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Educar al soberano

Nadie que sepa algo de Domingo Faustino Sarmiento ignora que esa frase le pertenece. Y que sigue siendo la tarea permanente, aunque descuidada en un grado preocupante, de nuestra sociedad.

Por Rocinante

Alguien ha tratado de explicarla, desplegando su contenido medular, entendiendo que la educación es fundamental para el desarrollo de los pueblos y formador de ciudadanía en una sociedad democrática, donde el pueblo tiene la responsabilidad de elegir a sus gobernantes, y por lo tanto, debe hacerlo con conocimiento, responsabilidad y privilegiando valores fundamentales.

Con lo que, de una manera más que implícita, ya que en realidad es lo que se conoce como a contrario sensu, viene a querer significarse que ninguna sociedad es, en la práctica, verdaderamente dueña de la soberanía que invoca y que le pertenece, sino está compuesta por ciudadanos educados.
Educación y enseñanza
Bueno es que se destaque que Sarmiento habla de educar. Al hacerlo así viene a indicar que a lo que se aspira es algo más que a enseñar. Algo importante de señalar, ya que es frecuente la propensión (entre los que me incluyo) de utilizar esas palabras en el lenguaje cotidiano, como si casi fueran sinónimas; aunque corresponden a conceptos distintos, por más que fuertemente emparentados como quehaceres, que involucra a niños y adolescentes de toda sociedad.

Es que como se ha destacado, que educar es formar en ideas y creencias, estimular el espíritu crítico sin caer nunca en el adoctrinamiento; es promover, transmitir valores como el esfuerzo, respeto y ciudadanía. Educar es, en definitiva, dotar a los más jóvenes, comenzando por los niños, de lo que corresponde, en derechos y obligaciones, por el mero hecho de vivir en convivencia.

Mientras que enseñar, es transmitir una serie de conocimientos, de saberes, fijados y programados por niveles. Conocimientos evaluables, sometidos a estudio en libros de texto.

Una tarea en la que los padres y los docentes tienen responsabilidades prioritarias diferentes, aunque en gran parte compartidas. Así la responsabilidad mayor en materia educativa recae en los padres, y la de la enseñanza en los docentes y en la escuela, lo que debe entenderse de la parte en las cargas que a cada una le tocan.

Al mismo tiempo que señalar que tanto la sociedad civil como el Estado tienen algo que decir y aportar en ambas materias, y que es muy difícil que la enseñanza tenga resultados, respecto a quienes paralelamente no se los educa.
De qué se trata lo que sigue
Parto de la base de que no soy ni una autoridad en cuestiones educativas ni de enseñanza, y ni siquiera profesor en ciencias de la educación.

De allí que mis consideraciones al respecto deben considerarse como los puntos de vista de un temerario profano (sí permanentemente interesado en las cosas del común) acerca de las cuales se puede coincidir o discrepar.

Todos ellos acerca del estado de cosas en ambas materias entre nosotros, acompañados de algunas observaciones respecto a las resistencias al cambio, o mejor dicho a cualquier cambio, por parte de actores de ese proceso y de alguna sugerencia hecha casi como al pasar.
Lo que creo ver
Al observar el actual panorama educativo, lo primero que salta a la vista es la existencia de un estado permanente de conflicto, aunque sea con oscilaciones que lo vuelven a veces menos evidente, entre la patronal docente y la dirigencia sindical del mismo ramo. Acompañada por una proporción fluctuante de maestros y profesores, apoyados por padres solidarios con ellos y un número variopinto de organizaciones que están dispuestas a colgarse a cualquier conflicto del que puedan sacar algún provecho.

Lo segundo es consecuencia de lo primero: la cantidad de días de clases perdidas por los conflictos, algo que el año pasado en el caso de la provincia de Santa Cruz, casi llegó a la mitad del ciclo lectivo. Aquí lo principal es el perjuicio a la cantidad y a la calidad de lo aprendido, ya que como sucede en el caso de los comerciantes, un día perdido no se recupera más. Todo ello sin atender a las consecuencias no cuantificables que provoca la pérdida en el ritmo del aprendizaje; el alicaído respeto a la institución escolar que da el mal ejemplo de no funcionar de manera continuada de acuerdo a lo razonablemente esperado; y el relajamiento de la estructura escolar que lo indicado conlleva.

Después de ello viene algo que resulta la consecuencia lógica de ambas cosas, cual es la calidad cada vez más deteriorada de los resultados en materia de aprendizaje, de lo que es una muestra palpable el lugar que nuestro país ocupa en las encuestas internacionales en la materia. No se trata aquí de señalar cifras sino de advertir de la pérdida de su capacidad de razonar (de lo que son la prueba sobresaliente los pésimos resultados en matemática de los que dan cuenta las encuestas) como de la capacidad de comprender lo que se escucha y lo que se lee (ambas expresadas en los resultados obtenidos en el ítem comprensión de texto).

