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Dicen que “billetera mata galán” o se habla de “saludar con sombrero ajeno”, frases ambas que me encantan y que las utilizo siempre que puedo.

Sobre todo en tiempos en que la billetera sirve para muchas otras cosas más que para hacerse notar por las chicas, ya que puede, entre ellas, llegar a matar al que la abre para que se la llenen, y que de esa manera viene a comportarse con la inteligencia -lo de la moral es otra cosa- de un galán vividor, de esos que de tan vivos siempre están transitando por la cornisa de la que si se caen, pueden hacerlo, terminan en un terreno enrejado.

Que son las mismas épocas que, para hacerla corta, abundan los que exhiben como propio el logro de un tercero, algo que no es ni más ni menos que una forma de robar.

Y aunque de entrada no lo había pensado, me lleva a rumiar con amargura lo encarajinado que está todo en todo lugar en que se mire. Da tristeza ver como los chicos han dejado de jugar compartiendo y disfrutando lo que hacían, correteando, y se han dejado atrapar por la tecnología, hasta el punto que se los ve, aún cuando están en grupos, cada uno por su lado, sin moverse y con la cabeza gacha.

Tanto que estoy convencido pueden terminar con un problema en una vértebra cervical o como se llame, embobados mirando una pantalla y moviendo los dedos.

No me olvido del esfuerzo meritorio que hacen muchos clubes, de los que antes era imposible que no se alargase la palabra “club” con “social y deportivo” antes del nombre, en promover la práctica del deporte, no solo como quien llena un “semillero”, sino para formar chicos y chicas que al volverse grandes no sean solo cuerpos sanos sino también mentes sanas, como se puede decir invirtiendo el conocido dicho. Algo invalorable en un mundo, no saben cuánto me cuesta decirlo, en que todo lo que se ve alrededor lleva a la conclusión de que si no está lleno de mentes podridas, lo está con otros grandes defectos, algo que digo no con la suficiencia de creerme un santo sino con la lástima grande de sentirme un pecador.

Sobre todo lo que más me gusta en los clubes que suelo frecuentar es como insisten en el juego limpio, ese fair play que inventaron los ingleses y que tanto les cuesta a veces practicar. Y viene al caso algo que no sé si les conté, que es que mi tío tiene un nieto que como jugador apasionado que es dice que “el rugby es una actitud”. Lo que traducido a un lenguaje más comprensible y menos idealista, viene a significar no otra cosa que “el juego limpio” no es solo cosa del deporte sino una parte, al menos, de la mejor forma de actuar en la vida en relación a los demás. ¿Acaso en política y en tantos otros quehaceres no se habla de que “le corrieron el arco”?

Y es por esa imbecilidad moral que los que practican deportes o se pasan todo el día hablando de él, ya ni se acuerdan de qué significa eso de jugar limpio y lo hacen, sin darse cuenta que jugar sucio es en realidad otra cosa distinta de jugar.

Y el ejemplo más acabado de todo lo hasta aquí rumiado lo tenemos en lo que le pasó a Bielsa el pasado fin de semana, cuando en un partido de fútbol tomó una decisión que si bien era un reto el árbitro, como queda bien claro para los buenos entendedores, llenó de sorpresa a todos los que estaban siendo, en una u otra forma, parte del espectáculo, sin que levantara polvareda en todas partes.

Como hay gusto para todos, hubo una mayoría que dijo “me gusta” y otra que no. Lo que me gustaría saber, cuál es la opinión de Bilardo sobre la decisión de alguien que se lo hace pasar por loco y no lo es.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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