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Ante la indiferencia de los entrerrianos, quienes dan cuenta de una astucia –ya que no puede llamársela sabiduría- intuitiva, esquiva causa de nuestros yerros y de nuestros aciertos, el gobierno provincial avanza a los tropezones en lo que, equivocadamente en nuestro concepto, concibe como reforma política, ya que miradas estrictamente las cosas habría que hablar poco más que de una reforma electoral.

Indiferencia hasta cierto punto lúcida –independientemente del hecho que una ciudadanía responsable debiera movilizarse exigiendo una reforma electoral en serio- ya que por una parte es consciente de que no habrá reforma que valga, sino se empieza con una jerarquización y una renovación cualitativa de la política, y por la otra porque se sabe que existen pocas reformas electorales “inocentes”, ya que con ellas se busca, aunque de una manera tímidamente limitada, escorar el barco en forma deliberada por el partido del gobierno.

Por lo que hemos podido saber –tanto la información oficial como la que suministran voceros partidarios y legisladores resulta escasa y fragmentaria- lo que se busca con la reforma serían tres cosas, cuales son la instauración de la boleta única, el desdoblamiento de las elecciones y la integración de las listas de candidatos abriéndolas a perdidosos en las elecciones internas.

Por nuestra parte consideramos que poco a poco se viene avanzando en un consenso abrumadoramente mayoritario en favor de la implantación de la “boleta única”. No estamos totalmente convencidos de que asista la verdad a quienes ven en ello tan solo un paso –es una forma de decir “peor es nada”- en dirección a la adopción del voto electrónico, por la sencilla razón que sabemos que todos los engendros digitalizados son “pinchables” y no estamos seguros que de esa manera se preserve la imposibilidad de alterar el sufragio.

En cuanto al desdoblamiento de las elecciones, aquí entran a jugar cuestiones de fondo y otras que son de carácter práctico. Entre estas últimas –y en oposición a la iniciativa- es que no podemos estar “todo el tiempo eleccionando”. Ello por una cuestión de costos, pero también teniendo en cuenta que existen quejas numerosas –las que de cualquier manera merecen reparos y no es ésta la oportunidad de explayarse- que haya elecciones cada dos años. Algo que a la vez debe considerarse ya que, según se afirma, “después del Mundial” empezara una larga carrera electoral para elecciones que se llevarán a cabo dentro de un año.

De allí que la única concesión que hacemos en nuestra oposición al desdoblamiento, será en el caso de las elecciones municipales, en las cuestiones que deberían estar en juego son exclusivamente las de orden comunal.

En cuanto a lo que respecta el dar cabida en las listas de candidatos, a algunos de los que integraban listas perdidosas en las internas, si bien nos parece tener un objetivo plausible, posiblemente lo mejor sería dejarlo para ser contemplado en las cartas orgánicas partidarias. Máxime cuando no resultan descabellados argumentos de la oposición, en el sentido que con ello se busca solucionar problemas internos del oficialismo. Es que debe tenerse en cuenta algo que en materia electoral es indiscutible: ninguna reforma electoral resulta satisfactoria de no contarse con el máximo consenso posible.

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