No es cuestión menor detenerme aquí en advertir que con esos déficits en ambas capacidades por parte de nuestros estudiantes no sólo está en peligro el futuro personal de cada uno de ellos sino la calidad del funcionamiento de nuestras instituciones, ya que no se puede pasar por alto que el futuro de nuestras sociedad y de sus instituciones viene a quedar en manos del voto de quienes no demuestran capacidad de comprender y razonar. De donde con las carencias apuntadas asistimos a un atentado contra nuestra democracia republicana.

A ello se agrega la existencia de un fenómeno por todos conocido y que en estos días ha sido remarcado sintéticamente por un periodista: los problemas de autoridad observados en numerosos establecimientos escolares, ya que se han identificado en ellos un problema de relaciones incómodas entre los equipos educativos y los padres; de dónde muchas veces no hay un buen balance de quien toma el control.

Es que lo que se pasa por alto es que en realidad las cosas no son así sino que quienes han tomado el control de las escuelas son los estudiantes en un proceso que se explica en función del hecho que "en nuestra sociedad los niños controlan a los padres, estos controlan a los maestros, por lo que (tal como se señala al principio) los estudiantes son los que controlan el colegio".
Cuando el contexto hace más difíciles las cosas
Resultaría injusto de mi parte no puntualizar que en la generación de ese estado de cosas, en gran parte la explicación se encuentra en un contexto que de la manera más amigable posible deber ser descripto como extremadamente complicado. Ya que muchas de las situaciones puntualizadas se repiten en todas partes del mundo, con las lógicas peculiaridades presentes en sus distintas partes como es el hecho de nuestro país.

Eso hace que los restos supervivientes del sistema educativo y de enseñanza que tuvo vigencia exitosamente en el pasado en nuestra sociedad, sea el de una sociedad distinta de la que pertenecemos, sin perjuicio que sus objetivos, en cada uno de los grandes temas que nos ocupan, sigan siendo los mismos.

No se pueden así soslayar las consecuencias de la revolución tecno-digital a la que asistimos, y su principal consecuencia cual es el fenómeno de la globalización, que nos tomó de sorpresa y sin darnos ocasión para tratar de prevenirnos de manera de poder adecuar sus efectos.

A ello se agrega en el ámbito de la cultura, un fenómeno que acompaña al de la globalización, aunque lo precede en el tiempo, cual es el de los efectos negativos – se deja aquí de lado lo positivo- de la secularización, cuales son el hedonismo que la impregna, la relativización de los valores cuando no su ausencia lisa y llana, y sobre todo la dificultad creciente que se advierte para encontrarle un sentido a la vida. Algo que el ámbito en que se mueve esta nota se concreta en la pregunta muchas veces escuchada y en otra tan guardada en la cabeza de muchos de nuestros jóvenes de para qué estudiar o de qué vale hacerlo.

Otro hecho decisivo y al que no se puede soslayar, cual es la dificultad de que reciban una educación y enseñanza adecuada los niños y jóvenes que viven en una situación de pobreza extrema, para muchos de los cuales la mayor motivación para su presencia en el aula es la de poder ingresar al comedor. Chicos que viven integrando familias incompletas o frutos de varios ensambles, en viviendas precarias y en situación de anomia no sentida.

De allí que la necesidad de contar alimentación segura y adecuada para los recién nacidos hasta el tercer año de vida. Aunque según los resultados de diversas encuestas no es garantía que el ingreso al jardín de infantes no haga diferencia con el nivel de desarrollo intelectual y emocional, cuando se produzca su ingreso a la primaria.

Sin olvidar que es de magnitud deficientemente calificable la diferencia entre el punto de partida, a lo largo del proceso educativo de quienes viven en esa situación, con los que han nacido y se mueven fuera de ella, circunstancia que convierte en un mentís hipócrita aquello de la “igualdad en las oportunidades iniciales”.

Todo lo hasta aquí dicho sin aludir, y tan solo aludir, a la siniestra presencia de la droga, que no hace diferencia de posición social ni distinción de personas.
Un asombroso recurso para aprendera comprender y razonar
En una reciente edición del diario La Nación se publica una nota acerca de cómo "el juego compartido con reglas o bloques permite adquirir habilidades saludables".

Es que entre otras cosas enseña a reconocer que los materiales utilizados no tienen valor por fuera del juego y que son parte de la actividad compartida. Que es necesario dividir la tarea en partes según la cantidad de jugadores y comprender que cada uno ocupa un lugar importante en el juego.

Es importante también el analizar las ventajas y desventajas de una acción por sus resultados o conveniencias y el esperar a un compañero para que participe, con lo que ayuda a controlar las propias ganas de jugar. El sumar puntajes, como manera de comprender cómo se resuelve una suma y no hacer lo primero que se nos viene en mente, ya que así se aprende a controlar el propio impulso y decidir en base a la meta y la situación del juego.

Todo lo que viene a demostrar que el enseñar a comprender exige ingeniarse en aprovechar hasta los instrumentos más sencillos de una manera adecuada. Y sobre todo, en una época en que el internet ocupa la mitad de nuestra vida, el darse cuenta que parte del saber comprender, reside en el saber buscar, casi apenas un poco más del cortar y pegar.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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