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Nueva York, desierta
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Nueva York, desierta
Abundan las dudas y debates alrededor de lo que ocurrirá con una u otra cosa a futuro ¿Cuántas veces oímos que por la pandemia “tal cosa vino para quedarse”? Una de ellas, el muy reconocido home office o teletrabajo. A partir de esto, la gente se hace otra pregunta: esta modalidad, que le permite a un oficinista trabajar desde el sillón del living, ¿pone en duda la subsistencia de los distritos financieros y de las zonas urbanas en general?

En la película Soy Leyenda (adaptación de la novela de Richard Matheson), el actor Will Smith transita, junto a una perra, las calles de Nueva York en busca de sobrevivientes de la plaga que mató a la gran mayoría de la población mundial y que transformó a varios otros en una especie de vampiros post apocalípticos. Smith, que interpreta a Robert Neville, cuenta que pasó tres años sin ver a un humano desde que la bacteria comenzó a propagarse, y mientras enviaba señales para encontrar gente en su misma situación (además de cazar para subsistir).

Hoy, los que vivimos en grandes urbes y nos animamos a visitar las cuadras más céntricas, ya sean de Buenos Aires, de Nueva York, de Los Ángeles o de casi todas las demás en Occidente, nos sentimos leyendas. Negocios que cierran, una soledad abrumadora, oficinas cuyas luces no se encienden, bares vacíos, estaciones de transporte público tímidamente ocupadas y puntos de interés sin turistas ni trabajadores que los atraviesen a las corridas. Por el contrario, en la gravedad de la situación, aumenta la gente sin techo que no tiene otra opción más que vivir en las principales manzanas y subsistir con lo que les den o encuentren.

El coronavirus mandó a todos a casa. Desde trabajadores de las oficinas del estado, analistas de los más prestigiosos bancos y hasta estudiantes universitarios. Muchos de ellos no han vuelto a pisar las sedes centrales. Si bien algunos prefirieron retomar la vida normal e ir la mayor cantidad de veces a su lugar de trabajo, otros vieron con buenos ojos la vida laboral al estilo #QuedateEnCasa.

No corresponde en esta columna hacer énfasis sobre lo que ocurre en Buenos Aires, que, como bien explica esta nota de Enric González para El País, tiene un microcentro fantasmagórico debido a la falta de turistas, de oficinistas y al cierre de negocios.

Me toca, en cambio, apelar a testimonios que relatan lo que ocurre en otros lugares. Fernán, un amigo que habita desde hace tiempo en Nueva York, me decía, esta semana, que el epicentro del capitalismo se parece más que nunca a aquella ciudad fantasma donde sobrevivía el personaje de Will Smith. Broadway, Times Square y las grandes avenidas extrañan al público trabajador y a los visitantes, que eran su combustible diario.

Federico, un excompañero de trabajo que vive en Miami, me contaba que Lincoln Road, la avenida más comercial de la ciudad, sufrió el cierre de gran parte de sus comercios debido a la estrepitosa caída del turismo. Del bullicio y el incesante movimiento a convertirse en cuadras tímidas durante varios días.

De todas formas, estos testimonios son solo una pequeña prueba de lo que pasa. Basta con investigar y leer noticias sobre qué ocurrirá con diferentes distritos financieros el día después de la pandemia y qué ocurre actualmente. En Londres, por ejemplo, muchísimos negocios que dependían del movimiento laboral y turístico solo pueden resucitar si la nueva normalidad se asemeja a la anterior. El Jefe del Distrito Financiero de la capital inglesa, William Russell, mencionó un plan para incentivar la vuelta a las oficinas con la intención de que los cafés, restaurantes y otros sitios puedan funcionar otra vez. El veloz plan de vacunación puede acelerar este proceso, pero no hay nada dicho. Otro ejemplo es La Défense, el distrito financiero de París, que se destaca, en este marzo de 2021, por las oficinas vacías u ocupadas a medias y por la excesiva precaución, que de alguna manera afecta el ritmo de la vida en la Ciudad Luz.}

La historia se repite en cada una de las grandes urbes. Entre protocolos, teletrabajo, restricciones al turismo y al movimiento, cierran tiendas, restaurantes, hoteles, shoppings y espacios de ocio. En los países desarrollados, pueden pedir al estado un salvataje para mantenerse en pie. Por el momento, ni la vacuna ni el retorno de ciertas actividades cura el malestar que sufren las cuadras que antes explotaban de gente.

¿Hay luz al final del túnel? ¿O este es el comienzo de la agonía que atesta contra el microcentro, Manhattan y otros centros financieros? Si bien las ciudades sufren el éxodo de parte de su población desde hace tiempo, las oficinas y los turistas mantenían con vida a todas las industrias que allí se instalaban para ofrecerles un servicio.

Varios intendentes y alcaldes comprenden que, de alguna manera, habrá que repensar el diseño de sus distritos, pero confían en que algo de los “buenos” viejos tiempos volverá. El turismo, por lo pronto, tiene muchas posibilidades de revitalizarse una vez que la gente pierda el miedo y esté vacunada.

Lo de las oficinas es una lotería. A mediados del año anterior, varios ejecutivos pensaban que a futuro iban a reducir sus espacios comunes de trabajo. Para la gracia de muchos, hubo un giro en esa decisión, según un estudio hecho por KPMG. A diferencia de lo que estimaban meses atrás, los líderes de las grandes compañías indicaron que, terminada o controlada la pandemia del coronavirus, quieren que los trabajadores vuelvan a las oficinas. Más allá del gasto que pueda significar mantener una oficina, entienden que allí se trabaja mejor a nivel individual y grupal.

El destino -es decir, las campañas de vacunación, los incentivos de los jefes de oficina, los protocolos, y demás- dirán si estos microcentros repuntarán, si cambiaran su dinámica (convertirse en barrios residenciales, por ejemplo) o si agonizarán y se convertirán en tierra arrasada donde transitarán solo los zombis y las leyendas que añoren los tiempos pasados.
Fuente: El Entre Ríos

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