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El desacople entre el Barcelona y Messi – y hablamos de “desacople” porque merece dar a lo ocurrido un significado que se parece más al de dejar atrás un satélite artificial, al cohete que lo impulsaba y del que se ha desprendido, que al de la separación entre dos hermanos siameses, a poco de su nacimiento- ha tenido una repercusión global que tiene más que diferencias, rasgos que lo asemejan al fenómeno de la actual pandemia, del que cuesta tantos deshacernos.

Pero todavía cabría decir algo que tiene un mayor significado, que la de una comparación que de cualquier manera resulta imposible de llevarse a cabo, entre una cosa y la otra.

Es la que tiene que ver con la especulación acerca de la magnitud que hubiera tenido este acontecimiento –porque no puede llamarse de otro modo al alejamiento del jugador de su “compañero de vida”, cual en el más amplio de su sentido ha sido para aquel su club- si el mismo no hubiera coincidido con esa verdadera catástrofe a la que acabamos de aludir.

Y si hablamos de una comparación imposible entre ambos sucesos, es porque no faltará quien diga, y con razón, que las marcas en la historia de la humanidad que han de dejar cada uno de ellos, están a niveles diferentes, dado lo cual ni por asomo admite compararlos.

Pero, aunque las cosas sean en realidad de ese modo, y resulta imposible comparar la decisión de Messi, con esta tragedia que va a dejar marcas indelebles en la historia de la humanidad, como ocurrió en un momento que con “la peste negra” la que originada también en Asia asoló Europa –se estima que su consecuencia fue la muerte de la mitad de su población en el siglo XIV y que alcanzó un punto máximo entre 1347 y 1353-, ello es debido, sobre todo a que independientemente de la repercusión, trata de acontecimientos de distinta naturaleza.

Y que el uno toca a nuestra más íntima esencia, mientras que, en el caso que nos ocupa aquí, su incidencia está vinculada estrechamente a lo que se conoce como el “imaginario social”.

El mismo que vuelve verosímil –y ello, en el caso de no ser auténtica- la anécdota que hace referencia a un grupo de argentinos, que se vieron como el vehículo que los transportaba quedó en un momento dado empantanado, y ellos embarrados hasta las cejas, en un recóndito lugar de Asia, y que pudieron lograr el auxilio bienhechor de algunos lugareños, cuando como carta de presentación, mencionaron a “Maradona”…

Es por eso que, para calibrar esa dimensión intangible de la decisión de Messi, se vuelva necesario traer a colación a una nota de opinión no aparecida como sería de suponer en un periódico deportivo o en la sección de deportes de algún diario o revista, sin mencionar los espacios con los que lo ocurrido cubren la radio o la televisión, sino que lo que resulta sorprendente y hasta extraordinario es el hecho que la misma haya merecido la atención de una de las más reconocidas revistas culturales de habla española, dada la excelencia permanente de su contenido.

Es el caso de la revista mejicana Letras Libres, la cual se presenta como una revista «mensual, de crítica y creación». Dirigida por Enrique Krauze, se declara «heredera de la tradición y el ánimo» de Vuelta de Octavio Paz, quien fue el que también inventó su nombre.”

La nota a la que nos referimos lleva por título, el que por nuestra parte nos hemos atrevido a utilizar como tal en esta ocasión. Se trata de un artículo que lleva la firma de Jorge Mejía, y apareció publicado el pasado 25 en el mensuario de dicha revista.

Debemos comenzar su resumen glosado, con “el copete” antes de ingresar en el artículo propiamente dicho. En el cual, luego de afirmar que “en el Barcelona ha llegado el momento de las preguntas fúnebres”, pasa a interrogarse acerca de si Messi ¿es mucho más que un club? O, ¿el futuro del equipo sigue dependiendo de los caprichos y cacicazgos del 10? Y también ¿es tiempo del “no más” o del “no todavía”? Aquí, es donde no podemos dejar de señalar la aparente inconsistencia del segundo de esos interrogantes, ya que resultaría pertinente solo en el caso Messi siguiera jugado en ese equipo.

En tanto, se comienza la nota comparando a Messi con un “estoico”, aludiendo a los seguidores de una filosofía “pre existencialista” con muchos seguidores en la Roma antigua, para quienes “la mayor virtud” radicaba no “en el amar la sabiduría, sino el placer por la resistencia, que duraba toda la vida y convertía al hombre en conejillo de Indias, en instrumento de demostración más que de investigación”.

