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Aunque las políticas xenófobas suenan fuerte, sólo la inmigración podría salvar a muchos países desarrollados de un estancamiento secular

Por Guzmán Etcheberry

Las migraciones, voluntarias o forzadas, afectan a muchos países. Las políticas migratorias, además, son un tema central de las campañas políticas y de las políticas de estado, con visiones muy distintas según el país en el que se genera el debate.

Los discursos xenófobos acusan a los inmigrantes de muchos de los males en sus mercados laborales. Curiosamente, estos discursos afloran muchas veces en países que se desarrollaron, justamente, gracias a la inmigración, o en países que necesitan inmigrantes para sostener tasas de crecimiento positivas.

En los libros de texto, la tasa natural de crecimiento de una economía depende de la tasa de crecimiento de la población activa y del aumento de la productividad. En los mismos libros de texto, la convención dice que la población crece al 1% y la productividad entre el 1% y el 2% por año. De ahí que la tasa de crecimiento de largo plazo, según el autor, se ubique entre 2% y 3%.

Pero resulta que estos supuestos convencionales ya no son lo que eran. Aunque los avances científicos permitan creer que se puede sostener el crecimiento del 2% en la productividad, la caída en la tasa de fertilidad a nivel global es un gran desafío.

La ONU estima que en 2017 se dio el “pico de los nacimientos” a nivel global, y que desde entonces comenzó un inexorable descenso en el número anual de nacimientos. El envejecimiento poblacional hace que todavía haya más nacimientos que muertes cada año y que, por eso, la población total siga en aumento. Pero el efecto sobre el PBI agregado es letal.

Es que la tasa convencional de crecimiento se verá ahora afectada desde dos frentes. En primer lugar, el inamovible supuesto del 1% de crecimiento de la población activa ha pasado a ser, en el mejor de los casos, cero. En segundo lugar, el envejecimiento de la población impactará, también de manera inexorable, la creatividad y, por extensión, la tasa de crecimiento de la productividad. Así, la tasa de crecimiento de “libro de texto” ya no debería oscilar entre 2% y 3%, sino entre 0% y 1%.

Japón y varios países europeos constituyen los mascarones de proa de estas tendencias. Sus poblaciones decrecen año a año (Japón) o se han estancado en el mejor de los casos (Alemania, Italia, España), como lo han hecho sus tasas de crecimiento. Claro que aún con crecimiento estancado, la caída poblacional podría suponer un mayor PBI per cápita. Pero eso no implica mejores condiciones de vida para todos.

El “pico de los nacimientos” no sólo afecta la tasa de crecimiento potencial ni la tasa de crecimiento del PBI per cápita. También tiene efectos negativos sobre el crecimiento empresario, los sistemas previsionales, los análisis de sostenibilidad de la deuda pública y la distribución de la riqueza. Las poblaciones envejecidas tienen mayor propensión a ahorrar – y a concentrar la riqueza en quienes ya la tienen, en lugar de generar nuevas fuentes de crecimiento. Y podría tener consecuencias nefastas sobre el valor de la vivienda fuera de algunas zonas centrales: con poblaciones decrecientes, quién querría pagar el precio actual por las casas que sobren.

La solución al estancamiento que han encontrado algunos países proviene de la inmigración. Sí, lo mismo que tantos políticos critican a la ligera ha salvado a algunos países de caer en una recesión permanente, como la que afecta a Japón desde hace dos décadas.

En una entrevista concedida a la Deutsche Welle hace un par de meses, el economista Herbert Brücker argumentaba que Alemania necesita al menos 400.000 inmigrantes por año para mantenerse competitiva. Sin inmigración, dice Brücker, el número de trabajadores activos declinaría casi 40% para 2060 – en tanto el número de retirados aumentaría hasta hacer insostenible el sistema de seguridad social.

A nivel global, la inmigración neta es cero: los que llegan a un país salieron de otro. Por lo general son jóvenes que buscan de oportunidades que su tierra no les ofrece. Hacia los países más desarrollados, la migración consiste muchas veces de los jóvenes más preparados de los países que los expulsan.

Si la ONU tiene razón en que desde hace dos años ha comenzado a decaer el número de nacimientos, cabría pensar que dentro de no mucho tiempo los debates migratorios, hoy liderados por las posiciones más xenófobas, mutarán hacia una abierta competencia por los mejores recursos jóvenes a nivel mundial.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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