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En sentido estricto, y de acuerdo a lo que puede leerse en textos de la especialidad, el teflón es la marca registrada de un polímero similar al polietileno, en el que los átomos de hidrógeno han sido sustituidos por átomos de flúor. A lo que debe agregarse que su propiedad principal es que trata de un material prácticamente inerte, algo que se explica por la protección de los átomos de flúor sobre la cadena carbonada que son sus principales componentes.

En sentido figurado, se habla de “hombres de teflón u hombres teflón a secas”, queriendo con ello aludir a una condición especial, e inclusive al menos en apariencia envidiable, que se traducen en el hecho que no se “queman nunca”, entendiéndose con ello que hagan lo que hagan es lo más frecuente que salgan airosos, es decir bien parados de las situaciones más reprobables.

Cabe al menos preguntarse si nuestro “Che Guevara” no puede incluirse en esta categoría, de ser cierta la leyenda, -que en ese caso dejaría de serlo para convertirse en historia- que en su etapa de guerrillero africano, se entretenía en “cazar” soldados africanos, que se movían en la lejanía, más allá de un río ancho y caudaloso, utilizando en sofisticado rifle con mira telescópica que le permitía “bajarlos” haciéndoles morder el polvo, como si fueran esos muñequitos a los que se les tiraba mientras se los veía avanzar en hilera en los parques de diversiones de otras épocas y latitudes.

Es que por lo romántico de la vida aventurera que viviera, y por el hecho de ser brutalmente asesinado por militares bolivianos su imagen perdura, por más que se la haya banalizado al verla estampada en el dorso de remeras que se pueden adquirir en cualquier feria.

Diego, el gran Diego, Maradona, del que se cuenta que hizo pecar a Dios, cuando supo apropiarse de Su mano, hasta cierto punto puede incluirse en esa categoría, por más que deba reconocerse que su revestimiento virtual de teflón se encuentra en la actualidad muy deteriorado, como consecuencia de trágicas torpeza irremediables y por el hecho de haberse convertido el mismo en cierta forma en una “marca”.

Carlos Saúl Menem no es comparable ni al Che ni a Maradona, pero de cualquier manera puede incluírselo en la categoría de los hombres de teflón.

Para probar lo cual cabe decir que basta y sobra –dejando de lado un sinnúmero de situaciones merecedoras de otras historias- el hecho que la justicia de una manera incomprensible haya permitido volver a presentarse como candidato a senador nacional, a pesar de estar condenado a cumplir prisión por cuatro años y medio, ya que mantuvo sus fueros senatoriales sin solución de continuidad al pasar de ser senador de mandato cumplido a senador de mandato por cumplir.

A lo que se agrega todavía una enormidad mayor sin consecuencias, cual es haber sido absuelto en una causa que llevaba en trámite más de veinte años, con sentencia condenatoria recurrida y vuelta a recurrir, originada por el contrabando de armas que, destinadas aparentemente a Croacia terminaron en territorio ecuatoriano en ocasión de un conflicto armado entre Perú y Ecuador.

Algo que a pesar de ello no es lo más grave, ya que según parece -lo decimos así porque el juicio al que dio origen esa situación no está concluido- se hizo explotar la planta de Fabricaciones Militares de Río Tercero, llenar de escombros a esa ciudad y que todo ello terminara cobrando vidas, acto de sabotaje que se llevó a cabo con el propósito de hacer desaparecer las pruebas del otro delito cometido.

Todo es lamentable. El delito que se tramó dentro de la Casa Rosada. El contrabando, con el que se venía a perjudicar a Perú, nuestro consecuente aliado de todas las épocas. Y la diabólica intentona de tapar la trapisonda, como hacen los gatos con sus heces.

¡Y después pretendemos que se nos considere un país en serio!

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