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En una época no tan lejana, se decía que una noticia no era en verdad tal, hasta que no aparecía impresa en letras de molde. Que es lo mismo que indicar que no se la tenía por cierta sin derecho a réplica, hasta que ello ocurriera.

Tan así eran las cosas entonces que - que según una anécdota a la que se tiene por verídica, aunque a nosotros nos suena algo mentirosa- sucedió que un lector de “La Prensa”, entonces el diario de mayor circulación en nuestro país, al leer la sección de necrológicas de esa publicación se enteró, con explicable sorpresa, de una información que daba cuenta de su propio fallecimiento. Frente a lo cual, se hizo presente en el diario dando muestras de un humor cuyas características ignoramos, por más que las presumimos. Pidió hablar con el director del diario y al ser recibido por éste lo impuso de la situación.

La anécdota se completa con la respuesta de éste, quien ante el reclamo habría manifestado que “La Prensa nunca se equivoca, dado lo cual ante su exposición lo único que queda y le ofrecemos, es incluir su nombre en la sección Sociales de nuestra próxima edición, dando cuenta de su nacimiento”. En la actualidad sucede algo parecido, no ya con la palabra impresa, sino con su presentación audiovisual en un programa de televisión.

De allí, que días pasados se pudo ver en el programa periodístico más popular de nuestro país, un bloque en el que se mezclaban las cuitas de nuestro senador nacional Guastavino -por todos conocidas y a las que hemos hecho referencia en una de nuestras pasadas ediciones- con otro escándalo.

Escándalo desatado, esta vez, por declaraciones efectuadas por uno de los empleados contratados por un diputado de la legislatura de nuestra provincia, que denunciaban que el diputado (su empleador) se quedaba, “para gastos de la política”, con la mayor parte de su remuneración y de la de sus otros dos empleados.

Circunstancia que cuando intervino la justicia, dio origen, como también lo señaláramos, a una reacción corporativa de rechazo de todos los representantes del cuerpo, contra la cual la única voz que se alzó fue la de la legisladora Ayelen Acosta.

Confusión explicable si se tiene en cuenta que en nuestro país, en el cual las cosas son de por si confusas, no solo existen quienes se ocupan de una manera deliberada de alimentarlas siguiendo la enseñanza que el río revuelto es ganancia de pescadores, sino que ello viene a disculpar errores como es el señalado. Y a confirmar que, como sucedió en este caso, si no aparece en “la tele” es como si no existiera.

Pero en la oportunidad dejemos de lado a un impertérrito Guastavino con sus problemas -que por otra parte no reconoce como tales- y pasemos a ocuparnos de los de nuestra Legislatura. A los de la Cámara de Diputados de Entre Ríos concretamente, que es la que ha sido -hasta ahora- sacudida por los baldazos.

Es así como resulta adecuado ingresar a este último tema por lo que es “el gran marco escandaloso del pequeño escándalo” que tiene por protagonista tal cual lo hemos referido, a un diputado talense y tres de sus contratados, quienes le entregaban, sistemáticamente, la mayor parte de su salario.

Al respecto debe señalarse que otro diputado provincial de Entre Ríos en otro programa televisivo –no el emitido en Buenos Aires, sin en Paraná-, ha manifestado que “cuando se hace un cálculo (de los gastos de la Cámara que integra) ahora el presupuesto es de 450 millones y de 630 millones para 2019. Es un disparate no esté acorde a lo que cobra un diputado y a ´los contratos que tiene´. Es muy lejano. Cuando se hace el cálculo, dado que cada legislador le cuesta 20 o 30 millones a la provincia. Es injusto porque la mayoría de los legisladores no manejamos esas sumas. Públicamente puedo decir que manejamos cada uno un módulo de 210 mil pesos y el bloque 300 mil pesos mensuales. No todos somos iguales”.

De allí que el mismo diputado se ha detenido en una propuesta consistente en que “el presupuesto de la cámara se lo trate por separado, para ver en qué se gasta la plata”, con lo que se querría decir -según lo interpretamos- que lo que se pretende es que en el presupuesto se lleve a cabo un minucioso desagregado de gastos. Interpretación, la nuestra, que se ve abonada por otras manifestaciones del mismo legislador en las que propone que se muestren por separado “los servicios personales, (incluidos en el presupuesto de la Cámara) que abarcan tres rangos de contratos que hay que distinguir: los de los diputados, los de los bloques y los de la presidencia”. Manifestaciones que quedaron ratificadas por el mismo legislador en el programa televisivo emitido en Buenos Aires, en el cual recalcó “la existencia de tres niveles de contratación en la Cámara: la que hacen los diputados, la de los bloques y la de presidencia de la cámara”. Agregando que "lo que estaría más bajo la lupa son los contratos de la presidencia de la Cámara, que ejerce Sergio Urribarri". Todo lo cual lo remató con una manifestación estrepitosa cuando dijo que “el sistema funcionó más de 10 años. (Se trata de) un mecanismo perverso de complicidad, de silencio, y de falta de sinceramiento del financiamiento de la política.”

De donde vendría a confirmase aquello que el pez por la boca muere, dado que cabría preguntarse qué es lo que hizo no solo ese legislador, sino sus colegas, para que ese mecanismo deje de funcionar. Y si durante estos más de dos años solo pudo “arar en el mar”, debió haberlo hecho público – como todos aquellos que supuestamente denostaban el sistema- denunciado su impotencia a la hora de tratar de corregir ese estado de cosas, que se traduce en un presupuesto de fábula para la Cámara, y otro que se presenta como modestamente acotado para cada legislador.

Se debe tener en cuenta que en los mentideros paranaenses circula la explicación de que el trato diferente, por no decir sumiso, que muestran muchos de los diputados ante el presidente del cuerpo, se explica por “la cantidad de guita” que maneja en su función de su cargo, dado lo cual se daría una suerte de “disciplinamiento consecuencia del goteo” efectuado o esperado de ese dinero.

Pero no se trata de eso solo, ya que la mayoría de los contratos de personal en los “tres niveles indicados” son de por si un escándalo con el que hay que terminar, por más que tenemos dudas explicables que ello ocurra.

Es que da la impresión que a ninguno de los diputados parecieran “sobrarle” asesores y empleados en su “corte”; los que vienen a añadirse a los de la “carpa más grande” de su bloque, ya que a ese respecto encuentran adecuado y hasta natural la actual situación.

Corroborando lo cual, nos hemos enterado de las declaraciones indignadas de un legislador, defendiendo que a su lado trabajen cooperativamente siete asesores/empleados, entre ellos una hermana suya, cuya capacidad, honestidad y laboriosidad señalada por ese legislador respecto a ellos no podemos poner en duda. Sino que la preguntas es "¿cuántas personas de esas características superlativas son necesarias, no ya para que colaboren con cada diputado, sino para que resulte razonablemente austero el manejo de la Cámara y de cada bloque, a la vez que se prescinda de los auxiliares de cada diputado, salvo de uno para que les atienda el teléfono y maneje con multipropósito su computadora?” Mientras no se conteste esa pregunta y se actúe en consecuencia podremos seguir sosteniendo que nuestros diputados miran ese escándalo de reojo…

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