.

Suele ser más simple disolver el Poder Ejecutivo en el parlamentarismo que en el presidencialismo. Son muchas las herramientas constitucionales disponibles para que haya un cambio en la dirección política. Por ejemplo, si el Primer Ministro pierde el apoyo de una parte importante de la coalición, es puesto a prueba con una moción de censura o una de confianza o decide disolver el parlamento y llamar a elecciones, tanto éste como el gabinete pueden perder sus cargos. En Italia, como vimos anteriormente, se tomaron a pecho esta cuestión de la “simpleza”. No es el caso de, por ejemplo, Alemania, donde apenas ha habido 9 cancilleres desde que se formó la República Federal, en 1949.

A pesar de que sea más simple y menos costoso en términos políticos e institucionales, no quiere decir que sea un momento oportuno para que predomine la incertidumbre en Italia. Esto lo sabe Sergio Mattarella, el presidente de Italia. Dicho puesto es ocupado por figuras políticas o jurídicas de larga trayectoria (como es su caso), electas por el mismo Parlamento, y su rol es el de Jefe de Estado y el de representante de la unidad nacional.

Mattarella recibió la renuncia de Conte, quien presidia el Consejo de Ministros desde 2018, este mismo martes. Los medios italianos y los analistas veían venir esta decisión luego de que Matteo Renzi, expresidente del Consejo de Ministros, exmiembro del Partido Democrático y fundador del partido Italia Viva, le soltase la mano y dejase a Conte sin mayoría legislativa, además de sacar a los suyos de las carteras ministeriales que le correspondían.

Si bien Conte había logrado sobrevivir, con el apoyo de senadores independientes, a una posible moción, era de público conocimiento que no contaba con la suficiente legitimidad para continuar al mando y que solo podría resistir apelando a la famosa “transa” política. ¿Cuál es su objetivo entonces? Que, a partir de la renuncia y la disolución del actual Poder Ejecutivo, pueda formar un nuevo gobierno, en el que todos los partidos con tendencia centrípeta lo avalen como líder para los desafíos próximos.

En este sentido, ¿cuál es el obstáculo? Básicamente, conseguir el apoyo suficiente dentro del poder político y convencer incluso a los disidentes de su actual gestión, para continuar en el cargo. Con respecto a esta opción, Mattarella fue bien claro, como contaba Elisabetta Piqué para La Nación, diciendo que no quiere ningún "governicchio” (“gobiernucho”) más. Es decir, pretende que la próxima coalición sea lo suficientemente fuerte como para que no haya una parálisis gubernamental o como para que la política funcione sin necesidad de convencer -a veces con dadivas poco escrupulosas- a senadores que se hacen llamar independientes.

Es lógico el deseo de Mattarella, quien sabe que Italia atraviesa una crisis sanitaria y económica que no tiene precedentes. El financiamiento por parte de la Unión Europea, para oxigenar a uno de los países más importantes del bloque, sería efectivo solo si hay certidumbre política y un horizonte claro del camino que pueda llegar a tomar un nuevo gobierno. Suenan muchos nombres para calmar las aguas y alinear al establishment. Los hay del Partido Democrático, del Movimiento 5 Estrellas o de la centroderecha.

¿Cuáles son los pasos por seguir para Mattarella? Por el momento le pidió a Conte que se haga cargo de las cuestiones básicas del Ejecutivo, mientras analiza lo que quieren, y lo que no, los diferentes partidos políticos. Él entiende que la solución más rápida y efectiva es lograr mantener la unidad y que coordinen los partidos que dicen ser moderados. Incluso el de Renzi, que provocó este desbarajuste.

Esto no quiere decir que lo logre, ya que la oposición de derecha, conservadora y/o nacionalista tiene chances de vencer, o de conseguir más bancas, en los comicios. Allí predominan Matteo Salvini, presidente del partido Liga del Norte y Giorgia Meloni, presidenta del partido Hermanos de Italia.

Cerca de ellos se encuentra el mencionado Silvio Berlusconi, quien está tratando de revitalizar desde hace un tiempo a su partido, Forza Italia. El ex Primer Ministro estima que podría perder bancas si la gente tuviera que salir a votar, lo que lo alentaría a acercarse al centro para formar un gobierno de “unidad nacional”, ganar representación en el gabinete y que su figura parezca más conciliadora. A su vez, abundan los rumores acerca de que ha recibido la propuesta, por parte de la derecha, de ser impulsado como presidente de Italia en 2022 si se inclina por las elecciones. Lo único certero es que tanto él como muchos otros, quieren su pedazo de la torta y no quieren ya saber nada con Conte.

¿Qué ocurrirá? Por el momento, nadie puede asegurar nada. Con el pasar de los días, Mattarella debería tener un panorama más claro. Él y muchos otros italianos saben que la incertidumbre política es un puñal para el país, que es uno de los que más ha sufrido la pandemia y que necesita mostrar señales de unidad y moderación para recibir una asistencia económica considerable. Para ello, habrá que seguir atentamente la puja de poder y ver si gana el acuerdo político, o si las partes interesadas en que se reconfiguren los escaños logran ir a elecciones dentro de unos meses.
Fuente: El Entre Ríos

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