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De querer comenzar a llamar a las cosas por su nombre tendríamos que al actual movimiento, el cual ha asumido la continuidad del peronismo originario, darle el nombre de “cristinismo”. Porque quedan peronistas, pero como ha pasado con los sindicatos, han dejado de ser la “columna vertebral del movimiento”. Y mencionar a Néstor Carlos Kirchner, es aludir a un sentimiento hacia una persona; el que anida y trata de mantener vivo su viuda, de una manera que muchos son los que consideran, cuando no encomiable, al menos envidiable; pero en el cual –y esto es materia opinable- cabría ver un desvío en el rumbo de la concepción política de su marido...

Es precisamente esa circunstancia, la que nos llevara a preguntarnos qué apelativo deberíamos aplicarle a Jorge Lanata, esa extraordinaria mezcla de periodista permanentemente reciclado y de showman, el cual, en sus diversas mutaciones, a diferencia de lo que sucede con nuestro actual Presidente, sigue siendo el mismo.

Se nos ocurrió, por un momento, señalarlo rememorando a Lisandro de la Torre, como el “fiscal de la República”, pero nos pareció que, así hacerlo, no solo era inadecuado sino inclusive una falta de respeto.

No porque no se tratara de evaluar ni capacidades, ni trayectorias, ni méritos, sino por cuanto Lisandro de la Torre era un representante de una época en la que, de las “encerronas” de ese entonces, hasta resultaba enaltecedor, buscar una salida en el suicido, aunque no fuera la más de las veces por fortuna, otra cosa que una alternativa desechada.

Nosotros pertenecemos a otra época –la que no nos interesa evaluar como mejor ni peor, sino señalar tan solo como distinta-, en la que en contraste con un subterráneo sentido de la vida, se hace presente un crudo y cruel amoralismo. El mismo que tratamos de encubrir en el cinismo de la filosofía del “es lo que hay”, la misma que nos lleva a reír para no llorar.

Es en ese contexto que cabe ubiquemos a la figura de Jorge Lanata, quien se ha convertido en el cultor superlativo de aparentar tomar en solfa una vergonzosa realidad. Algo que histriónicamente lleva a cabo, dándonos a entender que esa es la única manera de sobrevivir y, por qué no, sacudirnos, en un entorno al que el humor sarcástico puede anestesiarnos, mientras se mantenga un rescoldo de esperanza. El cual para ser avivado necesita de otros menesteres.

Inclusive, dudamos de que sea adecuado calificarlo de esa manera, ya que ni es esa seguramente su pretensión, ni es del todo hacer de ella sola el centro de una imputación, en la que una mayoría de nosotros, en diversas gradaciones que pueden ser incluso mayores que las de Cristina Fernández, deberíamos considerarnos incluidos, a poco de efectuar lo que otrora se conoció como “examen de conciencia”.

De allí también el petardo ruidoso que hizo explotar Lanata, en el programa con que retornó a la televisión con su cataclísmico programa. El cual consistió en denunciar que la titular del PAMI diera $900 mil a un total de nueve locales de La Cámpora. Una conmoción, a la que de cualquier manera se la vio atenuada, como resultado del intenso ejercicio de acostumbramiento al que estamos sometidos. La cual, incluso, nos pareció menos grave que la inquietud, que se traduce en la pregunta que no hemos podido dejar de formularnos.

¿Dónde están los fiscales, los “controladores”, desde aquéllos a los legisladores, pasando por los tribunales de cuentas y la multitud de los organismos de control existentes dentro de nuestra estructura estatal? Todos los cuales resultan incapaces de evitar que estas cosas sucedan, y, en el caso de suceder, que concluyan con la sanción de los culpables y no con los archivos de causas. Aunque hablar de archivo, no siempre es una designación correcta, si se tiene en cuenta que muchas de dichas causas ni siquiera han llegado a iniciarse…

Aunque mirando atentamente en nuestra circunstancia, resulta explicable que estas cosas sucedan. Es que estamos frente a un Estado que, cuando no está ausente, da muestras de una impotencia que, en ocasiones, hasta lleva a hacer pensar que es deliberada.

