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El mayor ejercicio de tolerancia es escuchar a quienes piensan diametralmente opuesto a uno, el verdadero tolerante es quien respeta que no todos debemos pensar igual.

El debate sobre la despenalización del aborto, no hace más que lograr poner en evidencia nuestro infantilismo, nuestra adolescencia, falta de madurez, y por sobre todo de tolerancia.

Quizás la grieta tan utilizada por el mundo K y el mundo Pro, sea un síntoma más de esta enfermedad que nos va carcomiendo lentamente, pero sin detenerse nunca, y al mismo tiempo refleja una falta de educación atroz, donde al quedarnos sin argumentos no nos queda otra que agredir al otro tanto por sus elecciones religiosas, sexuales, o bien por su idolología política.

Y es aún más penoso ver como muchos dirigentes cambian su opinión al calor de las encuestas, dejando claramente una muestra de hipocresía absoluta, pasando de una posición al extremo, de votar blanco para pasar a negro, y de no tener un análisis sistémico de todo lo que se vota.

La falta de una coherencia ideológica, hace perder la riqueza de cualquier debate, aunque esta falta es más bien una demostración de la falta de preparación, la poca inversión en equipos técnicos, y la anulación de la autocritica.

Muchos legisladores locales, provinciales y nacionales pierden la perspectiva de sistema, entonces votan un presupuesto que dice blanco, luego sacan una norma que dice negro, para pasar a defender una posición gris.

La mayoría de las veces se hace esto ante la inexistencia de un concepto más amplio, una cosmovisión. A muchos de los legisladores siquiera se les conoce la voz, menos aún proyectos de propia autoría, lo que nos deja un saldo amargo ante un sistema político que viene siendo cuestionado en su legitimidad desde hace tiempo.

Tampoco se hacen evaluación científica de los impactos de las normas que se votan, entonces generamos un mundo normativo de un nivel de película, pero nos topamos con otra realidad, es como sí uno pudiera eliminar la obesidad que me acompaña sí una ley dijese que la obesidad dejase de existir. Existe un excesivo optimismo por la ley, pero estas deben ser el correlato de la realidad.

Creo profundamente en la libertad de expresión, pero esto no significa estar a favor del insulto, del agravio o de la obscenidad, como de las injurias y calumnias, porque es verdad que se busca visibilizar determinados temas, pero hay formas y formas de hacerlo, sino caemos es el autoritarismo de las minorías, cuando todo autoritarismo es malo, tanto de las mayorías como de los sectores menos representativos.

Quizás en algún momento logremos comprender que uno debe entender que el mayor desafío que tenemos es ser coherentes, porque entre el conservadurismo y el progresismos tenemos uno de los mayores males, hay quienes son conservadores en la moral pero extremadamente progres en lo económico, y viceversa, porque esto desnuda las contradicciones, aunque no nos atrevemos a pensarlo, porque nos daremos cuenta que es mucho más complejo.

Es en la libertad de expresión donde se nota aún más, cuando los medios son críticos del otro, somos los primeros defensores de la libertad, ahora cuando la mira de los medios se posa sobre uno ahí comenzamos a cuestionar el rol de los medios.

Esta columna sobre la tolerancia, es a modo de homenaje de todos aquellos que hacen del periodismo su vocación, y en especial de este diario que es un verdadero espacio de diversidad, donde cada uno mira la realidad desde su perspectiva, pero con honestidad.

Suscribo esta frase que se le adjudica a Voltiere pero que los críticos dicen que es de su biógrafa Evelyn Beatrice Hall:

“Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo"

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