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La vacunación secreta de funcionarios públicos y sus allegados no es solo un problema de la política argentina: en Perú y en Chile ya son muchos los que consiguieron una o más dosis gracias al amiguismo y los contactos. Otra demostración de que el poder y la “rosca política” pueden estar por encima de cualquier política pública.

El “Vacunagate” en Perú se cargó a la ministra y al viceministro de salud, a la Canciller y a por lo menos 100 funcionarios más, que se vieron obligados a abandonar su lugar en la gestión pública. Desde hace aproximadamente 11 días, se vienen mencionando los nombres de los miembros del gobierno de Vizcarra (destituido en noviembre del año pasado) o mismo del gobierno de transición del actual presidente, Francisco Sagasti (quien presionó para que la lista fuese pública), que accedieron a la vacuna de Sinopharm cuando ésta transitaba los ensayos clínicos.

Según las distintas fuentes, al menos 467 personas accedieron a las dosis del laboratorio chino por fuera de las normas preestablecidas. Desde políticos y familiares de políticos (es el caso de Vizcarra y su familia) hasta miembros importantes de la Iglesia y empresarios de renombre. El hecho de que la mayoría de los involucrados fueran partícipes de la gestión anterior impulsó a Sagasti a presionar para que algunos de ellos diesen un paso al costado.

Chile tampoco le escapa a la trampa. El plan de vacunación en el país trasandino es un modelo por imitar para el resto de la región. La disponibilidad de las dosis, la distribución ordenada de las mismas y la programación de los turnos para vacunarse no pudieron contra algunas irregularidades. Son poco más de 37.000 personas las que se vacunaron antes de lo que les correspondía. Según diferentes medios de comunicación, los ventajeros son funcionarios públicos y personalidades destacadas, que aprovecharon las herramientas que tienen a su alcance para saltarse la fila.

¿Cuánto falta para que se destapen escándalos similares en el resto de la región? En Brasil ya hay imágenes de “vacunaciones fantasmas”, en las cuales se ven algunas enfermeras que no empujan el émbolo, o inyectan aire en lugar de una dosis de la vacuna. Es menester sincerarse: esto puede ser la punta del iceberg.

En el caso de la vacunación VIP en Argentina, la polémica explotó cuando Horacio Verbitsky contó en Habrá Consecuencias, programa que se transmite a través de El Destape Radio, que se vacunó en el Ministerio de Salud, salteándose todo registro o fila. El hecho le costó el puesto a Ginés González García, pero la historia continúa. Con el pasar de los días, comenzaron a aparecer listas de funcionarios, amigos y familiares de los funcionarios y personalidades destacadas que lograron vacunarse por izquierda.

El enojo de la ciudadanía, aquí y en los demás países, confuncionarios involucrados en escándalos similares, se canalizó a través de las redes sociales, donde varios usuarios acusaron a los políticos de caer, una vez más, en contradicciones indefendibles. El argumento es simple: los mismos que dijeron que los jóvenes iban a provocar un gerontocidio por asistir a eventos clandestinos, los mismos que pidieron solidaridad durante meses, son ahora los que vacunaron a sus hijos sanos, a sus suegros o a sus padres y los que mantienen en lista de espera a los adultos mayores que no tienen la suerte de ser personas políticamente expuestas. Son también los que decidieron saltearse la escala de prioridades, hacerse pasar como “personal de salud” y atrasar el momento de vacunación del verdadero personal de salud al que dicen defender. En definitiva, son los que se arrogan beneficios por creer que su casta es superior.

En Argentina, la reacción no tardó en llegar desde el gobierno. Alberto Fernández y Santiago Cafiero explicaron que algunos políticos, como por ejemplo el presidente, Axel Kicillof o Cristina Fernández, se vacunaron cuando se ponía en duda la credibilidad de la Sputnik V; cuando era preciso alentar a la gente a tomar parte del proceso. En cuanto a la vacunación de allegados al gobierno o miembros de funcionarios del Poder Ejecutivo, respondieron diciendo que ciertos nombres que circulaban en las listas eran personal estratégico y debían recibir las dosis.

Ahora bien, hubo una larga lista de amigos, de secretarios, fotógrafos, familiares, que se vacunaron después de la publicación de The Lancet sobre la Sputnik V, sin pertenecer a grupos de riesgo, sin la excusa de que servían para alentar a la gente a que se anotase y sin la excusa de que son funcionarios relevantes que deben estar cuidados. En cuanto a este no muy selecto grupo, los miembros más importantes del Poder Ejecutivo no tuvieron más remedio que reconocer el error, aunque por el momento no se han tomado medidas al respecto.

Tanto aquí como en Chile o en Perú, los principales apuntados son los “sanos” que decidieron hacer uso de sus facultades tácitas mientras sus representados (es decir, aquellos a quienes deben responder), o los representados de sus jefes/compañeros/amigos, esperan.

En 2012, aquella película que trataba sobre el apocalipsis en el final del calendario maya, los gobiernos y parte de las elites se habían preparado para el fin del mundo, mientras dejaban a la mayoría de la gente “común” fuera de los barcos que sobrevivirían al tsunami en el Himalaya. Solo algunos de estos decidían acompañar a la gente en la agonía. Solo unos pocos ciudadanos sin título lograban subirse a las naves.

Comparación dura, claro está, porque aquí no hay un apocalipsis y las vacunas, que juegan el papel de los barcos, deberían estar disponibles para todos si quisiéramos que fueran exitosas. Eso sí, hay una lógica que se repite: muchos de los funcionarios creen estar por delante del resto y, por culpa de su cobardía, creen que aquí solo se salvan los pocos que tienen contactos y privilegios para vacunarse. Por eso decidieron subirse al barco a escondidas. Mientras, el resto espera por su boleto con total incertidumbre.

Resta la duda acerca de si será un episodio pura y exclusivamente latinoamericano o si habrá también entradas secretas al barco en las demás regiones del mundo.

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