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Un delta que no es un delta

Según los libros de textos, en los que se puede estudiar geografía de manera más profunda, el delta es un accidente geográfico formado en la desembocadura de un río por los sedimentos fluviales que ahí se depositan.

Por Rocinante

Añadiéndose que los depósitos de los deltas de los ríos más grandes se caracterizan por el hecho de que este se divide en múltiples brazos que se van separando y volviendo a juntar para formar un cúmulo de canales activos e inactivos.

Ajustándose estrictamente a esa definición, se la ilustra señalando que el delta más conocido es el del río Nilo, y es de donde procede el nombre con el que se denomina a este tipo de desembocadura. Para concluir explicando que la desembocadura del Nilo se extiende por una región marcadamente triangular, que se asemeja mucho a la forma de la letra griega delta (Δ), motivo por el cual el historiador Heródoto le dio ese nombre.

Si bien existen diferentes tipos morfológicos, el área que comprende lo que vulgarmente se denomina delta del Paraná no se ajusta a la definición mencionada por un simple hecho: es un conjunto de geomorfologías superpuestas a lo largo del tiempo geológico que incluyen mucho más que un delta.

Es por ello que en una de las obras mencionadas se aclara que el delta propiamente dicho, entendido desde su concepto geológico, corresponde al tramo final desde el sureste de Ibicuy hacia la desembocadura. Este delta crece por aporte continuo de nuevos sedimentos de la cuenca alta del Bermejo y avanza a una velocidad de entre 20 y 100 metros por año. Así el río Paraná y el Uruguay, descargan sus aguas en un estuario influenciado por ciclos de marea.

De donde y tal como ha quedado señalado, lo que conocemos por el delta, que según se acaba de destacar no es tal, habría que designarlo con más propiedad, tal cual lo hacen reconocidos autores, como el gran humedal entrerriano, dado que esa designación es más apropiada en cuanto se ajusta a lo que realmente es, y que imitando de una manera que carece de toda maldad a nuestros hermanos brasileños, cabría considerarlo (algo que no sé a ciencia cierta) como el más grande humedal del mundo, o de regreso a nuestra falsa modestia, conformarnos con que se lo considere entre los mayores del planeta.

Y de lo dicho, surge el primer enunciado que creo necesario destacar. Cual es la circunstancia que aquí nos encontramos ante lo que es una peligrosa costumbre nuestra, la que no es otra que nuestra propensión a no llamar a las cosas por su nombre, algo que tiene como consecuencia evidente el peligro que terminemos por deformar la realidad, tomando por tal lo que es una irrealidad.

Y es precisamente por eso que todos los profesionales dedicados a la cura de las mentes alertan acerca de cuán enfermos están quienes han perdido el sentido de la realidad.
Algunas notas de lo que conocemos como el Delta de Entre Ríos
De acuerdo a los mismos textos nuestro Delta puede definirse como un vasto macro mosaico de humedales subordinados al régimen hidrológico del Río Paraná y sus afluentes, con una gran heterogeneidad. El que a su vez está divido en tres sectores sucesivos, cuales son el Delta Superior, que es el que concluye a la altura de la ciudad de Diamante; el Delta Medio, que se extiende entre aquella ciudad hasta la altura de la ciudad de Victoria; y desde allí hasta su desembocadura en el Río de la Plata, el Delta Inferior.

Cabe agregar que este Delta Entrerriano ocupa parte de seis Departamentos de los cuales los de Diamante (aproximadamente en kilómetros cuadrados, tiene 2.700.000), Victoria (id.6.700.000), Gualeguay (id.6.700.00) e Islas de Ibicuy (id.5.000.000).

A la vez, si me he detenido en esta relación, es para destacar la importancia que tiene nuestro Delta desde todas y cualquiera de las perspectivas con las que se lo mire.
La invisibilidad de nuestro gran humedal
De otro autor, recojo sus reflexiones acerca en este caso particular de una circunstancia harto frecuente, cual es el hecho de que al Delta una mayoría de nosotros lo vemos sin mirarlo realmente; para tantos no es otra cosa que un paisaje con el que nos topamos de pronto y con parecida velocidad lo dejamos atrás.

