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Uno de los temas hablados en estas fechas, tanto por las empresas de servicios financieros como por la política y el periodismo, es el conflicto entre Taiwán y China. Los movimientos militares llevados a cabo por las fuerzas armadas chinas en la zona de identificación de defensa aérea taiwanesa generaron el repudio, la advertencia y la consecuente denuncia por parte de las autoridades isleñas. China, por su parte, alegó haber divisado un buque estadounidense en el estrecho marítimo que divide a ambos territorios y aseguró que continuará con sus prácticas militares en dicha zona. Lejos está éste de ser un hecho insignificante. ¿Por qué?

Repasemos un poco de historia. Cuando los comunistas, bajo el mando de Mao Zedong, vencieron en la Guerra Civil e instauraron la República Popular China en el año 1949, el general Chiang Kai-Shek y los suyos, pertenecientes al lado perdedor (los nacionalistas del Kuomintang), escaparon del territorio continental y se refugiaron en la Isla de Formosa, hoy conocida como Taiwán.

El deseo de generar una contraofensiva para recuperar el poder en la China continental no se cumplió. Pero Taiwán quedaría en manos de la República de China, y no bajo las garras del Partido Comunista. La torta se dio vuelta con el tiempo: de intentar recuperar el territorio perdido a querer retener lo poco que le queda.

¿Qué ocurrió con Taiwán desde 1949 en adelante? Desarrollo económico, crecimiento, modernización, organización y fortalecimiento de las fuerzas armadas, y un proceso de creciente democratización. Si bien los logros y avances tienen mucho que ver con el mérito propio, hubo un aliado fundamental que aceleró y acrecentó el éxito taiwanés: Estados Unidos. La principal potencia mundial operaba en todos los rincones del mundo para ponerle un freno al efecto bola de nieve que arrastraba a cada vez más territorios hacia el comunismo. En este sentido, Taiwán, Corea del Sur y Japón eran aliados esenciales para frenar los avances del enemigo y para controlar una región esencial en el mundo.

Si bien los líderes del gobierno chino dejaron en claro, a lo largo de todos estos años, sus intenciones de recuperar la isla, que de iure le pertenece, nunca hubo certeza de que esto fuese a ocurrir. Estados Unidos ha hecho lo suficiente para evitar enfrentamientos entre las partes, para que pudiesen convivir, y desalentó posibles invasiones a Taiwán.

¿Qué ocurre en estos tiempos? Un poco de lo que todos sabemos. La economía china creció a gran escala desde que murió Mao Zedong. Al crecimiento económico lo acompañaron, lógicamente, un mayor poderío militar y un deseo imperialista, que fue ganando espacio en medio de las crisis de los otros gigantes.

Las motivaciones no están basadas simplemente en un deseo nacionalista por recuperar “lo que le pertenece”. Según una nota reciente de la revista The Economist que analiza esta cuestión, el 84% de los microchips más avanzados del mundo se producen en Taiwan. TMSC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), la empresa de fundición de semiconductores más grande del mundo, tiene su sede principal y buena parte de sus operaciones radicadas en el país insular. Taiwán es, tal vez, la principal potencia si hablamos de inteligencia artificial. La industria de los electrónicos, a nivel mundial, depende mucho de lo que ocurra allí ¿Cómo no le va a interesar a Xi Jinping capturar la isla y monopolizar la tecnología? Eso sí, un combate feroz podría significar la destrucción y el freno de TMSC, lo que no favorecería a China ni a nadie en el mundo, atrasando los avances tecnológicos por años y generando una destrucción de capital incalculable.

La otra cara de esta historia también tiene un tinte estratégico y es la más obvia: ser la principal potencia de Asia. Es sabido que China tiene influencia económica y política en varios países del mundo, así como también en la mayoría de los organismos multilaterales. Se sabe también de los ejercicios militares practicados en toda la región, los conflictos fronterizos y la construcción de numerosas bases militares extraterritoriales. Todo ello forma parte de este plan para imponerse al resto de las naciones, incluyendo los Estados Unidos.

Los problemas y las denuncias abundan. De todas formas, ello no es un freno para las intenciones de China, que sabe que recuperar Taiwán, después de 70 años, equivaldría a una victoria crucial para convertirse en el dominador del lejano oriente y del Pacífico asiático.

La pregunta, entonces, es la siguiente: ¿puede Estados Unidos disuadir a Xi Jinping? He aquí el debate y la duda. Los analistas y expertos en la materia aseguran que Taiwán es un punto de conflicto, o una chispa que puede acrecentar el conflicto entre los dos países más poderosos del mundo. Estados Unidos tiene dos desafíos. El primero, mantener el control en esta región del mundo y ponerle un freno al avance chino. El segundo, llegado el caso, sería demostrar su poderío militar y reivindicar su posición como máxima potencia mundial. Si no procede se podría deber al miedo de los líderes norteamericanos, ya sea el Presidente o el Congreso, de ir a una guerra que sí o sí generaría un desastre a nivel mundial, o al hecho de creer que China está en condiciones de vencer a las fuerzas armadas norteamericanas.

Por el momento, Tsai Ing-wen, la presidenta taiwanesa, debe enfocarse en preparar la isla para resistir un ataque anfibio y un ataque aéreo de parte de China. Joe Biden, el flamante presidente estadounidense, puede, en cambio, destinar el presupuesto militar a conseguir más armas, y que éstas sirvan para que China entienda que la invasión de Taiwán no es conveniente. Hacer oídos sordos a esta coyuntura no parece ser una opción, ya que sería una muestra de que Estados Unidos podría caer al segundo puesto de la tabla de los más poderosos. Al otro protagonista, China, solo le queda especular y esperar el momento adecuado para proceder en pos de sus intereses.

Pocos tienen en mente una guerra mundial por culpa de una invasión China en Taiwán. O porque parece obvio, siendo que las divide un estrecho de 160 kilómetros (distancia entre Colón y Ceibas) o porque parece irrelevante una isla cuya superficie es la mitad de la de Entre Ríos. Estados Unidos, por el momento, convive con los movimientos políticos, militares y diplomáticos del gigante del lejano oriente, pero la evidencia muestra que Taiwán podría ser la chispa que encienda el fuego, como alguna vez lo fueron el atentado de Sarajevo o la invasión de los nazis a Polonia. Veremos…
Fuente: El Entre Ríos

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