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Advertencia preliminar: la presente nota fue escrita al atardecer del jueves pasado, es puesta a disposición de los lectores en la mañana del día de hoy, viernes, y en la misma se efectúan especulaciones respecto a sucesos que es de desear no lleguen a producirse en el mediodía del sábado. Un lapso de 40 horas que da la impresión de ser una eternidad para todos nosotros, dada nuestra coyuntura. Una prueba que vivimos sobre un tembladeral. De cualquier manera, consideramos válido el contenido esencial de lo escrito, ya que existe la posibilidad no deseable que acontecimientos similares, puedan llegar a manifestarse como posibles en el futuro.

Nos encontramos en vísperas de una situación que se presenta como ominosa incógnita. Con el agravante que, por otra parte, da la impresión de que incluso sus eventuales protagonistas, y con mayor razón el resto de la sociedad, en apariencia al menos, sino la ignoran, parecen evadir el ocuparse de ella.

Nos estamos refiriendo a algo que puede acontecer mañana, cuando en Buenos Aires, tal como es tradicional que ocurra en esta época, la Sociedad Rural Argentina inaugura su Exposición anual. Es que algunos de los “movimientos sociales” existentes en nuestro país, a los que se hace referencia comúnmente como “piqueteros”, han anunciado que en forma coincidente con esa inauguración – a la que, de una manera casi rimbombante se la define como “la fiesta mayor del campo argentino”- marcharán hacia el lugar donde la misma se celebra.

No con el propósito de sumarse al acto inaugural, sino como manifestación de una postura en la que se mezcla un rechazo, que es no otra cosa que un repudio, con reclamos que suenan a exigencias, a los hombres de campo en general, ya que ese acontecimiento es una manifestación simbólica, en cuanto representativa, de ese segmento de la población de nuestro país.

Como no se sabe hasta dónde están dispuestos a avanzar los manifestantes en sus acciones, ni tampoco de la forma con la cual se verá reaccionar a los asistentes de este acto como respuesta, no pueden menos que barajarse escenarios diversos alternativos, acerca de lo que allí puede llegar a ocurrir. Cabría aquí tener presente un dicho frecuente en boca de nuestras abuelas cuando, ante este tipo de situaciones, señalaban que hay que “esperar lo mejor, al mismo tiempo que estar preparados para lo peor”.

Ese consejo, en el que una nada imprudente aspiración se entremezcla con la sensata advertencia de la necesidad de tomar recaudos ante lo que puede llegar a pasar, pareciera estar ausente en los más altos ámbitos gubernamentales, los mismos que parecen haber eliminado de su agenda su función primera y esencial, cual es la de preservar el orden y volver una realidad efectiva a la seguridad.

Algo que no debería causar extrañeza, cuando es precisamente desde esos ámbitos –en lo que se presenta como una aberrante manera de proceder- donde a través de mensajes y consignas con los cuales se machaca reiteradamente, desde donde se siembra el odio contra los productores rurales –los mismos que desde el gobierno no dejan de esquilmar, aún en un grado mayor que al resto de la población- acusándolos de una “retención granaria”, la que, como consecuencia, impediría al gobierno, disponer de los dólares que se necesitan, para que el ya del todo maltrecho Estado sobreviva.

No es nuestro interés entrar en la polémica acerca de si es cierto o no que los productores rurales permanecen sentados sobre una cantidad de granos de soja con un valor equivalente a los veinte mil millones de dólares, y por ende tampoco emitir un juicio ético frente a esa circunstancia.

Pero lo que sí no podemos dejar de señalar es que nuestro peso –el que debería ser nuestra moneda, a la que hemos convertido en apenas un poquísimo más que una hoja de papel pintado- ha dejado de ser “una reserva de valor”. Dado lo cual en nuestro país todo aquél que está en condiciones de hacerse de algunos dólares lo hace, sin excepción alguna, ya que quienes nos gobiernan también están, de la misma manera, buscando preservarla.

Mientras tanto, al momento en que se haga imprescindible resistir cualquier despojo, se debería cuidar de no enrostrarlo a las personas carenciadas, las que deben merecer el respeto de todos. Ya que un creciente número de pobres e indigentes, están siendo propulsados por el actual status quo, a ver en la moneda americana su principal “reserva de valor”.

Dado lo cual al mismo tiempo que expresamos nuestro esperanzado deseo que en los días que vienen predomine la cordura, nos sentimos obligados a señalar la responsabilidad gubernamental, como el factor principal en cualquiera conjetural consecuencia desgraciada de los hechos que eventualmente puedan llegar a suceder.

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