Ver sin realmente mirar. Esta es una mala cualidad que tiene su miga, la cual en el caso de los que nos gobiernan o aspiran a hacerlo si así no lo hacen serán incapaces de gobernar bien. Es que lo que caracteriza a un buen gobierno es el mirar y descubrir la importancia de toda clase de hechos y situaciones, que quienes son malos gobernantes resultan incapaces de además de verlas, mirarlas con la atención de la cual da cuenta el hacedor.

Es por eso que el autor que nos sigue acompañado destacaba que hay algo que se podría catalogar al menos de extraño, cual es la existencia de cerca de 17 mil km2 de superficie provincial con humedales, que hasta hace poco tiempo y estando a la vista de todos, era invisible para muchos.

Al respecto comienza advirtiendo que el territorio está comprendido por el área que, trazando una línea imaginaria, une las ciudades de Santa Fe y Paraná, siguiendo el río Paraná hasta su desembocadura en el estuario del Plata. Integra casi 400 km y representa un poco menos del 20% de la superficie de la provincia.

Para luego señalar que históricamente anclado en su progreso por las visiones estratégicas que aislaban físicamente a Entre Ríos del resto del país, pocos caminos lo recorrían al Delta hasta la década de 1960. Los pobladores se movilizaban en barcazas, lanchas, balsas y franqueaban los numerosos brazos para comunicarse con las provincias vecinas. La llegada del complejo ferrovial Zárate-Brazo Largo a mediados de la década de 1970 y la del enlace Victoria-Rosario a fines de 1990, produjeron el primer impacto de visibilidad ante la sociedad. Luego los incendios que se desarrollaron en 2008 y afectaron a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, abrieron los ojos a los políticos sobre la existencia de este extenso territorio. Paradójicamente, este humedal se desarrolla frente a los mayores aglomerados poblacionales del país y atraviesa las zonas núcleo maiceras y sojeras.

Pero mientras tanto, es para la mayoría de nosotros, nada más que un lugar de paso. Más allá del hecho de que esté habitado por grupos de diversa densidad de sacrificados isleños (a los que sí lo son, su suman aquellos que son medio isleños), y al hecho de que grandes extensiones de territorio sean materia de una explotación intensiva que hasta se puede calificar de irracional, porque en lugar de ser amigable, viene a resultar agresiva con el ambiente.

No se puede decir entretanto, que nos encontramos ante un Estado ausente ya que son conocidas sus intervenciones sobre el territorio, pero cabe afirmar que lo ve desde lejos, contentándose con hacer lo que puede y cuando para ello no queda otro remedio.

Es así que haciendo abstracción de esa categoría de pioneros permanentes que son las sucesivas generaciones de pobladores de la zona y la vinculación diversa que mantienen con el Estado, entre las experiencias memorables que hacen referencia a la atención estatal, cabe mencionar lo que terminó siendo el caso de las islas Lechiguanas, en lo que dicho escuetamente debe considerarse un intento fallido de polderización de las mismas. A lo que se suma el proyecto del entonces gobernador Montiel de trasladar Villa Paranacito a un asentamiento a prueba de inundaciones, y los juicios iniciados por el Procurador General de la Provincia contra ocupantes de numerosas franjas de ese territorio, a los que el gobierno provincial considera intrusos.
¿Las cosas pueden llegar a ser distintas, luego de los incendios que provocaron el ahumado de santafecinos, en especial rosarinos?
Conocida es esa situación, provocada por incendios que se consideran como intencionales, y que se conjetura fueron llevados a cabo con el objeto de facilitar la actividad ganadera en el delta. Un estado de cosas que provocó tanto malestar explicable en la otra orilla del Paraná, el que llevó a los medios de comunicación social a mostrarlo en toda su dimensión, haciendo explicable la notoriedad alcanzada por este suceso.

