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No echando en saco roto, aquello que “en boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso”

Nadie que entre nosotros tenga al menos una pizca de sentido común puede llegar a pensar acerca de la posibilidad de que podamos superar el encharcamiento –con perspectivas ciertas de agravarse, de no actuar con la indispensable sensatez- dentro del cual todos, en mayor o menor grado, nos sentimos maltratados hasta el vapuleo. Es por sobre todo, el no poder lograr "coincidencias en pautas mínimas de acción colectiva" que nos permitan salir, para arriba y adelante.

Obsérvese, que aludimos a lo que en apariencia es casi insignificante dado su enunciado, a pesar de su imprescindible tanto necesidad, como urgencia. Es que en apariencia, nuestras pretensiones son harto modestas -las reiteramos- “coincidencias en pautas mínimas de acción”, en comparación con los grandilocuentes, y por lo general fallidos, “grandes acuerdos nacionales” del pasado, que fracasaron por haber quedado reducidos al enunciado de nobles aunque vacías palabras.

Demás está decir que una convocatoria de esos alcances debe necesariamente partir desde el gobierno, con el apoyo honesto y la disposición de ánimo abierta y hasta desprendida, de ese mismo gobierno y sus seguidores.

Lo cual viene a requerir, que antes de efectuarlo, dentro del oficialismo gobernante pongan “su casa en orden”, impidiendo esa “comidilla que da la impresión de prolongar indefinidamente”, y en la que se asiste a un sinnúmero de prácticas que van en sentido inverso al logro de ese cometido, ya que esa “comidilla” está para quienes mal se solazan con ella, hecha de trapisondas, zancadillas, empujones con la intención de sacar a otro del medio, y hasta de “berrinches” propios de niños mal criados. Los que de ese modo, y en este último caso, vienen a dar muestras de su egocentrismo.

Una vez que lo anterior se haya resuelto, se hace indispensable que la convocatoria sea también honesta, lo que implica que no sea efectuada con reservas mentales, ni maquinada como una mera trampa encaminada a obtener ventajas para el convocante; poniendo el interés común –y hasta el bien común- en el lugar central de todas las miradas y las acciones que son su consecuencia.

Además, salvo que se busque en forma previa efectuar una catarsis,–algo que, por lo demás, debería sopesarse-, de lo que se trata es de interactuar preservando en todo momento “el sentido de realidad” que es lo contrario tanto del “relato”, con el significado que hemos terminado aquí de dar a la palabra.

E inclusive tratando de mirarla con “un único cristal”, aunque lo utilicemos mirando las cosas desde distintas perspectivas. De manera de poder considerar un claro mentís a aquello que “nada es verdad ni mentira, sino cuestión del color del cristal con que se mira”.

Ante el enunciado precedente, y repasándolo meticulosamente, es más que una crítica, un gesto de acompañamiento positivo al gobierno, señalar que en ran parte de su quehacer actual éste pareciera empeñarse en “poner palos en la rueda”, que el mismo gobierno convocante y sus acompañantes deberían ser los más interesados en que empiece a rodar, en procura de lograr las coincidencias apuntadas.

Nos abstenemos de formular un juicio acerca de los conflictos internos antes señalados, de una manera escueta, en el oficialismo gobernante, no tanto por el hecho que cabría tenernos como “sapos de otro charco”, sino por tomar como pauta a seguir de forma permanente, la que enseña que “la ropa sucia se lava en casa”. Algo que no siempre, lamentablemente, respeta ese mismo oficialismo.

Pero a lo que haremos una preocupada referencia es al “acto de la militancia” llevado a cabo en el día de ayer en Buenos Aires, cuya finalidad celebratoria aparente y última, en un primer momento se transformó en otra, celebratoria de su fuerza de no sentirse vencida aún vencidos. Ya que, las malabarísticas explicaciones presidenciales, suenan parecidas a un verso de Almafuerte que así lo señala.

Es que ante ese cambio de objetivo nos encontramos ante una notoria ausencia del indispensable “sentido de la realidad” por parte del oficialismo convocante.

A ello se agrega el enorme desparramo de asuntos sobre las bancas de los legisladores nacionales, con el propósito de que un sinnúmero de leyes con un espectro tan variado que va desde la ratificación de una multitud de Decretos de Necesidad y Urgencia – los familiares DNU-, utilizado por el Poder Ejecutivo aun estando sesionando el Congreso, hasta un proyecto de la ley que instituye el Día del Amor Maternal y del Lenguaje por señas.

Todo ello con el claro propósito de que sean aprobados estando el Congreso de la Nación en su actual composición en situación “in extremis”, ya que desde el próximo 10 de diciembre su composición será otra, algo que abre una incógnita acerca de los resultados de su tratamiento.

Independientemente de lo dicho, si bien son válidos los temores y dudas de las agrupaciones partidistas opositoras, y de la opinión pública en general ante una convocatoria que viene complicada por los reparos señalados, cabe insistir que nada de lo apuntado es irreversible, sino que puede ser materia de cambios.

Aunque no puede dejarse de señalar que tanto o más que las rectificaciones de rumbo, se hace necesaria la presencia de un cambio de actitud, de no ser la necesaria, la propia, en el conjetural caso de algunos de los convocantes y convocados.

Un cambio de actitud que no significa otra cosa que recuperar por parte de todos y entre todos la confianza perdida. Algo que explica precisamente los reparos que tienen ante una convocatoria de este tipo, no solo los dos dirigentes mencionados en su discurso de ayer por el presidente, en una mención poco afortunada, que no es precisamente una prenda de paz.

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