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Aclaración de antemano: esta es una nota estrictamente de opinión del firmante.

Ni la justificada euforia causada por el desenlace de la Copa América, ganada por la Argentina en el Estadio Jornalista Mário Filho, evitó que las protestas de los ciudadanos cubanos no captasen la atención del periodismo y de las redes sociales.

¿Qué pasa en Cuba? Cuba lleva décadas sumergiéndose en una crisis humanitaria. No quiero caer en la trampa de decir que antes de que Fidel Castro asumiese el poder todo era color de rosas. Ahora bien, la experiencia castrista en la isla no hizo más que arruinar la vida de 3 generaciones de cubanos y provocar un desastre.

De poco y nada sirven las dudosas estadísticas sobre la medicina o la educación. En Cuba hay un estado totalitario. No hay que tener vergüenza de decir esto. No hay libertad de expresión, no hay libertad económica, no hay democracia, no hay oportunidades de progreso y hay un régimen que persigue a los disidentes, que persiguió a las familias de los desertores, que cometió múltiples crímenes de lesa humanidad y que tiene instaurado un aparato monumental (Partido Comunista, Comités de Defensa de la Revolución, organizaciones juveniles comunistas, fuerzas de seguridad) al servicio de una nomenklatura (millonaria, por supuesto) que por ahora no cede.

El COVID-19 no hizo más que acelerar la crisis humanitaria en Cuba. La caída del turismo, que es una de las pocas actividades que oxigena la economía de la isla, y la llegada de una enfermedad cardiorrespiratoria a un país donde hay que hacer mucho sacrificio para conseguir comida, productos de aseo personal o medicamentos, solo pudo empeorar las cosas.

Ahora bien, ¿cómo es que el malestar general se destapó de repente? Desde que se cortó la asistencia económica de la Unión Soviética, seguido por el Período Especial y el Maleconazo, los líderes cubanos han ido intentando, disimuladamente, modernizar al país, aunque sin ceder el control. Una condición necesaria era y es el acceso a internet, que empezó a hacerse realidad hace un par de años. Imaginemos el cambio que esto significa: los cubanos pasaron de informarse día y noche con Grandma, que es, en definitiva, un vocero de la dictadura, a observar la realidad desde otros puntos de vista.

Debido a la creciente crisis -marcada por la escasez de alimentos, los cortes de electricidad y el desastre sanitario- y a la posibilidad de que se corra la bola, a través de internet, de las protestas que empezaron en San Antonio de los Baños, se desató una ola de manifestaciones y saqueos en todo el país. Se pide libertad y el fin de la miseria.

Los millones de cubanos exiliados y extranjeros interesados en el tema empezaron a compartir los vídeos con preocupación, por las reacciones de la dictadura (el dictador Díaz Canel llama a destrozar a los manifestantes y ya se suman más de 60 desaparecidos), pero a la vez con esperanza.

¿Por qué? Porque son imágenes inusuales para la isla. Una isla con muchísimo potencial de crecimiento, pero condenada al sufrimiento desde 1959. Que Cuba sea libre es la obsesión de toda su diáspora y de los que confían en que puede ser un gran país.

La ilusión de que las protestas en Cuba marquen un cambio sigue vigente hasta hoy. Eso sí, si la dictadura sale airosa, puede tomar medidas drásticas para evitar que se repita ¿Lo lograrán los cubanos? No lo sabemos. Para algunos, a la Revolución Cubana hay que vencerla con su propia medicina. Es decir, una contrarrevolución con las armas, que incluso necesite del apoyo de los cubanos en el exilio, pero no lo sabemos ni lo sabremos hasta que esto termine.

Mientras tanto, el periodismo de cartón sigue defendiendo al experimento castrista, diciendo que en Cuba hay médicos, educación de calidad, democracia y que todo lo malo es por el supuesto bloqueo comercial de los Estados Unidos que, lamentablemente, no se puede explicar en este corto texto. Sí, son los mismos que defienden a troche y moche la revolución bolivariana o que dicen que los crímenes cometidos por Ortega en Nicaragua tienen una explicación lógica y legítima. ¿Qué sabrán ellos que no sabemos nosotros?

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