El estado de cosas anterior a este último incendio

El manifiesto de un grupo ambientalista, describe claramente la situación que precedió al incendio en el delta al señalar que es creciente la preocupación de la comunidad científica y de las agrupaciones ambientalistas por el cuidado y conservación de la región. Una geografía repartida en cuatro distritos políticos, no facilitó la tarea.

La escasa visibilidad política y el uso productivo que se le dio a la región hasta no hace muchos años atrás, trajo aparejada una gran ventaja desde la óptica ambientalista, ya que limitó el desarrollo de prácticas antrópicas intensivas. Salvo excepciones como las áreas forestales del delta, el aislamiento, la dificultad para su exploración, sumado a prácticas productivas extensivas que dominaron la región, hicieron de ésta un sitio privilegiado que merece ser manejado con una óptica conservacionista por los numerosos servicios ambientales que presta.

En cambio, el incremento de la presión del hombre, vino a partir de la búsqueda de rentabilidades concebidas en el cambio de uso del suelo, tanto del propio territorio como de territorios aledaños. El modelo económico global y los patrones culturales de nuestra sociedad, están afectando cada vez más al medioambiente, y en este sentido, los humedales están entre los más sensibles.

De allí que se señale que la lista de problemas es importante y creciente: invasiones biológicas de plantas y animales que desplazan a la flora y la fauna nativa; cambios en los ciclos de inundación y sequía, ya sea por construcción de represas en la cuenca alta como por endicamientos y polderizaciones locales; creciente urbanización; intensificación de las prácticas pesqueras con sobre-extracción; incremento de la carga de ganado vacuno y agriculturación del complejo fluvio/litoral.

A esto se suman los controles débiles, la toma de decisiones con ignorancia de la realidad local y la ausencia de actores locales que sean escuchados. En este sentido, si bien se crearon nuevas áreas protegidas, actualmente hay tres parques nacionales, once provinciales, doce municipales y ocho mixtos, no poseen un adecuado grado de control y regulación. La protección de por sí no solucionará los problemas ambientales, se necesita educación y acción hacia una cultura menos consumista.
Acerca de la posibilidad de crear una Autoridad Provincial del Delta entrerriano
Frente a ese estado de cosas, especialistas en la materia, y sobre todo interesados por ella, han pensado en la necesidad de implementar un programa que giraría en torno a un conjunto de ejes principales en que sería el primordial el mantenimiento de las condiciones del territorio en orden a sus características como humedal con el fin de sostener la provisión de los beneficios que presta como tal. A ello se suma atender a la forma como se encaran las actividades productivas, las que deberán ajustarse a recomendaciones que regulen su desarrollo y grado de intervención, asegurando la sostenibilidad de los servicios eco-sistémicos y la dinámica hidrológica del territorio.

Quiere ello decir que se hace necesaria la sectorización del humedal con miras a lograr su utilización para el desarrollo de actividades económica, en un equilibrio con la preservación del ecosistema, en el que atienda en forma principal al cuidado de este.

De allí que ir delimitando sectores de reserva, a la vez que atender a la determinación de zonas de amortiguación, todo ello teniendo como objetivo principal la creación de un Parque provincial o nacional en la región, para todo lo cual considero que resultaría útil tomar como antecedentes las reservas naturales establecidas en la provincia de Buenos Aires, así como el Parque nacional del Ciervo de los pantanos, ya existente en esa jurisdicción.

En tanto, aunque es sabido que estamos atosigados por la presencia de tantos organismos o comités sin sentido, no descartaríamos la necesidad de crear una Autoridad del Delta Entrerriano, que tuviera como acción primera la de coordinar, supervisar y hasta intervenir en su ámbito específico en el accionar de la totalidad de los organismos provinciales y municipales existentes en el área en función de un programa de acción por ella elaborado, el que deberá ser puesto en ejecución una vez aprobado por la Legislatura.
Fuente: El Entre Ríos

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