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Son varios los parámetros, muchos de ellos en apariencia insignificantes, que pueden ser utilizados por nosotros, para medir el grado de conciencia en diversos sectores de la sociedad, incluyendo la falta de responsabilidad social que ello conlleva, frente a la crisis de caracteres casi terminales que nos agobia.

Y al respecto, antes de proseguir, queremos remarcar la vinculación estrecha que asignamos, por una parte, al “grado de conciencia de la crisis” y por la otra a la falta de “responsabilidad social” que es su consecuencia. Es que se nos ocurre de una manera casi intuitiva, que a mayor ausencia de conciencia de la misma, se da una equiparable falta de solidaridad de quienes exhiben esa falencia.

Uno de esos parámetros a los que aludimos, se lo encuentra en circunstancias estrechamente relacionadas con el inminente certamen internacional de dimensiones mundiales a llevarse a cabo en medio de las arenas arábigas.

Y en este caso, debemos aludir de una manera prioritaria ya que, en el Mundial de Fútbol, se da la presencia de una falencia fundamental que incide sobre ambos parámetros, que se ven como consecuencia de ello potencializados, a un tercer ingrediente que, más que sumarse a los referidos, viene a precederlos.

Nos estamos refiriendo a la “falta de criterio” de quienes nos gobiernan, circunstancia que vuelve todavía más complicadas todas las cosas que entre nosotros, de una manera negativa, ya están presentes en demasía.

Una falta de criterio que tiene su expresión icónica en la suma atención que en altas esferas ha provocado “la falta de figuritas”, con las que completar los “álbumes” en que se agrupan las imágenes de los jugadores participantes en ese certamen mundial. Es que su escasez, precisamente, se destaca ante una verdadera multitud de otras escaseces de enorme envergadura; muchas de ellas capaces de afectar, no solo la marcha de nuestra economía, sino también de nuestra propia vida cotidiana. Es que, en este caso, los únicos que se deben eximir de la crítica -y esto tan solo a medias- son los quiosqueros…

Pero ni la contribución de éstos, ni de los padres y ni del gobierno, son, posiblemente, la cuestión más importante dentro de ese contexto.
La es sin duda algo que, de una manera incorrecta, pero entendible, la podemos vincular con una moneda por ahora inexistente cuál es el “dólar Qatar”. Una versión más rebuscada y aún menos razonable de lo que ha significado el “dólar soja”, cuya mayor virtud -ausente en este caso- es que nos permitiría seguir costosamente seguir “tirando para adelante”.

En realidad, en este caso, la cuestión no pasa por el dólar Qatar, el cual es una de las alternativas que se manejan con el objeto de que todos los interesados “con posibilidades” para viajar hasta allí para participar en el referido acontecimiento, cuenten con los dólares suficientes para poder hacerlo, y ser de esa manera actores indirectos, pero de cualquier manera cercanos, de lo que pasa por ser, entre nosotros, una esperanza colectiva.

Nos encontramos aquí ante una situación que no es otra que la que representa “la asignación de dólares escasos, para atender diversas necesidades en un sensato orden de prioridades”. Entre las que no se cuenta, precisamente, la de asignar esas divisas para esos largos e interminables traslados, más allá de lo apetecibles que ellos sean.

Y no nos cabe duda, que los viajeros frustrados al mundial o a otros destinos estarían, de esa manera, contando con la posibilidad de alivianar algunas culpas, en el caso que esa restricción (que es incomparablemente menor a las que soportan otros sectores de la población) pueda darles la oportunidad de manifestarse solidarios, aunque más no sea, sacándolos, con el pensamiento, de la invisibilidad en la que se mueven.

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