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Votar es uno de los actos más íntimos que llevamos a cabo, en la soledad del cuarto oscuro, sin que nadie nos vigile, y a pesar de las declaraciones o silencios, podemos elegir, votar a quien se nos ocurra, o a nadie.

Muchas veces se centraliza la comunicación política en el voto patriótico, en pensar en el interés general, en el sacrificio colectivo, en el futuro, el largo plazo, cuando no se trata de incluir a todos en un mismo colectivo dirigido a una lucha épica, contra la corrupción, la pobreza o la lucha del momento.

Se construyen relatos, y personajes, entre el hombre y la mujer común, y los patriotas, que como cruzados luchan contra los malos, entonces vemos en los dirigentes políticos a especies de superhéroes, digno de ser venerados, elogiados, apelando incluso a la emoción, nos entristecemos con ellos, nos enojamos con ellos, como si fuesen protagonistas de una novela de la tarde.

El resultado de las elecciones, sería entonces el fin de todo un camino, la síntesis de la lucha de intereses colectivos, de buenos propósitos, de cosmovisiones de la realidad, de la vida misma.

¿Qué pensamos en el cuarto oscuro?, todo estratega de campaña trata de responder esta pregunta, y en base a esa respuesta diseñar toda la estrategia, buscando enamorar al elector, seducirlo, endulzar su oído, ganar su confianza, exacerbar los enojos, las broncas y decepciones.

En gran medida somos predecibles, basta que nos observen nuestro comportamiento en las redes sociales para hacer un perfil, de nuestras ideas, nuestros miedos, nuestras mentiras, nuestros secretos. Porque en definitiva las redes sociales sirven para exteriorizar y al mismo tiempo dejar ese silencio implícito sobre lo que no se muestra.

Pero en gran medida también está el voto egoísta, el voto culposo, aquel que no se dice, pero está presente, ahí en el cuarto oscuro, en esa soledad, que tal vez sí piensa en los demás votaría a un determinado candidato, pero al pensar en su realidad, en sus intereses, en lo que le conviene individualmente se decide por otro candidato.

Esto también se sabe, en parte son los indecisos, los asqueados de la política, los desilusionados, los que votaron para estar mejor y ahora están peor, aquellos que esperaban más y recibieron menos, los que salen del núcleo duro ideológico, que no se ubican en un lado o en el otro de la grieta. La mayoría, en pocas palabras.

La mayoría no tiene tiempo para sentarse a evaluar a todos, no tiene ganas de ver que en realidad la mayoría que dice ser lo nuevo tiene como mínimo 10 años en la función pública, tampoco para testear sí lo que dicen es verdad o mentira, menos aún para ser espectador de las peleas retoricas de los dirigentes, que hablan de temas que al ciudadano común poco le importa, o sí le importa en realidad espera respuestas, no que se pasen la pelota unos a otros.

Por eso debemos pensar que resultado tendríamos sí en las próximas elecciones, dejamos de lado el patriotismo, y vemos la suma de los egoísmos, tal vez caigamos en el populismo, tal vez nos topemos con un extremismo de izquierda o de derecha, o quizás debamos empezar a pensar en bajar el nivel de debate a cuestiones concretas, que dé soluciones a los intereses de cada uno de los electores, sin inducirlos a nada, sino dejarse inducir por el pueblo.

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