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Juan Grabois
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En los tiempos que corren, como en el caso de los matrimonios mal avenidos, cualquier cosa que se diga es capaz de irritar. Y en mayor medida si ello ocurre cuando, como comúnmente se dice, “se pega sobre la matadura.

Una de las tantas cuestiones que entre nosotros se muestra en la actualidad sensible es la de la aparente tensión entre Francisco y el actual gobierno, que contrastaría con el hecho que la cúpula cristinista entraría al Vaticano como si fuera su casa, y que el mismo Papa Francisco no deja de enviar rosarios por él bendecidos a Cristina y miembros de su círculo, a pesar que, en el encontronazo provocado por el proyecto de despenalización del aborto, aquélla haya adornado su cuello con un pañuelo verde.

Dentro de ese contexto se produjo la presentación de la ex presidente en una nueva causa penal como imputada, que hasta la puerta del tribunal fue acompañada por quien fuera embajador ante el Vaticano durante su presidencia y por Juan Grabois, dirigente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).

Después de lo cual este último formuló declaraciones en las que comienza negando ser militante del kirchnerismo, ni que lo haya sido, agregando que ni siquiera piensa que ella tenga que ser la próxima presidenta.

Luego de lo cual explica que ese “acompañamiento” sigue instrucciones del Papa y agregando que “Cristina tiene responsabilidad” por el sistema de corrupción que funciona en la Argentina. Todo lo que puede entenderse, y él reconoce como tal, como un acto en su defensa.

Lo que resume en definiciones que pasamos a trascribir en lo esencial, respetando en ese caso la literalidad; aunque reconocemos que al mismo tiempo suprimimos frases que hacen a una mirada totalmente ideologizada de nuestra realidad, que en nuestro caso al menos no compartimos.

Es así como señala que defiendo a Cristina porque si destruyen esa fuerza política la Argentina va a ser un país peor, porque va a haber menos diversidad, menos pluralismo y más poder de un solo lado. Y eso nos va a hacer mal a todos.

Un planteo en el que en lugar de incurrirse en una “judicialización de la política”, se procede a la inversa, ya que parte del presupuesto que nada hace Cristina que el resto de los políticos no hagan, lo que significa no otra cosa que reconocer a todos ellos una habilitación para robar.

Por su parte se ha hecho público un documento que lleva la firma del obispo castrense Santiago Olivera.

Comienza en el mismo por hacer referencia, a través de varios interrogantes, al hecho que parecemos avanzar en dirección contraria a la que apunta la cultura del encuentro, una cultura esta última que se traduce en una memoria sin ideología, de la verdad completa y de justicia, y que nos divide tanto a los argentinos al punto de polarizarnos.

Luego de lo cual pasa a admitir que no es fácil transitar la verdad y, por motivos diversos, se la calla, se la oculta o se la tergiversa, mucho de lo cual –advierte- es lo que pasa en nuestra patria.

Reconoce a continuación el hecho que hablar de algunos temas no es fácil, pero hay que hablar, para no ser tildados de cobardes o de permanecer callados frente a tanta injusticia y al dolor de muchos.

De allí que pase a proclamar que en “este primer año de labor pastoral como Obispo castrense, he observado cómo, embanderados en derechos del pasado, se cometen hoy graves, intolerables e injustificables injusticias. Aunque nos cueste escucharlo o suponga algún dolor de cabeza, la situación de muchos detenidos por delitos de lesa humanidad es una vergüenza para la república: una discriminación nunca vista en democracia, llevada a cabo especialmente por algunos miembros del Poder Judicial, con el silencio cómplice de algunos de los miembros de otros poderes y de buena parte de la dirigencia nacional. Veo también silenciados los sufrimientos de tantas víctimas de violencia en nuestra patria perpetrados en tiempos de democracia, equiparándolos a otras impunidades presentes”.

Luego de lo cual concluye expresando que necesitamos transitar caminos de verdad y de justicia para alcanzar la paz. No podemos mirar la historia con un ojo solo; necesitamos una mirada compasiva sobre todos aquellos a los cuales les tocó vivir la locura del enfrentamiento fratricida de aquellas épocas. Enfrentamientos en los cuales hemos perdido todos. El papa Francisco nos recordó que la misericordia no excluye la justicia y la verdad. El Dios del Preámbulo, "fuente de toda razón y justicia" para nuestra Constitución, no es el Dios vengativo y discriminador en que parecen inspirarse algunos crueles y diferenciados tratos. Debemos pedir justicia con fuerza, coraje y valentía, porque muchos hermanos argentinos mueren en las cárceles o en sus domicilios sin condena.

Y abonando su postura hace referencia que Su Santidad dijo a unas presas de una cárcel en Chile: "Una condena sin futuro no es una condena humana, es una tortura". Más allá de imputaciones y penas, todo ser humano tiene dignidad, y nadie puede privarlo de ella.

De esa manera el obispo viene a tocar dos cuestiones vinculadas (aunque distintas), siendo la primera de ella el hecho evidente que la prisión de los militares imputados por delitos de lesa humanidad –muchos de ellos todavía sin condena luego de casi tres décadas- constituye, dadas las condiciones objetivas y subjetivas en la que la cumple un “trato cruel”, o lo que es lo mismo, el someter a los que la sufren a una larga y sufriente agonía anticipatoria, de lo que vendría a resultar no otra cosa que ir viviendo la muerte cada día.

Cuestión no solo problemática en lo existencial sino en lo ético que viene acompañada por la necesidad de escribir de una vez por toda la historia del pasado siglo –ni siquiera de los últimos años- de la manera lo más honesta y objetiva posible, cosa que actualmente no se da, ya que vivimos en ese ámbito no haciendo otra cosa que mantener vivas antinomias recurrentes.

Es que la única manera de que nos sintamos verdaderamente hermanados, es llegar a escribir una historia, en la que por encima de las discrepancias circunstanciales, podamos encontrar coincidencias fundamentales.

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