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Un ejemplo de situaciones políticas que hacen recordar a los programas de chistes de la televisión

En aquello que conocemos como “entretenimiento”, suele tantas veces suceder, son perceptibles dos cara o rostros diferentes.

Uno de ellos, está vinculado con la fortuna de pasar el tiempo de una manera agradable, ya sea utilizándolo en la práctica de actividades lúdicas, como es el caso de las deportivas, o en el de una morosamente plácida tertulia.

Se trata éstas, de ocasiones de aquellas que provocan bienestar en los participantes; y que ayudan a enfrentar las dificultades propias de toda existencia, de una manera más llevadera.

La otra cara, no solo es lo contrario por una cuestión de ubicación opuesta, sino por consistir en el hecho presente cuando vemos a personas que pierden su tiempo ocupando su atención en cosas que impiden que realicen o continúen en su necesariamente indispensable accionar. Viniendo de esa forma a darse una acción. Es el caso de personas a las que vemos “mal entretenidas”.

La presente distinción la consideramos útil para hacer referencia de una manera tangencial –no podemos dejar de reconocer que el mismo es merecedor de un análisis de mayor envergadura, aunque la cuestión a la que nos referiremos no es, ni mucho menos, una de menor cuantía- al reciente mensaje de nuestro gobernador Bordet, por ante la Legislatura provincial.

Es que se trata de comenzar por poner la atención sobre una circunstancia destacable del mismo. La que además de ser una expresión de sentido común y de prudencia, debe valorarse sobre todo como una manifestación de coraje cívico. Algo, poco habitual en esta época en la que resulta lo común escurrirle el bulto a las cuestiones espinosas, cuando no “dorar la píldora” de manera de presentarlas de una manera en apariencia digerible. Todo ello por más, que de cualquier manera, en algún momento la indigestión, más que con seguridad, se hará presente.

La reflexión incluida en el mensaje gubernamental a la que hacemos referencia es aquélla donde se lo ve hacer referencia al hecho de que nuestro sistema jubilatorio provincial no es viable, como a decir verdad es el caso de todos los regímenes jubilatorios públicos de nuestro país, inclusive los de organizaciones paraestatales. No solo a “la larga” como a veces se pretende sino que lo son ahora mismo, en esta actualidad actualísima; independientemente de que se considere necesario efectuar una transición paulatina en su reforma, algo que a la vez debiera ser lo más corta posible, como forma de dar tiempo a asumir la conmoción que van a significar los efectos de ese crudo y hasta cruel “cimbronazo”.

En tanto, cabe agregar que de esa afirmación suya no hacemos una referencia literal, sino tan solo de ella una reinterpretación que es solo verbal y por ende, cabría considerarla innecesaria. Afirmación suya, decimos, que comienza advirtiendo que si desde ya no se toma el toro por las guampas, veremos a nuestro sistema jubilatorio provincial, terminar “explotando” en una década.

Advertimos que exponiendo las cosas a ese respecto, como el gobernador lo hizo, además de ser importante de por sí, viene a cumplir una función docente; por más que es sabido lo difícil, sino lo imposible, que a nosotros nos cuesta aprender de experiencias anteriores aunque sean las propias.

Algo que es independiente de la necesidad de abocarnos al estudio de las circunstancias propias y ajenas, que nos llevaron en la materia al actual estado de cosas, e inclusive ir más allá trata de desentrañar –en lo que se trataría a lo más como un mero ejercicio teórico- las responsabilidades varias que cupiesen, y en realidad caben, en forma principal a un grupo no pequeño de protagonistas.

Es que lo que en la oportunidad nos urge es mostrar la vinculación que se da en este caso concreto entre la acción gubernamental y el entretenimiento, ilustrando con un caso concreto una manera de proceder que resulta harto frecuente no ya solo aquí y ahora.

Es por eso que apuntamos a la circunstancia que al mensaje aludido, y al momento de evaluarlo, siguió un cruce a distancia entre un diputado provincial del bloque de Cambiemos, cuyos dichos nada afortunados tanto por su oportunidad como por su contenido, llevaron a la réplica de otro legislador, esta vez oficialista, que vino a contribuir a llevar el chisporroteo no al mensaje en sí, ni a la afirmación del gobernador más arriba señalada, sino a las recíprocas atribuciones de culpa, en relación a la difícil situación en la que nos toca vivir.

Discusión inconducente, porque de lo que se trata en este caso, y tantos otros de la misma naturaleza, de lo que se trata no es de distribuir culpas a los mandobles, sino a emprender el estudio minucioso, profundo y sereno que exige nuestro régimen jubilatorio de manera de poder encontrarle más que una solución una salida al mismo (Viene al caso indicar, que según cifras que se han dado a conocer, la Caja previsional provincial cuenta con recursos propios para cubrir la mitad de lo que representa el monto de los haberes totales a pagar).

Eso no quita que no se trata de olvidar nada en una forma de autocensura, sino que se puede a la vez perdonarlo todo, sin que ello signifique olvido, mientras se deja actuar a la justicia que es de esperar no lo haga de una manera pachorrienta.

Es que llevar las cosas a ese nivel a todas luces inoportuno no es indudablemente lo apropiado y el legislador provincial que generó el despilfarro al que no referirnos, debería haber prestado atención a la línea de comportamiento fijada por los integrantes de la bancada en el orden nacional, los que condicionaron el bajar al recinto de sesiones para escuchar al actual Ministro de Economía, que en ninguna forma en su intervención o los legisladores oficialistas en sus acotaciones o pedido de aclaraciones, desmadraron la sesión llevándola precisamente a esos cauces a los que hicimos alusión, cual es el de cuestiones inconducentes al objeto del encuentro.

Sin dejar de señalar, a mayor abundamiento, que ensartarnos en este tipo de planteos no tiene como efecto sino avivar esa “grieta” de la que tanto se habla y de la son pocos los esfuerzos que se hacen a la hora de tratar de encontrar la forma de curarla.

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