Por nuestra parte ignoramos si Messi se ha interrogado al respecto, pero no hay duda que su capacidad de resistencia y el hecho que “el recuerdo del futuro, encontrará semejante entorno en Lionel Messi: el final de una época, un lujo del tiempo, una demostración y una resistencia, porque ha puesto a prueba la permanencia de un futbolista extraordinario en medio de la tempestad de un tiempo nunca visto”.

Es por eso que se añade que “así como se puede identificar el final de la Viena del Imperio en las piernas de Matthias Sindelar, el astro austríaco que revolucionó la función del medio campo antes del Mundial del 34; el ocaso futbolístico de Hungría en los botines de Ferenc Puskas, el ángel caído en Berna ante el Milagro Alemán del 54, y así como se encierra al legendario Santos de los años de la segunda posguerra bajo las órdenes de Pelé, así el porvenir tendrá en la memoria al FC Barcelona como la belleza alineada en el periodo que separa a Lehman Brothers de la pandemia del coronavirus, esa ofensiva viral que averió las competencias de todo el mundo e hizo de la Champions una especie de Mundialito de clubes europeos, a partidos de matar y morir desde los cuartos de final.”

A continuación, insistiendo en la asociación de su figura con el estoicismo, aclara que ella “no radica en su empecinada titularidad durante quince intensos años; reside en su sagacidad natural de convertir cada partido en algo que ocurre por primera vez. El “nunca antes” es otra forma de decir “por fin”. Y, ese “por fin” –ese estreno y esa agonía– parece llevar al final de un romance entre la entidad catalana y el genio mediterráneo. Terminado el maridaje, ha llegado la hora de saldar cuentas en el minuto 90 de un estadio”.

Es que “siempre bajo el ropaje de la “Pulga Mitológica”, la escuadra blaugrana será modelo de estudio para escuelas venideras: en doce años ganó todas las competencias posibles, aportó su cuota a la grandeza de la selección española e hizo de la geometría una novela de entregas semanales para escépticos y gnósticos… Bajo el diseño de Guardiola, las posiciones se convirtieron en cartografías del pasado. El cuadro juntó al éxito con la guapura; dos concurrencias poco frecuentes en el historial de las grandes dinastías de este deporte, que incluye a la Máquina de River, a la Naranja Mecánica de Michels y al Brasil de 1982.”

Se es, en cambio, terminante hasta en demasía, al vaticinar que “el Barça y la grada saben que después del Bayern nada volverá a ser lo mismo. El toque, el tiempo de posesión y la grandilocuencia de la repetición pertenecen al paraíso perdido: se agotó la vigencia de un gesto, exquisito, pero gesto al fin. La dimisión suele ser insignia del decoro.

Y concluye trayendo la autoridad de Aristóteles, explicando que lo que aquí ha sucedido es la confirmación de aquello que “el abuso de la virtud, la que la hace desbordar la convierte en vicio”.

Es lo que lo lleva a afirmar que el Barcelona de Messi, terminó siendo una adicción, algo como “un gusto empalagado. Sobrado de pases, cansino en el regate, rebuscado en el ataque y voraz con el balón, el cual se ha vuelto predecible, naturalista y remilgoso. Le sobran minutos y le faltan goles. Sufre de empacho y los rivales lo saben; ya no asombra ni deslumbra. Pasó de lo arcano a la desazón y a la desmitificación. Sin balón, Messi es espectro, fantasma, sombra”.

Y antes de concluir tiene todavía tiempo para un verdadero remate, cuando señala que “el Barça, el gran jeroglífico del medio campo, está herido de muerte, aunque no exista acta que lo corrobore.”

“La dimisión suele ser insignia del Tiempo, el que consciente de su monotonía, inspira a los hombres para que distingan el ayer del mañana. Messi es mucho ayer para el Barça de mañana”. De donde, la pregunta: ¿Messi es mucho más que un club?

Por todo lo señalado, cabría preguntarse, si mirada la trayectoria deportiva de Messi, para darle la dimensión de una épica, lo mejor no sería para él irse a su casa y dejar atrás el estruendo de los estadios.

Ya que los griegos afirmaban que si los héroes mueren jóvenes, es porque son los favoritos de los dioses. Y en su caso, actuar de ese modo sería una manera de proceder, fácilmente asociable al simbolismo de ese tipo de muerte.

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