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Algo que ha sucedido en los días pasados en Rusia es una oportunidad para traer a la memoria aquello que hizo Mandela, el grande, cuando accedió a la presidencia de su país: utilizar el deporte como un instrumento en favor de la integración racial, o dicho de otra manera buscando superar las barreras de la discriminación de esa naturaleza.

Es que consideramos que la circunstancia apuntada ha servido en una proporción difícil de cuantificar, ya que es tan solo parte de un proceso en marcha, para cumplir idéntico objetivo.

Dejemos de lado el asombro que provoca el ver a japoneses jugando al fútbol, y haciéndolo tan bien que estuvieron en un tris de colarse entre los mejores, a pesar de que, por lo que sabemos, hace unas décadas no eran ni siquiera “pataduras”, por la exigua práctica de ese deporte en su territorio insular.

Sobresaliente resulta en cambio el caso de los negros, no solo por la cantidad de estrellas con que se han hecho presentes integrando no solo selecciones de estados africanos, sino hacerlo en equipos europeos, por ser esa su nacionalidad.

Se señala así que catorce de los veintitrés jugadores de la selección francesa tienen su origen familiar en el continente africano, casi todos hijos de emigrantes llegados a ese país en algún momento. Así como que también en Bélgica e Inglaterra, equipos que alcanzaron las semifinales, el peso de la emigración era más que patente.

Es que el integrar un equipo, y sudar y abrazar unidos a otros sin distingos de piel ni de la forma de los ojos, es una de las formas más humanas de compartir -casi como la cohabitación familiar- y de ver en el otro, otro que no se lo ve como tal, en tanto se lo reconoce como un igual.

Un cambio de mirada que de una manera más ligera se da, una se da de cualquier manera en situaciones como las que relata un periodista al contar que en el restaurante Les Ambassades de Dakar, la capital de Senegal, estallara una revuelta de júbilo.

La explicación de ese brote de entusiasmo fue porque el jugador francés Pogba acababa de marcar el tercer gol contra Croacia en la final del Mundial de Rusia. Poco después sería la locura cundo Mbappé marcara el cuarto tanto. Y destaca el periodista que de esa manera queda claro que muchos senegaleses celebran el triunfo de la selección francesa como si fuera un equipo africano el que se anotó la victoria, ya que contaban con sobradas razones para tener a ese equipo como el suyo. Mientras tanto, fuera de ser onerosa debe matizarse esa conclusión con la que también se ha advertido que hubo otros quienes hubieran preferido que ganara Croacia por aquello de ver perder a la antigua metrópoli, un reflejo del amor/odio que sienten muchos ciudadanos de las excolonias hacia el país que les sometió durante décadas.

De todo lo cual, deberíamos extraer una consideración de mayor vuelo. Cuál es que no solo la racial, sino que todo tipo de discriminación resulta perversa. Y que todos sin excepción debemos cuidarnos de no caer en ella. Teniendo en cuenta, que nadie se salva de acusar algún tipo de discriminación aunque no se note e inclusive se la niegue.

Se dice que existe un viejo truco para conocer si alguien es discriminador aunque lo niegue; preguntarle con quien no se casaría.

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