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Encontrar formas menos costosas, y también menos perversas, de canalizar el conflicto laboral.

Cuando hablamos de “parado”, podemos estar hablando de muchas cosas, dependiendo siempre del contexto dentro del cual insertamos la palabra.

Es así como el resultado lleva a darle a esa expresión un significado o valoración positiva, o puede suceder exactamente lo contrario; o excluyendo estos dos extremos podemos llegar a interpretarlo de una manera ambigua.

Así, quienes son afectos a problematizar a las palabras, empiezan advirtiendo que “parado” significa el resultar una persona favorecida (se hace referencia así al “bien parado”) o perjudicada (es el caso de “mal parado”) en un asunto.

La palabra puede aludir también a que “se quedó parado”, cual es el caso de que alguien ante una noticia o un acontecimiento en el que se lo ve sorprendido, de repente queda confundido o… paralizado.

También se lo puede utilizar con referencia a dos situaciones vinculadas al trabajo, aunque de antitéticos signo, cual es aludiendo a quién ya está “desempleado” ya por no tenerlo, ya por haberlo perdido; o que no siendo así y contando con trabajo, “está de paro”.

A la vez, se puede dar la lamentable circunstancia de “no saber dónde se está parado”, o sea que se está desorientado espacial, temporal o psicológicamente.

Por otra parte, no es cuestión de “estar” bien o mal parado sino que también si se puede “salir” de una u otra de esa situación, o sea bien o mal parado.

Hubo un tiempo en los que se hablaba del “parado en la loma”, para hacer referencia al orgulloso o engreído, y que entre los porteños era el “lugar en que para” –o es también cosa de otros tiempos- el sitio en una determinada esquina, donde era casi cotidiano el encuentro con la barra de amigos del barrio.

Pero “parado” es también aquel al que luego de vérselo avanzar de a pie o montado en un vehículo, se lo ve detenerse en un lugar y es también el que “está de pie y en posición vertical”.

Por otra parte, ¿quién no ha escuchado hablar del arquero que “paró” un pelotazo lanzado de una manera fulminante? Algo que en cambio es cada vez menos frecuente es el “pararse a… pensar”.
Independientemente de todo cual, siempre es bueno “caer bien parado”.

Después de lo cual podemos ir y volver a la pregunta del título - ¿por qué no paramos todos?- la que da pie a distintas interpretaciones. Teñidas de diferentes valoraciones.

Es que la primera manera como puede interpretarse la pregunta, remite al contexto en que vivimos, al que a su vez se lo describe de una manera negativa, menos en los sectores locales que se autocalifican confusamente de resistentes de un ámbito institucional que los reprime, y para los que cuando más “estamos mal parados”, resulta “cada vez mejor”.

Es que haciendo abstracción de lo que sucede en el ámbito económico – donde efectivamente se está en presencia de “un parate”- se puede llegar a sostener sin errar del todo, que al menos el sector metropolitano de Buenos Aires vive una situación de paro permanente, al que se suma la existencia de paros focalizados o sectoriales en otros puntos del país.

Es en el área mencionada, principalmente en el centro de la ciudad, donde se hace presente una situación paradójica, con desprendimientos del mismo dramático corso, en otras partes de la gran ciudad, ya que se está en presencia de dos clases de “parados” cuáles son los que permanecen de pie cortando una calle y de esa manera impidiendo la circulación de vehículos, y los ocupantes de estos, incluyendo su conductor, quienes devienen en “parados”, esta vez contra su voluntad.

A ello se suma lo que, mirándolo bien, más allá de la pertinencia de su táctica, es una contradicción en sí misma porque se trata de los que participan de “paros” –lo que significa estar detenido en un lugar, como hemos visto en su significado primero- con su adjetivación como “activos”, término este último que da idea de movimiento y acción. Dado lo cual tienen poco y nada, por no decir nada de “paros”, pero mucho de “actividad” exacerbada hasta el descontrol, que los lleva incluso a la intrusión de edificios, como es, para dar un ejemplo, la ocurrida en la sede del Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires por obreros de un astillero.

Sin dejar de aludir a los “paros salvajes”, que son todos aquellos sin distinción, en los que resulta perjudicada no la “patronal”, pero si al menos una parte de la población, que se encuentra inerme al verse convertida en el “daño colateral” de un conflicto al que es ajena.

Y que el caso de algunos de esos “paros salvajes” se da la particularidad de que la “patronal” no es, ni más ni menos que el Estado, el que en empresas que son millonariamente deficitarias, viene a asumir el pago de remuneraciones de montos mayores o menores – en el caso del personal de Aerolíneas Argentinas, se trata de quienes se encuentran entre los trabajadores mejor remunerados del país- que a la postre son en realidad pagados por todos nosotros.

Vemos así a cada argentino subsidiando el costo de las tropelías que tenemos que sufrir. No se trata solo de los casos frecuentes en los que vemos a un funcionario según se dice “saludando con sombrero ajeno”, sino de compatriotas a los que les pagamos el precio y el costo de su mantenimiento, del látigo con el que, de una manera totalmente disfuncional, nos vienen a castigar…

El reclamo del argentino promedio, seguramente, sea “pará –otra vez la palabreja- la mano”, ya que así no se puede seguir. Porque no se está haciendo otra cosa que mal a todos, como sociedad, e invivible la existencia.

De allí, el primer sentido que se puede asignar a la pregunta inicial: ¿Y si paramos todos? Porque en la actualidad son los que trabajan los que mal o bien, o más mal que bien, como se prefiera, afrontan el sustento de los que no lo hacen. Pero que “paremos todos” es una especulación que equivale a un suicidio colectivo. De lo que se trata es entonces de encontrar formas menos gravosas, y también menos perversas, de canalizar el conflicto.

Lo que nos llevaría a darle un sentido positivo a la pregunta, donde el “paremos todos” significara no otra cosa que todos “nos pongamos de pie” rumbeando para adelante apoyándonos uno a otros.

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