Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Ignoramos si resulta parte de una estrategia, o si se trata de una azarosa coincidencia; el hecho es que en diario La Nación de Buenos Aires acaban de publicarse dos notas referidas a algunos momentos no lejanos de la siempre complicada historia de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, empresa con su nombre apocopado en la sigla YPF casi desde siempre, que hasta casi nos hemos olvidado de su nombre.

Esas notas están firmadas una por Julio Rajneri, prestigioso periodista y político rionegrino al que le cupo ser ministro nacional, y María Eugenia Estenssoro, periodista, legisladora y ciudadana de vocación probada, hija de un empresario que durante el menemismo reorganizó la empresa, hasta que encontró una muerte trágica en un accidente aéreo, al poco tiempo del cual se privatizó la empresa, la que fue adquirida por la española, y mejor dicho catalana Repsol.

Si bien nuestros conocimientos no llegan a tanto, es de suponer que la empresa española o catalana vino a nuestro país con el objeto de hacer negocios produciendo, procesando y vendiendo petróleo, gas y sus derivados. Es decir encarar el emprendimiento con una estrategia a largo plazo que también contemplaba su expansión.

De ser cierto lo indicado, las cosas se complicaron desde el momento mismo en que Néstor Kirchner llegó desde el lejano sur a ocupar la Casa Rosada. Hasta ese momento su mayor acercamiento con la empresa había sido el de la liquidación y transformación en moneda contante y sonante de los papeles que habían tocado a Santa Cruz como consecuencia, precisamente, de aquella privatización, cientos de millones de dólares que colocó en el extranjero y cuyo destino total y final sigue siendo una nebulosa en apariencia imposible de desentrañar.

Es conocida la vocación del ex presidente de ingeniárselas para generar dinero de cualquier parte. Vocación esa, que pudo desde aquella nueva posición permitirle visualizar horizontes más amplios en los que incursionar. La duda que queda, es si en cada caso sus “válidos” eran socios, o simples testaferros, que intentaron seguir adelante por y para sí mismos luego de que Néstor Kirchner falleciera.

Se presume, cabe decir que se sabe, que Lázaro Báez es uno de aquellos a los que les tocó desempeñar ese equívoco rol.

Las notas periodísticas aludidas, están en cambio referidas al grupo Petersen, un nombre detrás del cual está la familia Eskenazi, cuyo desembarco en YPF se habría debido a una suerte de ukase, los que acostumbraba firmar el santacruceño.

En este caso para los españoles catalanes, se trataba de vender o de vender. El problema, que a la postre no fue tal, es que los Eskenazi pretendían y lograron la manera de que se aceptara que su parte en la empresa, fuera pagada con las utilidades que YPF generaba, y que a la vez una parte del precio de las acciones adquiridas era satisfecho de inmediato, en parte con créditos que le otorgaba Repsol y en parte con créditos bancarios obtenidos por el grupo Petersen con la garantía de la misma Repsol.

A partir de ese momento lo que era una empresa productiva, al menos en apariencia se transformó en un negocio de “desguace”. ¿Qué entendemos por tal? Para contestar la pregunta hay que partir de que ambas partes, o sea Repsol y los Eskenazi, daban cuenta de un propósito convergente, aunque partiendo de intereses divergentes.

El propósito común era el de sacar la mayor ganancia posible en el lapso más breve, sin efectuar inversión alguna, o reduciendo la misma a su mínima expresión.

Mientras tanto, los objetivos de ambos eran distintos por cuanto lo que a Repsol ahora le interesaba era el poder remitir al exterior la totalidad de las utilidades que YPF generaba mientras para los Eskenazi su interés era que, con las utilidades que les correspondían, poder cancelar las deudas contraídas como consecuencia de la compra de su parte en la empresa, y eventualmente quedarse con ella.

Cuando por esos manejos y la caída del precio del petróleo en el mercado mundial la situación se complicó para todos y especialmente para YPF, Cristina Kirchner, entonces presidenta, recuperó la parte de la empresa en manos de Repsol re-estatizándola y colocando a su frente al entrerriano Galuccio y como ladero oculto a Kiciloff.

A los Esquenazi les remataron las acciones de la empresa de la que eran dueños, las que fueron adquiridas por una suerte de “fondo buitre” estadounidense, que ahora reclama al gobierno nacional varios miles de millones de dólares en concepto de no sabemos qué indemnización.

La de Galuccio es otra historia, con algunas cosas complicadas, de la que no nos ocuparemos, aunque no nos privaremos de señalar que en su paso por YPF, dejando de lado su excelente desempeño, no le fue mal, ya que cuando se marchó lo hizo cobrando una millonada larga de dólares.

Debemos aclarar que lo hasta aquí relatado, no es otra cosa que una “interpretación” harto simplificada –y que en consecuencia puede contener errores varios- de lo extraído de ambas notas, aunque estimamos que de cualquier manera resulta claro el “mecanismo” utilizado en la “operación”.

Operación que entendemos debe considerarse un escandaloso fracaso, por más que cuando se decretó la expropiación de la parte de Repsol en la empresa, si bien no se la tomó como otra declaración de nuestra Independencia, se entonaron en forma conmovida las estrofas del Himno Nacional.

Mientras tanto, algo que queda por investigarse, ignoramos el por qué de que no se haya hecho hasta ahora, es si en la “operación” a la que aludimos, y utilizando el “mecanismo” referido, no existen responsabilidades penales y civiles que corresponda definir.

Ya que en estas idas y vueltas, no hacen otra cosa que llevarnos a fracasos de diferentes signos pero fracasos al fin, el único que pierde es el ya hace mucho olvidado –porque hemos dejado de llamarlo de esa manera- Juan Pueblo, para el que siempre tal como dice la canción “las vaquitas son ajenas”.

Enviá tu comentario