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Nuestros comprovincianos y vecinos de a pie, e inclusive los periodistas que erróneamente nos suponemos más informados, no estamos en condiciones de echar mano a sofisticados mecanismos estadísticos de medición de datos, al igual que interpretar los resultados de la información de esa manera recogida para poder medir el funcionamiento del gobierno a todos sus niveles, y de los servicios de los que aquel asume su prestación ya sea por imperativo legal o por una decisión política no de naturaleza partidista, dispuesta dentro del estado de su competencia.

Tan solo disponen del “ojímetro”, instrumento tosco, casi primitivo, mezcla de intuición y de sentido común, el cual permite de una manera rápida efectuar una composición de lugar respecto a una determinada situación.

Un primer ejemplo de lo hasta aquí dicho, que sirve de una manera simple para aclarar de forma contundente, si ello fuera necesario, los alcances de tanta palabrería, se lo tiene en el hecho que no es necesario entrar al baño o la cocina, ni meterse dentro del dormitorio, para que una persona invitada a una casa, con darle una “ojeada” a los espacios menos privados, a los que tiene acceso, se forme una impresión acerca de la manera en que sus dueños la gobiernan.

Lo mismo sucede en el caso de que resulte de interés medir los resultados de la gestión de los que nos gobiernan. Se da el caso de personas que no tienen chicos que manden a la escuela, y viven en un entorno en el que todos los que allí habitan o interactúan se encuentran en la misma situación es poco lo que pueden decir de lo que eufemísticamente se alude con la mención del “proceso enseñanza aprendizaje”, incurriendo inclusive en el error de creer que en el “paro docente”, se da una manera de enseñar algo que en cierta medida no está del todo desencaminado.

Y que si su salud es de hierro, y por ende no sabe ni de médicos ni de medicamentos, es poco y nada lo que puede conocer en carne propia del estado de los hospitales y de la calidad de los servicios que en ellos se presta. Si vive “de prestado” por razones de edad, no entenderá nada, ni del significado de la expresión “presión tributaria” ni de los desesperantes enojos de los interminables trámites burocráticos.

Pero a una persona le bastará con escuchar los dichos de los que mandan o echar una “ojeada” a su alrededor para poder saber del estado de su caletre. Es a eso a lo que nos hemos ocupado de aludir hasta al cansancio cuando no nos cansamos de apuntar a que el “estado de plazas y paseos” es un espejo de la clase de gobierno que tiene una ciudad. Algo que, entre paréntesis y según hemos sabido, ha permitido a un vecino nuestro afirmar que “las plazas de Colón, lo bueno que tienen es que se las ve hermosas… si se las mira de lejos”. O, según palabras escritas de un lector, se afirme que muchos de los intendentes de la comarca parecieran jugar una competencia para ver cuál de ellos es el que tiene las calles en peores condiciones de mantenimiento.

Y de mirar más arriba se trata, resulta oportuno hacer referencia al reclamo formulado por la intendente de San José por la falta de cumplimiento del gobierno provincial en relación a un convenio firmado por la municipalidad y el gobierno provincial para trabajar en conjunto en la reconstrucción de ese “camino de la producción”, cual es el que une 1º de Mayo con la autovía. Es que resulta inquietante que los funcionarios respectivos no impongan de la situación al gobernador Bordet, que queda como consecuencia de ello incumpliendo más que el convenio celebrado, algo que resulta todavía más grave, cual es incumpliendo con la palabra empeñada.

Se trata de una mancha más que de esa manera suma el organismo provincial que se ocupa de las “vialidades”, ya que consideramos algo parecido a una falta de lealtad hacia el nombrado no haberle advertido de la necesidad de reparar a nuevo el primer tramo de la ruta provincial 23 que parte de Jubileo y termina a la altura de las termas elisenses, antes de haber anunciado la construcción del mismo tramo que desde Villa Elisa se interna en el departamento Uruguay, pareciendo aplicar la consigna de que “la cuestión es seguir para adelante, aunque lo que quede atrás se siga rompiendo”.

A la vez, hasta el día que organismos provinciales inclusive judiciales se ocupen del tema, no sería descabellado que a alguna empresa turística se le ocurriera organizar visitas a la ruta provincial 39, de reciente habilitación, donde no pasa un día en que se vea surgir un mini géiser de arcilla entre una capa asfáltica en la que lo que se rompe viene a mezclarse con lo que se emparcha.

¿Le habrá comentado del tema a nuestro gobernador el flamante senador electo y funcionario actual de “las vialidades”? ¿No se trata la indicada una situación que “amerite” -como les gusta decir a tantos- que a algún fiscal se le dé por husmear lo que pasa?
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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