Basta con la alusión al caso de “los confinamientos”, los cuales parecen razonables, atendiendo a la falta de vacunas a la que obligó la pandemia. Una decisión que ni se llevó a cabo, en infinidad de casos, a su “auto-cumplimiento”, ni tampoco a que, ante su ausencia, el gobierno se mostró eficaz en imponerlo.

Pero volvamos al “petardo de Lanata”. Éste consiste, como se señalara, en que, según un informe, el PAMI otorgó una serie de subsidios por 900 mil pesos a cada uno de los supuestos centros, que en teoría fueron asistencia para centros de la Tercera Edad. Pero como Lanata comprobara, los locales o estaban cerrados o eran unidades básicas de la agrupación que dirige Máximo Kirchner.

No nos encontraríamos, de esa forma, ante el pago de un “Subsidio Solidario de Sostenimiento Extraordinario, otorgado a Centros de Jubilados y Pensionados, correspondiente al mes de diciembre de 2020″, sino ante el intento subrepticio, burdamente consumado, de “hacer caja”, para utilizar uno de los modismos de la jerga actual del mundillo de nuestra política.

Nada que sorprenda. Pero que nos brinda la oportunidad de la confirmación de la liviandad de espíritu con que encaramos nuestras miserias. Ya que no podemos dejar de señalar algunos de los nombres con que se individualizaban esos –muchas veces ni en apariencia- “centros de jubilados”. Los que servían de careta a los locales partidarios de esa agrupación partidaria.

Entre los que se encuentra “Milagros al Sur”, “Seguimos soñando” y “La década ganada”. Pero que también, aquella otra denominación en la que se hace referencia a “un gran números de flores por abrirse”. En una clara reminiscencia a una de las consignas de la Revolución Cultural de la República Popular China, liderada por Mao y que reclamaba, según su texto apocopado, “Que florezcan mil flores”. Y que su texto íntegro decía que “permitir que 100 flores florezcan y que cien escuelas de pensamiento compitan es la política de promover el progreso en las artes y de las ciencias y de una cultura socialista floreciente en nuestra tierra”.

En algo que los desafectos a Mao hizo que señalaran que la primera parte de la frase suele ser recordada en Occidente a partir de la traducción incorrecta “que mil flores florezcan” y suele ser usada para referirse a los supuestos esfuerzos deliberados de deshacerse de los disidentes, después de haberlos alentado a expresar sus críticas hacia el régimen, antes de haber procedido a detenerlos y reprimirlos.

A ello se agrega la denominación de otro local cual es: “Vengo a proponerles un sueño”. O sea, las palabras iniciales del primer mensaje presidencial de Néstor Carlos Kirchner del 25 de mayo de 2003, en la expresaba “vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país en serio, pero, además, quiero un país más justo”.

Expresiones que llevan a recordar el famoso discurso de Martin Luther King Jr., pronunciado el 28 de agosto de 1963 desde las escalinatas del Monumento a Lincoln durante la Marcha en Washington por el trabajo y la libertad, cuando habló de su deseo de un futuro en el cual la gente de tez negra y blanca pudiesen coexistir armoniosamente y como iguales. En el cual, sus palabras primeras fueron “yo tengo un sueño…”

Es que es importante soñar. Inclusive cabría decir que es imposible para la humanidad avanzar si no se ha soñado primero. De donde que no sea cierto que “los sueños, sueños, sueños son” ni que “la vida es un sueño”. Pero también es cierto que el despertar es tanto o más importante, como lo es a su vez la realidad con la que nos encontramos al despertarnos y seguir viviendo. De allí que de vez en cuando no resulte superfluo escuchar el ruido de un petardo.

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