Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Como es sabido, el del arbolado público -con sus características de irregular y hasta ausente- ha sido uno de nuestros permanentes temas, por más que sea también motivo de una lamentable preocupación.

Una situación por lo demás explicable, si se tiene en cuenta que un ingrediente significativo de nuestro creciente y grave deterioro cultural como sociedad, no es otro que la desaparición de lo que sin exageración alguna cabría denominar “cultura del árbol”, entendiendo por ella la que tiene que ver en el árbol su componente, junto con el respeto y valoración a todo árbol, algo que implica no solo su cuidado sino también su propagación.

Lo que viene a querer decir que se debe respetarlo y valorarlo, algo que lleva en la práctica a la preocupación de que se lo plante y se lo cuide; lo que no es sino una prueba acabada del hecho que se los quiere, y que se los mire y trate con cariño. De allí la pregunta: ¿queremos de verdad en la actualidad a los árboles y los miramos de esa forma?

Tiempos lejanos eran aquéllos en los que en la agenda escolar -confesamos que no nos hemos ocupado de averiguar si todavía existe- sobresalía como festividad importante de ese calendario el “Día del Árbol”, al que se lo celebraba con la misma solemnidad que rodeaba a las fiestas grandes de nuestra historia.

En la actualidad, todo contribuye a avanzar en sentido contrario. Desde las entidades oficiales, como es el caso deplorablemente paradigmático de órganos administrativos cuya incumbencia gira en torno a la construcción y adjudicación de “la vivienda social”, no solo se despreocupan del arbolado de los conjuntos barriales en los que hace entrega individual de las viviendas, sino cuando menos de exigir al jefe de familia que así resulta beneficiado, plantar a la vera de la calle pública y en el patio del fondo -el que, dicho sea de paso, es una crueldad que en un territorio abundante hasta el exceso, tenga el lote de terreno en que se levanta la vivienda, por lo general una extensión inhumanamente escasa- ejemplares de especies preestablecidas.

A lo que se suma la preocupación de un gran número de asociaciones ambientalistas de nuestro entorno provincial, a las que se las ve enzarzadas en preocupaciones épicas mayéuticas, como es el caso de las pasteras, o dando muestras de su preocupación por discriminar las exportaciones de eucaliptos, según su destino; pero a la que no vemos demostrar una preocupación auténtica por el arbolado público, ni siquiera en la defensa del bosque autóctono, ir más allá de sus clamores teóricos; al mismo tiempo que al no desalentar alientan los basureros privados, y el horrible tratamiento de los residuos domiciliarios recogidos por las municipalidades, que no dicen “ni mu” cuando se observa la transformación de nuestros arroyos en desagües cloacales, y las aguas de nuestro río volviéndose el hábitat de un número cada vez mayor de colonias de coliformes y otros engendros parecidos, y los abrojales y otro conjunto de alimañas vegetales enseñorearse de nuestra campiña por doquier.

A la vez que se ve, tanto a nuestras autoridades como a ese tipo de organizaciones, en apariencia, tratarlas a todas y cada una de ellas de una manera extrañamente amigable.

Indudablemente nos hemos salido del tema de esta nota, o sea a aquello que era nuestro propósito centrar su contenido, cual es hacer referencia al arbolado de plazas y paseos. Aunque nunca están de más estas humildísimas filípicas, por más que las que las consideramos merecedoras de mejor suerte.

Es que a lo que queríamos hacer referencia especialísima, es a la necesidad tanto en Colón como en las ciudades de nuestra comarca y fuera de ella, dan cuenta de idéntica falencia, es la de la necesidad de avanzar en el arbolado de nuestras plazas y paseos, y en uno y otro caso hacerlo en el interior de ellos con árboles de hojas caduca, de copa frondosa en la época estival.

Ya que en la actualidad, en la que los paseantes que en ellas se aventuran durante el día -no así durante la noche, en la que no son infrecuentes otro tipo indeseable de visitantes-, lo dejan espantados corridos por un sol, que como es sabido en estos tiempos parece golpear con más fuerza.

Existen ocasiones en las que no es bueno ejemplificar, porque ello da la impresión de injustos olvidos, pero no podemos menos que dejar señalado que, a la hora de buscar un modelo a imitar, con seguridad se lo encuentra en la Plaza Ramírez de Concepción del Uruguay.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario