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En un reciente artículo titulado “Lo que creemos saber y lo que queremos saber: perspectivas sobre la confianza en las noticias en un mundo cambiante” publicado en Reuters Institute, se muestran algunos resultados sobre la confianza en las noticias que ha dejado la pandemia.

El Informe de noticias digitales 2020 del Instituto Reuters señala que “menos de cuatro de cada diez personas (38%) dicen que normalmente confían en la mayoría de las noticias” (Newman et al. 2020).
La desconfianza en las noticias
El proyecto “Trust in News” (confianza en las noticias) se pregunta, entre otros aspectos, “¿Por qué se erosiona la confianza en las noticias, cómo se desarrolla en diferentes contextos y diferentes grupos, cuáles son las implicaciones y qué se podría hacer al respecto (para revertir la situación)?”.

Allí el ambicioso proyecto que se extenderá por los próximos tres años, recuerda que si "la confianza es la nueva moneda para el éxito", como ha declarado la Asociación Mundial de Medios de Noticias (Tjaardstra 2017), ¿cómo se gana y qué se puede comprar con esta moneda?”. Esta gran pregunta es el objetivo a responder luego de algunos años de indagación que recién se inicia.

En la investigación que lleva adelante “Trust in News” entrevistaron a editores de diferentes medios del mundo. Los resultados muestran que entre los efectos de la desconfianza en las noticias lo primero que se resiente es el modelo de negocio, “ya que los modelos de negocios de muchas organizaciones de medios dependen más que nunca de los ingresos directos de suscriptores y seguidores”. Y, sobre todo, la desconfianza golpea en la cara a la propia actividad periodística dado que el combate a la corrupción, las denuncias a las maniobras corporativas y la crítica a la política de los gobiernos dependen exclusivamente de la confianza en los reporteros y los medios de comunicación. Para ilustrar los efectos negativos que genera este escenario, el reporte repasa la frase de la periodista del Washington Post, Margaret Sullivan: “Si hay un perro ladrando pero a nadie le importa, ¿de qué sirve?”. Esta metáfora del perro guardián, que alerta de un posible robo, pero nadie le presta atención, parece resumir los desafíos que afronta la profesión periodística que necesita sostener y recuperar la confianza de las audiencias.
El drama de la desinformación
El primer dato es que a pesar de la pérdida de confianza en las noticias, “muchos medios de noticias siguen siendo las fuentes independientes más confiables de información accesible, oportuna y relevante sobre asuntos públicos”, recuerda el informe. Sin embargo, la explosión de las redes sociales y la promoción de facilidades para publicar hace que muchos usuarios de noticias estén mostrando una preocupación creciente por las dificultades para distinguir entre lo real y lo falso de lo que se publica en línea (Newman et al. 2020). Se trata del fenómeno de la desinformación, que inunda cadenas de WhatsApp, cuentas de Twitter, Facebook y hasta portales falsos de noticias.

En respuesta a este flagelo han surgido organizaciones como es el caso de Proyecto Desconfío en Argentina que se especializan específicamente en la detección y combate a las campañas de desinformación. Sin embargo, el periodismo ha quedado atrapado también en esta consideración general y si bien las plataformas de redes sociales y la política lideran la desconfianza de la gente sobre la calidad de la información que distribuyen, también crece el señalamiento al periodismo como fuente de información falsa o engañosa (Newman et al. 2020).
Un Caldo de cultivo
El reporte de Reuters sobre los medios en cuatro países como Brasil, India, Reino Unido y Estados Unidos. Entre las diferencias que existen entre países desarrollados y no tanto es que en Brasil y en India, prevalecen lógicas de distribución de contenidos centradas en WhatsApp que, combinado con déficits de alfabetización digital, se convierte en un “caldo de cultivo”' para la desinformación (Chakrabarti et al. 2018). al tratarse de sistemas de mensajería encriptados, sin acceso público, el asunto se vuelve más delicado. Por eso resultan muy importantes los estudios enfocados en los usos de WhatsApp que desarrollan las audiencias, como el caso que está estudiando Proyecto Desconfío para comprender el modo en que acceden y distribuyen noticias los mayores de 60 años de Argentina, uno de los grupos más propensos a propagar desinformación en forma involuntaria.
Más allá de la verdad
Cada vez más, los estudios relacionados a las acciones que llevan a los usuarios a compartir o distribuir información falsa o engañosa confirman que las creencias previas y las coincidencias ideológicas ocupan un papel central. Muchos de los periodistas entrevistados en el proyecto “Trust in News” estuvieron de acuerdo en que “la confianza (en las noticias) puede depender de qué tan bien correspondan los informes de noticias con las nociones preexistentes. Cuando les gusta el hecho [del que se informa], les agradamos; cuando no les gusta el hecho, no les agradamos”, resume Felipe Harmata, supervisor de noticias de Band News Curitiba (Brasil). Estas dinámicas hacen de la confianza un fenómeno particularmente difícil de medir y cambiar, dado que no se trata sólo de un problema en relación a la verdad o los hechos que el periodismo pueda demostrar, sino que la confianza está precedida por los prejuicios o el sesgo ideológico de quienes acceden a las noticias.

Entre los caminos para aumentar la confianza, Craig Silverman de BuzzFeed News aporta una mirada interesante: "La persona promedio no tiene una gran base en cómo hacemos nuestro trabajo en el nivel más básico. Y aunque todavía no sabemos cómo estas lagunas en la comprensión pueden afectar la confianza, mientras pocos conozcan los mecanismos que emplean los periodistas profesionales para informar y confirmar información, no se puede esperar que las audiencias diferencien entre medios o periodistas utilizando evaluaciones informadas sobre las prácticas de recopilación de noticias, que a menudo varían en calidad”.

El panorama parece complejo. Pero al final del camino también es cierto que los usuarios de noticias aprenden cada vez más a diferenciar una nota periodística de una operación de prensa. O una investigación de una nota de promoción de una empresa o un candidato. Y es probable que, aunque menos rentable, ese camino de construcción de confianza con los lectores sea la senda que garantice la supervivencia del periodismo profesional.

** Los resultados citados en esta nota fueron generados por un estudio de Dr Benjamin Toff, Sumitra Badrinathan, Dr Camila Mont'Alverne, Dr Amy Ross Arguedas, Dr Richard Fletcher y Prof. Rasmus Kleis Nielsen. Publicado en Reuters Institute el 03/12/2020.

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