Los ritmos de la justicia son distintos a los del decir feminista: la primera denuncia formal por abuso sexual fue en agosto de 2016, el imputado fue a indagatoria un año después y recién en noviembre de 2017 se lo procesó por una de las denuncias. A partir de entonces empezó una contienda legal que devino en una elevación a juicio por dos de los cuatro delitos denunciados, ambos por abuso sexual.
“Cuando arrancamos con las chicas llegamos a la conclusión de que para contar nuestra historia teníamos que hacer una denuncia formal”, recuerda Sofía, una de las denunciantes cuya causa llega a juicio. “Más que nada porque mucha gente exige una denuncia penal para legitimar tus dichos”, dice. Sofía estudia derecho y conoce los tiempos del poder judicial: desde las primeras reuniones se dedicó a traducir cada uno de los movimientos de la causa para el resto de sus compañeras.
El juicio, que empezará el 4 de septiembre de este año en el Tribunal Oral en lo Criminal N°9, juzgará a Carrasco por dos casos de abuso sexual en su casa. En ambos el contacto inicial fue por chat. Hasta hoy, Carrasco desmiente los hechos y alega persecución política. Pero fue embargado por $300.000 y está obligado a presentarse cada un mes en el Tribunal.
A pesar de que hayan pasado tres años y que dos de las denuncias por grooming y abuso sexual hayan quedado truncas en la etapa de instrucción, todo se prepara para el juicio. “Esperamos demostrar en el debate su responsabilidad en cada uno de los hechos denunciados y que las chicas que fueron víctimas de violencia encuentren justicia en la resolución que tome el Tribunal”, agrega D’Alessandro.
La llegada de los dos casos a la instancia oral refleja aquello que sucede en el ámbito público con los escraches -de hecho, la primera denuncia contra Carrasco fue de carácter informal y por internet en mayo de 2016-, y también la amplia distancia que existe entre las demandas feministas del presente y los procesos judiciales. Pero ya no hay vuelta atrás: “En esta etapa del debate oral, más allá de lo horrible que pueda ser, se van a tener que sentar, mirarnos y escucharnos”, dice Sofía, como futura abogada y denunciante. “Más allá del resultado, de si hay una condena o no, nos van a tener que escuchar. Y esta va a ser siempre nuestra verdad.”